Capítulo 37.

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A la mañana siguiente Lily despertó con el ruido que hacía la alarma. Respiró hondo y el aroma a jazmín le llenó los pulmones. Miró la cama, había flores blancas de todos los tamaños a su alrededor y algunas en el suelo. Estaba fascinada, incluso se pellizcó la mano creyendo que era un sueño. Entonces miró la ventana, estaba cerrada pero sin el seguro, como el día anterior y algunos pétalos habían quedado agarrados. Tomó una flor entre sus manos y la olió cerrando los ojos. Estaba maravillada por el gesto.

Al colegio entró con una de las flores blancas enganchada en la oreja. Las miradas seguían pero tenía el suficiente buen humor para no darles importancia. Entró al aula a dejar sus cosas y se encontró que Gerard había ocupado su lugar. Tenía un curita debajo del ojo y en su piel pálida resaltaban mucho los moretones.

-¿Cómo te sientes?- preguntó ella sin sentarse.

-Mejor.- miró la flor. –Lindo detalle- la señaló.

-Lo sé, un hada se metió en mi cuarto y llenó mi cama de ellas.- sonrió ladeando la cabeza.

-Debió ser un hada que te conoce muy bien- le agarró la mano.

-Y yo la conozco muy bien también-

Se quedaron mirando a los ojos del otro, lo tranquilizaba ver esa expresión de alegría en su rostro. Era lo que necesitaba después de no haber dormido nada por la incertidumbre. A ella le alegraba verlo ahí, sin más que un par de moretones y una costra en el labio. Escucharon que alguien más había entrado al salón. Él soltó al instante su mano, por suerte, era Maddi.

-Perdón, hagan de cuenta que no estoy aquí, solo vine a dejar mis cosas.- tiró la mochila sobre el asiento y se dispuso a salir pero su amiga la detuvo.

-No interrumpes, ya estaba por salir.- se quitó la mochila y la dejó sobre la mesa. -Ese es mi lugar- dijo en un tono serio y volvió a sonreír.

De vuelta en el pasillo apareció Evan. El único moretón que tenía a la vista era el que se le había formado alrededor del raspón en la mejilla. Tenía una mirada muy seria y todos los músculos de la mandíbula contraídos. A más de uno que lo cruzó le dio miedo. Caminó hasta donde se encontraba Lily.

-¿Podemos hablar?- miró a sus amigas. –A solas.

Ella cruzó una mirada fugaz con Maddi y salió de la ronda para seguir al chico que ya estaba caminando hacia el patio. Caminaron hasta un árbol que estaba alejado de todos.

-¿Qué querías hablar?- preguntó de brazos cruzados.

-Lo de ayer. Me abandonaste.- era evidente el enojo en su voz.

-No es cierto.

-Lo elegiste a él- la acorraló entre él y el árbol. -¿Por qué?- ella hubiera preferido que le gritara a que le hablara con tanto resentimiento en su voz y que la mirara como si la odiara.

-No. Te equivocas. A ti te estaban defendiendo tus amigos y él estaba solo. No era una pelea justa. Podría haber terminado en el hospital o peor.

-¿Él te importa?- acercó más el rostro al de ella.

-¿Qué tiene que ver? Si no me metía y moría ¿qué les iba a pasar? ¿Qué iban a pensar tus padres? Lo hice por ti.- explicó intentando mantener la calma pero se podía apreciar en sus ojos el temor que él le provocaba.

Con sus palabras, la mirada de Evan se había suavizado y el corazón de ella se tranquilizó.

-Tienes razón.- retrocedió unos pasos. –Los chicos no se tuvieron que meter. Yo solo podía con él.- ella lo miró incrédula.

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