Gustabo el sapo

15.2K 1.8K 1.9K
                                    

Maratón (1/?)

—¡Banda de anormales! ¡Inutiles! ¡Insensatos!

La noche del día siguiente había llegado, y con ello también las maldiciones y regaños por parte de un Conway completamente molesto con porra en mano, acusando a los hermanos de haber realizado un Código 3 sin instrucciones dadas por un superior.

—Me fui de la ciudad por unos días —comenta euforico— ¿Y es así como trabajaís?

—Mire el lado bueno, Super —dijo Gustabo frente al mayor en su despacho— Horacio va a cumplir su fantasía sexual —señala al contrario, el cual abrió los ojos con asombro de lo que estaba diciendo— Tiene varios días soñando en follarse al niño asustado y por fin lo invitó a salir.

—Gustabo, por favor… —susurra Horacio completamente avergonzado, intentando ocultar su rostro del superior en frente suya.

—¿Qué? —voltea a verlo sin entender— ¿No eres tú quién anda soñando con que te den duro contra el muro? ¿O vas a ser tú el que va a dar?

—¡Gustabo! —llamó Jack Conway cuando se dio cuenta lo mucho que estaba hablando y lo poco apropiado que era ese tema de conversación.

—¿QUÉ? —preguntó sin entender, para luego ver el rostro fruncido de Horacio viéndolo fijamente y retirándose del despacho sin decir una sola palabra— ¿Y ese que tiene?

—¿Eres gilipollas o te haces, Gustabin? —habla con sarcasmo el de camisa blanca y corbata negra— No entiendo cómo alguien puede ser tan poco apropiado.

—Pff… Mire quién habla, nos riñe porque no acatamos órdenes de arriba, pero mire como se la pasan insultandonos a nuestras espaldas en el cuerpo —acusó con molestia, señalando al mayor y frunciendo su ceño al levantarse de la silla— Usted no es el hombre apropiado para conducir esta malla, todos sus hombres son unos idiotas, unos imbéciles que ni siquiera saben usar una puta arma.

Conway realizó una mueca al escuchar sus palabras de furia, sentía que debía de oírlas, todas y cada una de ellas. Las unicas personas de hoy día que podía escuchar y tolerar sermones era Gustabo y Volkov, y a veces era bueno para saber así en que estaba fallando como líder.

—¿A que viene eso? —pregunta fingiendo no tener importancia en lo que dice.

—¿Cómo que a qué viene? —se indigna levantando el tono de voz— Déjeme decirle que los pocos meses que llevamos aquí como alumnos, hemos estado con casi todos sus hombres en QRR, robos o lo que sea, y no hay nadie aquí que sea incluso mejor tirador que Horacio, ni mejor conductor que yo.

—Bah —bufa levantándose de su asiento, estirando su ropa. El rubio se coloca rojo de la furia ante el acto despectivo— ¿En serio te crees mejor que el resto de tus compañeros?

—Ellos no son mis compañeros, yo no tengo amigos ni compañeros. Que lo tenga bien claro. Buenas noches.

Finalizando la conversación salió de la oficina de un portazo bastante rudo. Gustabo no entendía porque las personas formaban tanto jaleo últimamente, era estúpido desde su punto de vista.

Al salir del despacho y de los infinitos pasillos del piso superior, estuvo a punto de bajar las escaleras pero al ver a Horacio en la terraza cambió de opinión y se acercó a él cauteloso, estaba hablando por radio.

—10-4, Greco —responde el de cresta afincado en la baranda y con una mirada sin ánimo— Por cierto, tengo algo que daros a ti y a Moussa, por favor encotremonos después del tur… —no terminó de hablar, Gustabo yacía a su lado con una sonrisa nerviosa— ¿Qué pasa, Gustabo?

—¿Patrullamos o qué? —señaló a sus espaldas con su dedo pulgar, como si fueran a salir por ese lado.

