Capítulo 31.

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La madre de Lily fue quien abrió la puerta a la chica de cabello castaño que la miró con una gran sonrisa en los labios y la saludó con un abrazo. Le dijo donde se encontraba su hija y fue toda la charla que tuvieron. Maddi subió la escalera intentando no hacer ruido y de la misma forma entró en la habitación de Lily. Vio el cabello de su amiga sobresalir por el borde de la frazada, que se abrigaba con tantas capas que si no hubiera sido por su cabello no se notaría que debajo de todo eso estaba durmiendo alguien.

-Arriba bella durmiente- dijo al oído de su amiga y no obtuvo respuesta, solo podía escuchar su respiración. –Lily- la sacudió suavemente, solo escuchó un quejido. –Despierta

-Basta ma- se tapó la cabeza con las frazadas.

-Soy Maddi. Se supone que quedamos en vernos después de almorzar y ni siquiera estás levantada.- dijo levantando la voz y destapó de un tirón la mitad del cuerpo de Lily.

-¿Qué hora es?- volvió a taparse pero esta vez se giró para mirarla

-Van a ser las dos de la tarde. ¿Hasta qué hora piensas dormir?- no le contestó, la miró y se dio cuenta que tenía los ojos cerrados. -¡Lily!- los abrió de golpe. -¿A qué hora te dormiste?

-No sé- se destapó y con mucho esfuerzo se sentó en la cama. -¿A qué hora llegaste?

-Hace un rato- se sentó a su lado. –Cuéntame ¿Cómo estuvo la cena?

Lily se refregó los ojos. Apenas terminaba de despertarse y ya tenía que empezar a hacer funcionar su cerebro. Empezó por contarle cómo se había vestido su madre y después la vestimenta de los invitados. Describió con lujos de detalles a Johnny para compensar el no haberle sacado una foto antes de que el solo hecho de pensar en volver a cruzárselo a solas le diera nauseas. Le contó de los regalos y mientras hablaba, su amiga fue a buscarlo dentro del armario y se impresionó cuando vio lo delicado que era. Aunque al segundo quiso disimular diciendo que no estaba tan mal.

-Es tuyo si lo quieres, yo no uso esas cosas y menos si viene de un tipo como él.- Maddi quedó con la boca abierta. –De verdad, pruébatelos, seguro te van a quedar genial.

-¿Por qué no lo quieres conservar? Más allá de que el tipo te caiga mal tienes que admitir que el regalo está bueno- se vio delante del espejo. –Por Dios, son preciosos ¿es oro de verdad?- Lily asintió.

-En el estuche dice los quilates- suspiró antes de contestar. –En un momento estuvimos a solas él y yo, justo yo salía del baño y él estaba frente a la puerta esperando- hablaba mirando un punto a la nada. –Nunca sentí tanto asco en mi vida- miró a su amiga y ella la miraba expectante desde el escritorio. –Me coqueteó diciendo que podía hacerme feliz mientras intentó agarrarme de la cintura- el solo recuerdo le provocó escalofríos.

Maddi rápidamente fue hasta la cama y abrazó a su amiga con fuerza.

-¿Le dijiste a tu madre?

-No- la soltó.

-¿A Evan?

-Si le hubiera dicho seguro me echaba la culpa por el vestido que usé.

-Es un idiota ¿y después qué pasó?

-Hice de cuenta que no pasó nada pero él no paraba de mirarme como un viejo asqueroso y pervertido. No me alejé de Evan por miedo a que me dijera otra cosa. Mamá no notó nada, estaba muy ocupada queriendo que todo saliera perfecto. Sirviendo el postre, el café y hablando con Evan. No puedo creer que le cayó tan bien.

-Es su especialidad, caerle bien a todo el mundo. Por suerte conmigo no lo pudo lograr. Supe desde el primer día que comenzaron a salir que no sería un buen novio.

Going to Pasalacqua TERMINADAWhere stories live. Discover now