Mi amor por Volkov me dejó en bancarrota

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Esa misma noche, alrededor de las 8PM donde la luna completa brillaba con intensidad justo como lo hacían las estrellas que rodeaban al gran satélite; por la puerta trasera de Comisaría entraban en su patrulla destruido el dúo dinámico.

—¡Hostia, Pilotes! —gritó asombrado un policía alumno al salir de Comisaría con una enorme bolsa negra de basura arrastrando— ¿Estais bien?

—Sí, si, no te preocupes, niño —respondió tranquilamente un Gustabo con un chaleco antibalas completamente destrozado, brazos con manchas de sangre de los enemigos y sus pantalones rotos— Solo me como un culo y quedo como nuevo —entra al edificio con total naturalidad.

—¿Cómo dice? —pregunta el alumno en prácticas con su bolsa negra en brazos mientras se carcajea a más no poder por la ocurrencia del mayor.

—¿Necesitas ayuda con eso, Carlos? —pregunta Horacio al lado del menor y tomando la bolsa de basura, para luego colgarla sobre su hombro en un quejido— Esta pesada.

—No se preocupe, luce muy cansado y seguro estuvo trabajando todo el día hasta ahora —señaló el menor acercándose en intentos de quitarle la bolsa al mayor, quien negó en reiteradas ocasiones con una sonrisa— Además de tener sangre seca al cuerpo, va a oler a basura.

—No te preocupes, Carlos —dijo una vez que finalizó tirando la basura al contenedor fuera del edificio— Deberías irte ya, mañana es el examen de los alumnos, ¿no?

—Así es, señor Horacio —asintió con una sonrisa el chico de 25 años, estaba bastante ánimado— Muchas gracias por su ayuda.

El menor corrió en dirección al interior de Comisaría, entre tanto el contrario entró al patrulla y se quedó un par de minutos dentro, apretando el volante con fuerza brusca.

Mordió su labio inferior cuando los peores pensamientos de baja autoestima lo invadieron en picada, haciendolo arrugar su nariz cuando esta comenzó a picar al igual que sus ojos.

—¡Joder! —gritó con fuerza, llevando su cabeza hacia la bocina del vehículo y sonando esta— Soy un idiota —susurró para sí con el rostro bajo, observando su pantalón roto por las rodillas al estar esquivando las balas del día.

Suspiró en silencio con suavidad, intentando calmar su ataque de ira repentino. Volvió a meditar por vigésima vez en el día.

No tengo dinero, ¿que voy a hacer ahora?

He gastado todos mis ahorros para estar viviendo en el mismo edificio que Volkov.

Necesito encontrar una casa ya mismo.

—¿Está usted bien, Horacio? —una voz fuera del vehículo, justo en la ventana del copiloto, creó un grito de susto de la boca mayor— ¡Lo lamento, lo lamento!

—¡Paola, que susto me has metido! —frunció su ceño al ver a la mujer asomarse por la ventana del copiloto casi sudando frío por la verguenza que ahora sentía.

—Lo lamento, Horacio —rió ahora con nerviosismo, intentando apartar la mirada del mayor— Estaba saliendo de Comisaría cuando escuché la bocina del patrulla, me alarmé y corrí a ver que sucedía.

Já, ¿Paola corriendo a rescatar personas con valentía?

Ella es la que más anda huyendo de todo.

Ugh, callate de Horacio. No es momento ahora.

—No se preocupe, Paola. Me encuentro perfectamente —asintió el de cresta roja con una sonrisa falsa creada por sus labios— Iré a llevar el patrulla al garage —encendió el coche.

—Oh, iré con usted —anunció decidida abriendo la puerta y entrando al vehículo con total libertad, donde luego de cerrar la puerta arrugó la nariz en un intento disimulado.

—Lo siento, nuestro auto no es el más limpio de la ciudad —burlonamente ríe avergonzado saliendo de la parte trasera del edificio y rodeando este con gracia— Gustabo y yo pasamos más tiempo en este coche que en Comisaría.

—Entiendo, entiendo —asiente con una sonrisa y asomó su cabeza por la ventanilla— ¡La noche está muy bonita!

Al terminar aquel pequeño recorrido donde se dieron cuenta que jamás en su vida habían hablado y pasado tanto tiempo juntos, dejaron el coche del mayor dentro del garage.

—Mañana lo llevaré al taller —asiente Horacio guardando la llave de su vehículo en el bolsillo trasero de su pantalón— En fin, —voltea hacia la mujer— Nos vemos después.

—¡E-espere! —llama la contraria con una mano en el aire, el mayor voltea a verla confundido— El otro día estuvimos a mitad de un tiroteo y no me pudo dar su número de móvil, ¿podría dármelo ahora?

Horacio abrió sus ojos con sorpresa ante aquella petición, ¿acaso Paola no había escuchado los rumores que estuvieron rondando por Comisaría sobre ellos?  Si, ese que creó el magnífico de Gustabo sólo para molestarlo y ver si Volkov sentía celos por él.

El cual no funcionó.

—¿A qué se debe esto? —pregunta el de cresta roja viendo cómo la chica saca su móvil de su bolsillo, este poseía una carcasa rosada con un conejo animado con vestido morado.

—¿A-A que… ? —repite ella confundida, pegando un poco su móvil hacia ella— Es solo que… Llevo casi un mes aquí y… no tengo el número de casi nadie… Tenia el de Ivanov, Gonetti… el de Torrente, estaba comenzando a llevarme muy bien con ellos hasta que… —bajó su mirada y cubrió su rostro con una mano.

Quería creer que eran lágrimas de cocodrilo que la mujer usaba para que Horacio cayera fácilmente en su trampa; Greco le había comentado que Paola ligaba con media Comisaría, que era algo de poco impresionarse.

Y a él, Horacio, un hombre con un corazón tan roto al igual que la mujer enfrente de él -y por la misma persona- prometió no intimidarse por sus pensamientos.

Tomó con delicadeza el móvil de las suaves manos contrarias y agendó su número junto con el nombre de "Horacio"

—Muchas gracias, Horacio —asintió ella con una sonrisa de felicidad al verlo en sus pocos contactos, elevó su mirada hacia él— ¿Me permite invitarlo a comer esta noche?

—¿A co-comer? —repitió confundido y ahora, asustado— N-no, no puedo ahora, debo de ducharme en Comisaría y buscar donde dormir esta noche.

Paola ahora lucía sorprendida por la confesión final del mayor, parecía querer preguntar pero decidió quedarse callada, asentir y desearle una feliz noche y final servicio al de cabellos rojos.

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El Volkacio pa' miWhere stories live. Discover now