Al escuchar esas repentinas palabras no esperadas por el de cresta, quedó en silencio, intensificando su ceño fruncido que levemente se marcaba.

—¿Vienes a decirme eso? —pregunta arisco el de pelos ahora verdes.

Gustabo asiente y se encoge de hombros.

—Eres increíble, Gustabo —soltó con sarcasmo, bufando y odiando cada célula del cuerpo ajeno. El contrario sólo elevó una ceja llena de confusión— ¿Crees que después de lo que le dijiste al Superintendente voy a actuar como si nada hubiera pasado?

—Pero, —soltó— ¿no hacemos eso siempre?

—Lo hago y lo hacía, no más, Gustabo —intensificó su tono de voz, completamente molesto. Incluso las personas fuera de Comisaría detuvieron sus pasos para ver a los dos hombres discutiendo en la terraza— No más, siempre me he aguantado toda tu mierda, he sido tu conejillo de indias, he estado a tu lado casi toda TU vida, y digo TU vida porque creo que jamás viví la mía acorde.

El rubio quedó congelado, no sabía que decir o hacer. Jamás había visto ni escuchado a Horacio tan molesto en su vida, o al menos, molesto con él.

—¿¡Que no te he dejado vivir dices!? —grita ahora indignado empujando al de cresta por el hombro para que lo viera a los ojos— ¿Quién es el que te ha dicho de ir a hacer lo que quieras siempre? ¿AH? ¿ACASO YO TE RENTEGO PARA QUE NO TE FOLLES A VOLKOV?

—¿Cómo te atreves a meter a Volkov en esto? —pregunta completamente irritado— ¡Jamas dije nada respecto a él, ¿que te pasa?!

—¿No? ¿Entonces quién es el que anda molesto por que le dije al Superintendente que andas teniendo fantasías con él?

—¿Y? ¿Y? —preguntó rojo de la vergüenza, pero tragándose esta— ¿Qué, sí sueño con follarme a Volkov? ¡Me gusta y no puedo evitarlo! ¡NO PUEDO GUSTABO! Y que yo te cuente cosas mias no te da derecho a estarlo esparciendo por ahí como una rata con su comida, cabron.

Ambos hombres quedaron completamente estáticos en sus posiciones, mirándose fijamente a sus ojos con respiraciones descontroladas de tanta furia interna almacenada por mucho tiempo.

—¿Me has dicho rata?

—¿De verdad solo te quedaste con eso? —susurra incrédulo y bufando con gracia— No lo puedo creer.

Golpea con suavidad la baranda para no formar un escándalo mucho más grande del que estaban formando. Voltea hacia la puerta de la terraza y comienza su trayecto de salida.

—¿Horacio? ¡Horacio! —llama el rubio sin entender porque se había ido de manera repentina, sin haberse reconciliado de una vez, como solían hacerlo.

—¡Que te den por culo, Gustabo!

Dando grandes zancadas bajó por las escaleras de Comisaría, su ceño fruncido con fuerza denotaba cuán molesto estaba, murmuraba y refunfuñaba maldiciones para Gustabo.

Se sentía tan avergonzado y dolido por cómo una vez más fue traicionado y corrompido por su hermano manipulador. Saliendo por la puerta trasera de Comisaría sin siquiera salir de turno, recordaba los momentos en que su hermano le aconsejaba hacer distintos actos en su beneficio y él no salir perjudicado.

Cómo si nada de eso le diera igual a Gustabo.

—Ehh… —habló por radio un agente— ¿Es idea mía o… el alumno Horacio ha dejado la radio encendida? —quedó en silencio por unos segundos, el de cresta abrió los ojos sin poder creerlo— Creo que la malla escuchó cosas que no debíamos escuchar.

—Callese, Brown y siga con su trabajo —respondió Volkov con total seriedad.

+++

Fuk zapos.

Así quedaron Horacio y Gustabo 🤡

El Volkacio pa' miWhere stories live. Discover now