Capítulo 45.

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Maddi fue quien la despertó a primera hora de la mañana a base de sacudidas. Lily abrió los ojos un poco asustada por los movimientos bruscos y se encontró con la cara de su amiga que llevaba el cepillo de dientes en la boca.

-¿Qué hora es?- preguntó con la voz ronca.

-Tenemos tiempo- susurró en respuesta.

Suspiró y lentamente caminó hasta el baño donde pudo ver las aureolas oscuras bajo sus ojos que delataban lo poco que había dormido y su falta de ánimo. Luego de cinco minutos en el baño se cambió de ropa, metió el resto de la ropa en la mochila teniendo cuidado de no arrugar la carta y tomó su teléfono. Le extrañó que no tuviera mensajes de Gerard así que decidió enviarle uno.

Lily: Buen día amor. Ya quiero verte.

Solo la tilde de enviado apareció, espero unos segundos pero se mantuvo esa única tilde gris. Supuso que seguía durmiendo. La hora en la esquina derecha superior le marcaba que todavía faltaban hora y media para encontrarse. Por lo que no se preocupó y bajó a desayunar junto a su amiga.

-Muchas gracias por todo- le dijo Lily a la madre de Maddi cuando estaban por salir.

-No tienes que agradecer nada querida, eres de la familia y te ayudaría con lo que sea.- dijo con una amabilidad que derritió el corazón de Lily y la hizo sentir peor por el verdadero motivo de sus palabras.

-Adiós mamá, me llevo el auto- la despidió Maddi arrastrando del brazo a su amiga y tomó las llaves que estaban colgadas junto a la puerta de entrada.

-Adiós chicas. Por favor Maddi, ten cuidado con la velocidad- le pidió alzando la voz y oyó la puerta cerrarse de un portazo.

-¿Estás bien?- le preguntó Maddi cuando estuvieron arriba del auto.

-Sí, solo me da pena hacerle esto a tu madre.- confesó.

-Yo me ocupo de ella.

Salieron y luego de esperar veinte minutos estacionadas a un par de calles pasaron por el frente de la casa de Lily a la hora precisa. No estaba el auto de Johnny y tampoco el de Emma. Maddi frenó en la esquina y apagó el motor. Lily miró una vez más su teléfono, no había mensajes nuevos lo que aumentó los nervios que ya empezaban a acumularse.

-Es hora- le anunció Maddi quien apretó un segundo su mano antes de soltarla.

Bajó y corrió hasta su casa. Revisó por las ventanas y estaba todo oscuro como siempre que quedaba vacía. Buscó la llave escondida entre dos piedras de la entrada y pudo entrar. El olor característico de la casa le llenó los pulmones, se tomó un segundo para pensar y subió corriendo a su cuarto.

Tenía que ser rápida para que Maddi no llegara muy tarde a clases ni llamara la atención. Lo primero que hizo fue vaciar por completo la mochila sobre la cama. Abrió el armario de par en par, sacó un bolso grande que hace años no usaba y lo llenó con todas las prendas que pudo. Luego pasó a llenar su mochila con artículos de higiene personal, su cargador, un par de libros, algunas fotos de sus padres y ella que tenía pegadas en la pared y por último metió los ahorros de toda su vida más el dinero que guardaba su madre en su cuarto para alguna emergencia.

Quedó mirando el bolso y la mochila sobre la cama. Luego contempló su cuarto. Su infancia tan feliz y su adolescencia tan caótica habían transitado dentro de esas cuatro paredes y ahora no tenía idea si volvería a dormir en esa cama o siquiera pisaría ese lugar. La melancolía la invadió, jamás había pensado dejar ese lugar bajo esas circunstancias. Escapando como si fuera una criminal.

El sonido de la bocina la sacó de sus pensamientos y lo agradeció, un minuto más en ese sitio y cambiaria de idea. Se limpió las lágrimas, cerró todos los cierres y bajó apurada con el bolso en la mano derecha, la mochila en la espalda y la carta en la izquierda. Quería dejarla en un lugar donde la viera su madre antes que Johnny. Optó por el lugar más obvio, el buzón, junto a las cuentas por pagar.

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