Horacio, tu instructor de pilates de confianza, bb

11.9K 1.4K 1.1K
                                    

Respiración automática: desactivada

Prácticamente su cabeza y cuerpo habian hecho un pacto para dejar de actuar de manera que se consideraría "normal" y "automática" como respirar y parpadear, caminar solo pensando hacia dónde te dirigirías y mover los brazos y cuello a tu antojo, para ahora moverse nerviosamente y ocultarse bajo el escritorio de Comisaría al ver a Volkov entrar.

—¿Qu-Qué hace Subinspector Fred? —pregunta Vito, quien estaba entrando de servicio y veía como el de máscara negra con quien había sido confundido  por su hermano parecía jugar al escondite.

—E-estoy haciendo estiramientos —responde nerviosamente Dan debajo de la mesa con una pose de Spider-Man muy extraña— Y 5, 6,7 aquí vamos… —toma una respiración profunda y comienza a estirar las piernas— Aquí vamos, si, si, eso, otra vez, sientelo, vamooos.

—¿Me explica que mierda está haciendo usted ahí abajo?

Nuevamente la modalidad "automática" desapareció del sistema del de ahora Subinspector, abriendo sus ojos y tragando en seco reiteradas veces, agachando su cabeza con miedo a que con solo ver sus ojos pudieran descrubir su identidad.

—Ejem… —carraspeó Dan colocando una voz gruesa y completamente obvia que no era su voz— Aquí Subinspector Dan, ¿me copian? —fingió hablar por radio— Sí, si, estoy bajo la mesa y parece ser que aquí no hay ningún archivo de Carlos aquí, 10-4, sigan a su bola.

Un carraspeó salió a la luz, haciéndose sentir al ruso frente a él, quien tenía sus brazos cruzados observando desde arriba a un Dan sonrojado y avergonzado. Aunque no se pudiera ver por su máscara.

—Salga de ahí.

—Yo solo acato órdenes de Conway —respondió rápidamente y con miedo, escudándose tras el abuelo.

—También soy un superior —respondió Volkov sin poder creer lo que había oído— Al parecer es nuevo en la malla, no lo había visto antes —agacha un poco su cabeza de almendra para verlo, sin embargo Dan sigue ocultándose— Salga de ahí, se lo ordeno.

—No —murmura con su voz temblorosa.

No, Volkov, no me veas.

No vengas a mi.

Con solo saber que estas aquí, mis piernas tiemblan demasiado y mi corazón salta de alegría.

Mi mente solo revive el momento en que te herí diciendo cosas que jamás te diría de verdad, solo era para que te alejaras de mi.

Te fallé. Lo siento.

Lentamente, con el corazón en su garganta y su mano en el cuello de su máscara para rectificar que estuviera bien puesta, fue saliendo debajo del escritorio de la secretaría.

Con su mirada baja ignoraba la del mayor confundido.

—M-me retiro, Comisario Volkov —dice Vito a su lado y se va hacia los vestuarios una vez el nombrado asiente.

—Interrogo —comenta el ruso con sus brazos cruzados, dándole ese aspecto de chico malo que a Horacio le fascinaba, callando a su cabeza con esos pensamientos, ahora no era el momento de fantasear— ¿Qué hacía usted debajo de la mesa?

—Eh…

—Mireme a los ojos, le habla un superior —llama su atención.

Horacio traga en seco, buscando con la mirada en el suelo alguna idea que lo podría ayudar para salir de ese embrollo. Tenía miedo de ser pillado, de ser olvidado y odiado con mucha más intensidad de la que sentía ahora el ruso hacía él.

El Volkacio pa' miWhere stories live. Discover now