Capitulo 40

337 28 8
                                    

Casa de los Kennedy

Pesé a la negativa de su consciencia y mente, El agente entró a casa.
Aún seguía muy afectado por lo sucedido, y la simple idea de ver a su mujer cuestionando donde estuvo la noche anterior, le causaba cierta decepción y fervor consigo mismo.

Aún seguía muy afectado por lo sucedido, y la simple idea de ver a su mujer cuestionando donde estuvo la noche anterior, le causaba cierta decepción y fervor consigo mismo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

No pasó mucho tiempo para que su esposa escuchara sus pisadas en el pasillo.
Al salir de la cocina, lo encontró parado a un lado de las escaleras.

La reacción de ella no fue otra más que de alivio, Dejó caer la cuchara que llevaba en su mano derecha y corrió para abrazar a su marido.

—León, me tenías muy preocupada—Habló en medio de su abrazo.

Por supuesto el agente le correspondío, pero al instante no pudo evitar sentir un profundo vacío al sentir el cuerpo de Jill al hacer contacto en su pecho.
Parecía como si fuera algo gris, sin sabor... Sin nada, absolutamente nada.

Cuando la mujer se despegó, subió sus ambas manos al rostro de su esposo, Estando ahí, lo miró dulce y tiernamente, a tiempo que decía:

—Cielo, anoche no dormí ni un poco... Creí que algo te había pasado, la angustia me impidió descansar... Pero me da gusto que esté bien.

León se mantuvo mirándola fijamente, mientras ella tocaba su rostro.
Al poco tiempo de continuar observando los ojos azules de Jill, El hombre no pudo evitar pensar en lo que había hecho, en el sacrilegio que había consumado, La traición hacia su esposa.

Casi como si fuera un pensamiento fugaz, El agente recordó el día en que él y Jill, subieron al altar juntos de par en par... Ella vestida de forma tradicional a la de una boda, las personas cercanas habían asistido y ninguna quería perderse aquel inédito momento.
Aquel día era perfecto, el sol era brillante, su luz irradiaba el lugar y la ambientación era tal, que resultaba todo un sueño de cuentos de adas del cual nadie quisiera despertar.

Cuando el padre dijo sus palabras y le permitió a León quitarle el velo a Jill, El agente tomó las delicadas manos de su, hasta ese momento prometida, y la miró... Ella hizo lo mismo, un orgasmo visual se formó entre ambos, La mujer estaba al borde de las lágrimas y León, fiel a su estilo, permanecía mesurado en todo momento.

—Te prometo mi lealtad, mi corazón y mi alma para toda la eternidad... Tienes mi palabra, y Dios estará de testigo.

Aquéllas tiernas palabras fueron acompañadas de una gran soltura y delicadeza, León estaba profundamente enamorado de Jill y así era como lo manifestaba.
Ella no se contuvo más, y una que otra ligera lágrima brotó de su ojos, a tiempo que León tocaba su mejilla tiernamente y decía:

—Nunca más, volverás a llorar por un hombre—Sin esperar más tiempo, se acercó a ella y la besó profundamente, en medio de tantos aplausos y elogios a la nueva familia Kennedy que el destino se había molestado en juntar.

La historia de Leon y Jill 2Where stories live. Discover now