Los valevergas, digo, los alumnos

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—Me conectaré a la radio —dice Horacio acomodando esta en su hombro y encendiendola— Aquí, Horacio y Gustabo, acabamos de entrar en servicio, ¿me copian?

—10-4 —respondió al otro lado Gregorio— ¿Estaís  en Comisaría?

—10-4 —responde viendo cómo Gustabo tomaba 20 vendas y las guardaba como podía en su bolsillo del pantalón junto con 6 cargadores y dos teléfonos.

—Necesito que vayaís a liberar a un preso al calabozo, ya tiene varios días ahí y hoy se acaba su sentencia. Es el único que está ahora.

—10-4, iremos enseguida.

—10-4, procedo a hacer 10-33.

—Vaya con 10-3.

El día apenas acababa de empezar, el calor era infernal y las calles parecían limpias de maleantes. Al menos podían relajarse un poco. Eso era por parte de Horacio y sus ojeras poco marcadas gracias a los DIY de "Como quitar ojeras" que veía en YouTube.

—Te lo digo de verdad, Gustabo —decía el de cresta mientras bajaban las escaleras hacia el calabozo— Pensé que era una chica todo el tiempo, incluso tenía un novio. Era alto y muy masculino.

—Horacio, por Dios, ¿como puede que tenga pinga una chica de un anime?

—¡Eso digo yo! Primero la escena del helado, y luego que tiene… Uuh —tiembla en su lugar sin poder haber creído tal mentira.

—Ves cosas muy turbias, eh.

—Buenos días, Horacio y Gustabo —saludó Carlos al ver bajar a los hombres mientras él estaba sentado en el escritorio del calabozo, revisando unos papeles.

Internamente Horacio al escuchar su voz sintió su interior sacudirse, recordando las palabras de Claudio "Le gustas al alumno". Quería creer que era una broma para asustar al de cabellos verdes. Refiriéndose a "asustar" porque él sabía que las cosas del amor, lo ponían demasiado blando.

—¡Oye, crío! —gritó un hombre con voz chillona y escandalosa en la última celda del lugar— ¡Sacame de aquí! ¿me escuche? ¡Te arranco una pierna de una mordida!

—Horacio —llama Gustabo con una sonrisa, acercándose hacia la voz familiar y sorprendiendose al ver a un hombre de jersey naranja ostentoso de abuelo— Hostia, Seguismundo, ¿que haces aquí, tío? —lanza una carcajada al ver al hombre sentado en el suelo y luego levantarse de un salto al verlo.

—¡Gustabo! Tanto tiempo sin verte, mi amigo —chilla de forma aguda al sentirse nostálgico y recordar sus tiempos de basurero— Creía que nunca te volvería a ver.

Rápidamente el rubio lo sacó de la celda aún riendo por el gracioso acento del contrario, de ahí estuvieron conversando un par de minutos donde Horacio solamente los miraba pensativo.

—Me metieron a comer barrotes porque le robé unas joyas a la Paqui —toma su sombrero entre sus manos, apretandolo mientras sudaba y recordaba que debía de volver a verla apenas saliera— Rogels me dijo que me iba esperar afuera, ¿me acompañaís?

Ambos hombres asienten, sin embargo Gustabo paró el de Jersey naranja.

—¿Puedo hablar contigo a solas, Segis?

—Vale —asiente siguiendo al contrario hacia dentro de una celda, alejados de Horacio y Carlos.

Lanzando un suspiro al aire, lleno de cansacio, el de cresta se retiró y caminó hacia el alumno que ahora guardaba unos documentos en las gavetas de metal, silbando.

—¿Puedo hacerte una pregunta, Carlos? —preguntó repentinamente, callando el cantar del menor y voltea asintiendo.

—Ya me está haciendo una pregunta en realidad —dice soltando una leve risa.

El Volkacio pa' miWhere stories live. Discover now