Estoy en modo diablo, Volkov. Agarrame, mamaguevo

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—¡Vamos, Horacio! —anunció animadamente Gustabo bailando al ritmo de la música dentro del auto.

—¡Dale, Gustabooo! —siguió la corriente Horacio de copiloto.

—¡Bailate esta, bailatela!

—¡Pasala, pasala!

—Te la paso, te la paso, ahí va eh, ahí va.

—¡Vamooos!

Uno de los mejores momentos que fácilmente podría llegar a convertirse en uno de los más felices; eran después de un largo día de trabajo en la calle y volver a Comisaría en su auto con las ventanillas abajo donde el viento acariciaba sus rostros, la radio de Spain RP a tope mientras conducian por las calles en pleno atarcerder.

Escenarios como esos eran tan mágicos que parecian irreales. El contraste morado, rosa y naranja del cielo, las grandes sonrisas blancas donde salían carcajadas sonoras, el viento soplando y una calle casi sola para ellos, era un momento emotivo.

¿Cómo habían llegado hasta ese punto de felicidad? Dónde sólo un espectáculo tan placentero como ese podía generarles tal cantidad de comodidad y satisfacción.

—Vaya día, eh —comentó Gustabo después de haber guardado el coche en el garage y entrar a Comisaría con el contrario.

—No, no, un día completito, eh —asiente este con una sonrisa, dirigiéndose hacia al área de armería— 8 autos robados, 2 atracos, bueno buenooooo...

—¡Sí, si! ¡AGARRENME QUE VOY EN MODO DIABLO!

Carcajearon al segundo, pero tan rápido como rieron así callaron al ver entrar al Comisario Volkov a la armería. Nuevamente esos sentimientos de mariposas y manos sudorosas volvieron al cuerpo del chico con cresta roja.

Que lindo se ve hoy...

Era inevitable pensarlo, su cabello húmedo y grisáceo lucía perfectamente bien después de haberse duchado en los baños de Comisaría y peinado con delicadeza hacia atrás, su piel también tenía ese aspecto húmedo e hidratado que lo hacía brillar.

Él huele... realmente bien...

Tuvo la suerte de poder verlo desde su posición gracias al pequeño espejo frente a él, donde podía ver al Comisario estando de espaldas abriendo anaqueles en búsqueda de agua potable.

Quién diría que es una persona fría...

Ahora que Horacio se quedaba a dormir de incógnito en la Comisaría, podía ver hasta el final al frío ruso. Observarlo de manera discreta y para nada morbosa trabajar en el recibidor, atendiendo multas sin sentido y verlo molestarse. Resultandole adorable.

Quisiera abrazarle,

O...

Besarle.

Pero ese era un deseo poco realista, que aún con tal rechazo recibido no podía resistirse, no podía eliminar aquel deseo carnal de su mente y eso parecía ser una de las cosas más horribles de todas.

—Volkov va a desaparecer si lo sigues viendo, capullo —mierda, lo habían descubierto— Luego no podrás seguir viéndolo con deseo.

El olor a cigarro, la voz gruesa y cansada, el sonido de la madera crujir junto con el rechinar de sus brillantes zapatos. Conway entró a la habitación mientras se deshacía de sus armas y las guardaba.

—¿De que habla, abuelo? —preguntó indignado Horacio con sus mejillas tan rojas como dos tomates, los cuales parecieron explotar de color cuando el Comisario volteó a verlo.

El Volkacio pa' miWhere stories live. Discover now