Capítulo 40.

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Al otro día Lily despertó por la luz del sol que le molestaba en la cara. Giró para seguir durmiendo y vio a Gerard durmiendo con la boca entreabierta lo que le hizo gracia. Aun así le enternecía verlo dormir. La sábana solo cubría sus piernas dejándola ver su abdomen pálido y poco ejercitado. Sonrió al recordar a Frank interrumpiendo y luego a sus amigos haciendo ruido en el pasillo descartando toda probabilidad de que retomaran lo que estaban haciendo bajo las sábanas.

Se levantó sin hacer ruido, buscó su ropa pero terminó vistiéndose con una camiseta de Gerard que la cubría hasta los muslos. Abrió la puerta y antes de salir se aseguró que no hubiera nadie por el pasillo. Una vez en la cocina, preparó café y lo sirvió en dos tazas, quería que fuera más especial pero le llevaría más tiempo saber dónde estaba cada cosa que el desayuno en sí. Antes de volver a la habitación se encontró con Maddi que había entrado a la cocina.

-Buen día- dijo bostezando. -¿Sabes dónde están los vasos?

-En el estante de arriba- lo señaló. -¿Cómo estás?

-Mucho mejor- una leve sonrisa asomó en su rostro. –Te debo la vida.

-No exageres. Eres como mi hermana, hice lo que debía.- intentó restarle importancia y Maddi la abrazó. –Ya pasó- acarició la espalda de su amiga y se soltaron.

-¿Eso es de Gerard?- señaló lo que tenía puesto. Asintió. –O sea que ustedes...

-Casi- dijo sonrojada. –Nos interrumpieron- agarró las tazas. –Tu madre sabe que estamos acá, le avisó Mikey volviendo. Queda café y hay agua fría en la heladera.

-Gracias, pero creo que voy a despertar a mi novio de una manera más divertida- Lily la conocía tan bien que no le quedaron dudas ante la mirada y la sonrisa de su amiga.

-No hagan escándalo.

Volvió a la habitación de Gerard. Él permanecía en la misma posición que cuando salió. Dejó una taza en la mesa de luz y comenzó a beber la suya mientras examinaba la habitación. Era como la imaginaba, una habitación grande bien iluminada por la luz del sol. Estantes llenos de libros y adornos cubiertos por una fina capa de polvo. Un armario decorado con calcomanias de bandas. Esperaba más desorden pero lo único que había en el suelo a la vista era la ropa que habían usado la noche anterior. 

Pasó a revisar el escritorio donde estaba la computadora y a un lado se encontraba una pila con dibujos y escritos. Un dibujo llamó su atención, era la silueta de un cuerpo colgando de cabeza de un gancho. Era hasta un poco tenebroso pero a ella le gustó bastante. Observó las fotos pegadas en la pared. Tenía muchas con sus amigos y su hermano. En pocas sonreía. Encontró una de él vestido de gala, era muy diferente al chico que estaba en la cama. El cabello corto, la cara redonda. Parecía el típico chico del que se burlaban en el colegio. Y se preguntó cuántos años tenía en esa foto.

-Tenía tu edad- escuchó de pronto y se sobresaltó, más por la facilidad con la que adivinaba lo que estaba pensando que por escucharlo. Gerard estaba sentado en la cama bebiendo su café. –Fue el año que me gradué.

-Nunca lo hubiera adivinado. Cambiaste mucho.

-Estoy arruinado.- comentó con una media sonrisa.

-Para nada, en ese caso no te hubieran creído que tenías diecisiete.- siguió mirando. -¿Son tus padres?- miró con atención a una pareja de unos cincuenta años.

-Sí. Yo hice esa foto en su aniversario.

-Falto yo- volvió a la cama.

-Creo que entre las que tengo en el teléfono y los dibujos, no me alcanzaría la pared.- ella se sonrojó. -¿Esa es mi camiseta?- asintió y él alzó las cejas. –Nunca la volveré a lavar- rieron.

Going to Pasalacqua TERMINADAWhere stories live. Discover now