Capitulo 34

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Casa de León y Jill, al día siguiente

Pesé a que la castaña permaneció a su lado todo el tiempo, El agente no pudo dormir más de 3 horas durante la noche anterior.

Cuando los primeros rayos de sol tocaron su ventana, León se levantó, preparó algo de café y encendió su computadora en busca de respuestas.
La mujer se quedó en el mismo sitio, apoyándolo a distancia.

Alrededor de una hora más tarde, El rubio había acabado y para su mala fortuna, no obtuvo más que una cara de decepción que desoló toda la habitación.
Jill se acercó lentamente y lo abrazó, hizo que él hundiera su rostro en su pecho mientras volvia aquél sentimiento de impotencia.

Entre dientes y de manera muy suave, la Sra. Kennedy le dijo:

—Tranquilo cielo, Aquí estoy yo... No te preocupes, no estás sólo en este momento.

Al pasar el rato, Ella preparó el desayuno pero el hombre no pudo tocar nada del plato, simplemente no tenía apetito, su mente estaba en otra parte y vagaba en cualquier posibilidad de esperanza hacia su joven rubia.

Al pasar el rato, Ella preparó el desayuno pero el hombre no pudo tocar nada del plato, simplemente no tenía apetito, su mente estaba en otra parte y vagaba en cualquier posibilidad de esperanza hacia su joven rubia

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Las horas pasaron y Jill recordó lo prometido a la señora Cecy, el día anterior, debía asistir al convenio y cumplir con su palabra.

Con todo el dolor del mundo, La castaña bajó a su sala ya cambiada y lista para irse.
Justo enfrente de la televisión, yacía su esposo afligido y maltrecho, Tenía una mirada errática y perdida, sus ojos azules estaba muy brillantes, motivó por los sollozos que había tenido horas antes.

Jill se acercó a él, se sentó enfrente y justo al estar a la misma altura, tomó su mano.
Los pequeños y delgados dedos de la mujer, se entrelazaron y se unieron al unísono como si una sinfónia se tratase, mientras ella hacia todo lo humanamente para intentar consolar a su esposo.

Ella esperó una reacción de él, al  tocar su mano, está no fue enseguida, pero al cabo de un instante, León dejó de respirar de forma pesada y apartir de la presencia de la mujer, su temple pareció mucho más de alivio.

—¿Ya estás mejor cielo?...

León lentamente comenzó a asentir, mientras subía sus ojos hacia los de su esposa.
Justo al momento en el cual ambas visiones colisionaron, El agente fue incapaz de ocultar una leve sonrisa a ella.

—Estoy bien...—Musito sin dejar de mirarla.

Jill le correspondío con una sonrisa, y se precipitó al hombre para darle un dulce beso en la frente.

—Todo va estar bien cielo, ya lo verás...

Después de mostrar su afecto, la castaña tomó su bolso y llaves del auto, a tiempo que decía:

—¿Puedes cuidar de Dana?... Saldré al centro y posiblemente me demore.

El agente asintió sin decir nada, aún estaba tocado anímicamente y su voz no era más que quebradiza, de ahí el motivo de no expresar una palabra.

La historia de Leon y Jill 2Where stories live. Discover now