La batalla sin comenzar es la más dura

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—¿Vais a ir a la fiesta del viernes, compis? —pregunta Leonidas al dúo dinámico, después de que los tres hayan atendido una demanda en Comisaría. 

—¿A que fiesta se refiere? —pregunta confundido Gustabo, enarcando una ceja en un intento de recordar si había oído hablar de alguna fiesta antes— Creo que no nos invitaron, ¿que hay de ti, Horacio? —volteó hacia su hermano, quien yacía sentando en la silla de recepción escribiendo en su móvil con una sonrisa tonta en sus labios— ¿Horacio? 

—¿Cómo? ¿Qué sucede? —eleva la mirada al escuchar su nombre— ¿Me llamais? 

—Hey… —llama su hermano en un tono juguetón— ¿Desde cuando usas tanto el móvil? —acercó su cabeza en un intento de ver que hacía el contrario— ¿A quien le escribes, eh? 

—A nadie, a nadie —niega este con una sonrisa nerviosa, retirando el teléfono del campo de visión cotrario, guardandolo en su bolsillo— ¿Qué decías? 

—Uuh —animó Leonidas llegando al lado de Horacio, sentadose en una silla aparte y mirando coqueto a este— ¿Tiene un amante, Señor Horacio?

—¿Di-Disculpa?

—Nunca pensé que era de los que olvidaban rápido a sus amores, dígame, ¿cómo hizo para olvidarse de Volkov? ¿Acaso lo vio desnudo en las duchas y se arrepintió? 

—¿Pero cómo…? —eleva su voz Horacio, rojo de la vergüenza al imaginarse a Viktor Volkov completamente desnudo frente a él. Negó con rapidez en intentó callar las risas de Leonidas, pero alguien lo hizo antes dándole un golpe en la cabeza al rubio. 

—¡Capullos! —Conway— ¿Por qué estais cacareando en vez de estar trabajando? —pasó a un lado del grupo de la oficina. 

—Ayyy, Zupeh —lanzó un quejido Leo mientras sobaba su cabeza y eliminando el dolor producido por la porra. 

—No seas llorón, Justin. 

—Usted muy hombre — susurra y rueda sus ojos, colocándolos en blanco con molestia— Por cierto, ¿no le ha comentado a Horacio y Gustabo de la fiesta del viernes? 

—Por supuesto que no —comenta el mayor guardando la porra y sacando su móvil del bolsillo para revisarlo. 

—¿Ves Leonidas? —señala Gustabo al mayor— El viejo no nos quiere cerca, no te preocupes que igual no somos mucho de fiestas, ¿verdad, Horacio? —voltea hacia su hermano, buscando su aprobación y lo único que encuentra que es al chico completamente sumergido en su teléfono con su sonrisa tonta— ¿Horacio? 

En silencio, Leonidas posa un dedo entre sus labios hacia Gustabo para que no dijera nada. Poco a poco se fue acercando al de cresta, rodeandolo por la silla y así averiguar que tanto hacía con el móvil. 

Asomó su cabeza un poco hasta darse cuenta que estaba escribiendo un mensaje de texto, un mensaje para un contacto que decía "Claudio" con un emoticono de estrella a un lado. 

—¿Quién es Claudio? —preguntó el Superintendente Conway a espaldas de Horacio. 

—¡Hostia, qué susto! —grita el chico al caerse de la silla del escritorio cuando escuchó la voz del abuelo en su nuca— ¿Por qué estais cotilleando? —pregunta con el entrecejo fruncido al ver cómo Gustabo, Leonidas, Greco y Conway yacían detrás de la silla para espiar las acciones del chico con cresta— ¿Greco? ¿De dónde saliste? —asombrado por su presencia, pregunta. 

—Del fruto del amor de mis padres —responde con una sonrisa y pequeña risa suave. 

—Sois unos cotillas —responde con molestia levantándose del suelo y limpiando su ropa con rudeza. 

El Volkacio pa' miWhere stories live. Discover now