La noche que nunca llegó

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—Buenos días —saludó Horacio entrando a los vestidores, saludando a algunos alumnos nuevos que estaban preparándose para el día.

—B-buenos días —inquirió un chico de cabello amarillo.

—¿Sois los nuevos, no? —pregunta quitándose la camisa y luego colocándose el chaleco.

—Sí, mi no-nombre es Vito —asiente este señalándose, pasando la mirada de cuando en cuando en el cuerpo del de cresta, un poco avergonzado.

Horacio se da cuenta de esto, aunque no dice nada sino que acomoda su camisa dándole la vuelta, lista para volver a colocarsela encima del chaleco, sin embargo detuvo sus acciones con un cuerpo completamente rojo al igual que su rostro cuando escuchó un saludo.

—Привет —abrieron la puerta principal de los vestidores a sus espaldas.

Con esto el de ahora cresta amarilla sintió sus piernas temblar brevemente junto con su corazón alocado, relamiendo sus labios y tragando en seco. Bajó su mirada mientras abría los ojos, ahora estaba demasiado nervioso.

¿Que debería de hacer?

Ay por las ratas. Me cago en Java.

Lo voy a saludar, lo saludo, lo saludo.

Suspiró rápido y sin dejarse intimidar se colocó su camisa y dio media vuelta, observando como ahora el ruso estaba quitándose su camisa frente su taquilla, listo para imitar las acciones del de cresta con el chaleco.

Horacio cerró su taquilla y sintiendo cómo si el aire se le estuviera acabando comenzó a caminar hacia el Comisario, quién volteó a verlo una vez estuvo a su lado.

—Bue-buenos días, Horacio —saludó este luego de colocarse el chaleco, volteando hacia los lados, observando como algunos alumnos los veían sin mucho interés.

—¿Có-cómo se encuentra hoy? ¿Descansó el fin de semana?

—10-4, 10-4 —coloca su camisa a toda velocidad, parecía inquieto, eso desconcertó al de cresta.

—Me alegra... Eh... Oír eso.

Por unos pocos segundos ambos quedaron en silencio, Horacio con su mirada en los zapatos y Volkov en su taquilla, donde fingía que buscaba algo o eso parecía.

—Tengo que hablar con usted de algo im-importante, Volkov —dice el mayor tragando en seco y levantando su mirada para verlo a los ojos.

—Eh... Yo igual tengo algo que decirle, respecto a... —carraspea y baja su mirada apretando sus labios, comenzando teñirse de color camersí— Lo sucedido en el Tequila, no puede estar usurpando las identidades, es delito penal.

—Ah... —sus hombros que empezaron estando tensos y nerviosos, terminaron de relajarse pero ahora con decepción— Eso...

—Sí, —carraspeó y golpeó levemente su pecho, como si quisiera decir algo más— Quiero discutirlo con usted... en... privado, ¿puede ir esta noche a mi apartamento? —levanta la mirada hacia el rostro del de cresta, quién ahora mordía sus labios para evitar soltar una sonrisa de emoción— Podremos tomar Vodka —señala bajando un poco la mirada al darse cuenta de lo comprometido que eso había sonado— ¿Puede?

—S-s-s-si, si puedo, me gustaría —asiente con nerviosismo y emoción, tomando su brazo derecho para calmarse— Me encantaría, si.

Sonrisas que intentaban ser ocultas mediante sus dientes que mordían sus labios pronto salieron involuntariamente junto con sonrojos nerviosos, sudoración en sus manos, carraspeos y evasión de miradas.

El Volkacio pa' miWhere stories live. Discover now