Capítulo 1

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Egipto, 1992.

Sólo se escuchaban sus pasos, pues el corto tacón de las botas que llevaba hacía que el eco resonase por todo el largo y frío pasillo. Era un lugar inmenso y oscuro, donde sólo podía ver gracias a su varita y a la luz que emanaba desde la punta de la misma. "Sólo es un trozo de madera" había dicho un muggle tras registrarla y simplemente encontrar eso. Ella sólo comentó que era un amuleto de la suerte, y los hombres de la aduana la miraron como si estuviera loca. Pero ya estaba acostumbrada a ello. Al fin y al cabo, los muggles y su arrogancia daban para estudiarlos durante horas.

Pero ella no estaba en aquel lugar para eso. No había viajado hasta Egipto para estudiar a los muggles, sino para encargarse de lo que realmente adoraba; las criaturas mágicas. Si bien solía trabajar para diferentes instituciones, este era uno de los encargos que más dinero le ofrecían. Pensando en ello, era normal. Estábamos hablando del banco de Gringotts, y esta parecía ser una excavación de la que esperaban sacar un importante beneficio, viendo el campamento tan enorme que habían montado.

Según sus informes, había una criatura que les acechaba, pero nunca lograban dar con ella. Habían descartado que se tratase de una maldición porque, bueno, tenían a un amplio equipo de rompemaldiciones trabajando y todos parecían estar de acuerdo en que lo que enfrentaban era una criatura.

Así que allí estaba. Nia Edevane, magizoologista, graduada de Hogwarts hacía apenas un año, que había aparecido únicamente con su varita y un maletín de piel de dragón. Había sido llamada por el mismo jefe de la excavación en persona para investigar y neutralizar lo que fuera que hubiese en las pirámides, en Egipto, que era lo que estaba recorriendo en aquel momento a pesar de las advertencias sobre que no debería adentrarse ella sola. Su paso era seguro, pero, a decir verdad, Nia estaba algo alarmada por la situación. Todos aquellos rompemaldiciones... Si realmente había una criatura mágica allí, lo más probable es que si la encontraban, la dañarían. Y su cometido era proteger a todas las criaturas mágicas de los humanos, porque digamos que... Bueno, siempre han tendido más a atacar que preguntar. Sobre todo, si estábamos hablando de rompemaldiciones. Los que había conocido eran impulsivos. Demasiado. Sabía perfectamente que hacer una afirmación que abarcase a tantas personas siempre daría errores porque usualmente había excepciones, pero... No iba a esperar a que por "suerte" la criatura se encontrase a la única excepción de todo aquel enorme campamento.

Después de un rato caminando, divisó algo de luz al final y apresuró el paso. ¿Cómo era posible que no se hubieran tomado la molestia siquiera de iluminar su espacio de trabajo? Para ella, tan acostumbrada a trabajar en espacios abiertos e iluminados en su mayoría, aquel trabajo parecía que iba a ser más un infierno que otra cosa. Sobre todo, si iba a consistir en buscar criaturas en un espacio tan estrecho. Era sumamente incómodo.

Llegó por fin hasta la sala, y la luz que emanaba de su varita se apagó a la vez que ella la bajaba, para mirar alrededor y descubrir dónde se había metido exactamente. La sala parecía tener cuatro salidas. La primera estaba justamente delante suya a bastantes metros, completamente inaccesible y tapiada. Había dos huecos, uno a la izquierda y otro a la derecha de la sala, que descubrían caminos alternativos. Y la cuarta salida estaba justamente detrás suya; era lo que conectaba con la entrada de la pirámide. Las paredes de la sala estaban repletas de jeroglíficos y lo que interpretó como runas antiguas, aunque ella nunca las había estudiado y apenas le sonaban uno o dos símbolos.

También allí, y al escucharla llegar, dos hombres de los tres que estaban en la sala, aparentemente trabajando, se giraron hacia ella. El tercero parecía estar completamente absorto en las runas, así que Nia apenas le prestó atención. Tenía más problemas con los dos imbéciles que la miraban ahora de arriba abajo. Claro, había olvidado que continuaba viviendo en una sociedad en la que apenas había mujeres en aquel campamento, y por muy mágica y "avanzada" que presumiera ser, continuaban dándose esos casos.

Lo que el desierto esconde || Bill WeasleyWhere stories live. Discover now