No sé cómo te puedo mirar a los ojos

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Maratón (2/?)

—Más fuerte, más fuerte —pedía en hilos de voz el chico de cabello grisáceo en la oreja del de cresta, tomando su cuello y esparciendo besos húmedos, dando leves mordidas cuando llegaba a un punto exacto.

Los labios húmedos esparciendo saliva por su cuello y mandíbula junto con besos que ardían con gracia, mordidas leves en los hombros que posiblemente dejarían marca junto con los chupetones; era demasiada lujuria junta.

Horacio tomando las caderas contrarias encima suya, ayudándolo a subir y bajar se consideraba su nuevo deleite físico y visual. Ver al Comisario reiteradas veces echar su cuello hacia atrás cuando las ondas de placer se apoderaban de él era la mejor sensación del mundo.

Jadeantes y sudorosos no podían detener sus acciones por mucho que quisiesen. Era demasiado obvio lo que hacían, pero Horacio no tenía idea si era por amor o deseo, o sencillamente por pasar el rato y probar.

Constantemente chocando en el punto exacto, no pasaron mucho minutos para cuando ambos yacían en el cielo, abrazados y jadeando con fuerza, acariciando sus cuerpos con lentitud y grabando el momento en su propia mente para el beneficio de una futura paja a solas.

—¡Hey, Horacio! —llamó Greco acercándose al chico de cresta en recepción, el cual estaba recordando el sueño húmedo que había tenido esa noche con Volkov. Alarmado volteó a verlo y lo saludó— Pensé que estarías con Gustabo —Horacio hace una mueca y niega— No hay nadie por hacer denuncias —comenta viendo la Comisaría vacía— Vamos, vayamos a hacer un 10-33.

—10-4.

Habían pasando un par de días desde la última vez que habló con Gustabo después de que se hubiera pasado tres pueblos con contarle a Conway cosas que ni al caso, sin embargo casi siempre se veían de lejos, en diferentes patrullas y diferentes compañeros. Aunque Gustabo siempre estaba solo.

La separación fue un golpe duro para Horacio, ahora más que nunca necesitaba de su hermano, se había mudado con Claudio por petición al darse cuenta que Horacio no tenía hogar ni dinero, y tenía muchos sentimientos encontrados respecto a que tenía esos "sueños inapropiados" en una casa ajena.

Deseaba detener esos sueños, sentía que usaba a Volkov como un objeto sexual, a su manera, siendo un poco brusco a la hora de… eso. Desde el incidente en la radio casi nunca hablaba, sólo decía "10-4" o confirma su asistencia en un robo.

Además de eso, el tema del beso con Claudio no había pasado a mayores, dejándolo cómo un "encuentro muy pero muy cercano de amigos", donde más de una vez Horacio bromeaba diciendo "así mejoramos nuestra amistad".

Claro, y así mejoró la amistad que mi corazón no para de latir con fuerza cuando veo a Claudio —pensó de forma sarcástica.

Pero sin importar los sucesos con Claudio o la lejanía que tenía con su hermano, Horacio siempre tenía en mente el querer probar los labios del Comisario. En sus sueños ambos se besaban todos las partes de su cuerpo habidas y por haber, pero nunca en la boca. Al menos se distraía con algo en vez de pensar cuanto extrañaba a Gustabo.

A veces recordaba con una sonrisa tonta el beso con Claudio y distorcionaba sus pensamientos para hacer creer a su mente que era Volkov. Cosas así comenzaban a suceder constantemente, destruyendo la autoestima del de cresta.

¿Acaso no era digno de besar al Comisario?

—¡QRR, QRR! —la voz de Leonidas al otro lado de la radio, desesperado y agitado fue el detonandote de la adrenalina de muchos agentes, revisando a toda velocidad la última ubicación mandada.

El Volkacio pa' miWhere stories live. Discover now