CAPÍTULO 34

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El matrimonio Montero tenía una hora de estar cabalgando juntos por primera vez. Para sorpresa de Rogelio, la adrenalina aunada con el temor de que algo malo le sucediera al amor de su vida, habían provocado que subiera al caballo sin detenerse a pensar en nada más que alcanzarla. Pero ahora que todo pasó, (y por fortuna no tuvo consecuencias desagradables), podía sentir en cada fibra de su cuerpo, la emoción por volver a cabalgar como hace tantos años no lo hacía.

Por otro lado; Paula no dejaba de mirar la sonrisa tan amplia reflejada en el rostro de su esposo y que le demostraba la felicidad que estaba sintiendo por volver a montar después de aquél terrible accidente. Verlo de esa forma la llenaba de una inusitada alegría, pues lo único que deseaba era que estuviera contento. Pero lo que más la conmovía, era el hecho de que mantenía el galope de su caballo a la par del suyo, aunque eso significara tener que contener el sentimiento de libertad reprimido por años.

Rogelio voltea a verla y se acerca con su mano extendida, Paula corresponde sin dejar de sonreír, porque con todo y la emoción que él tenía, no dejaba de ser detallista. La cabalgata se convierte en trote y aunque no decían nada, no había necesidad, pues el hermoso paisaje sumado a su alegría de compartir un momento tan maravilloso, era más que suficiente.

Hacienda del Fuerte – Recámara del matrimonio Montero

Jennifer trataba de que el pequeño Rogelio se tomara su leche, (de los dos gemelos, éste era el más rebelde en casi todos los aspectos). Federico no le costó tanto trabajo porque en cuanto le dio el biberón, se lo terminó muy rápido e inmediatamente se quedó dormido. Un poco cansada de lidiar sola con el problema, deja al bebé junto a su hermano y sale a buscar ayuda. Su primer intento fue Laura, pero la encontró en el comedor junto con Mary recién acabadas de sentarse a comer. Así que se dirigió con su segundo intento, (María), sin embargo no la vio en ningún lado. Cuando iba hacia la sala se topa con Pancho que le dice que María estaba durmiendo y que Juanita fue con los peones a repartirles algo de comida pues necesitaban sacar unos pedidos urgentes para el señor Sanders. Al oír la mención de Edward, se encamina a su cuarto en donde toca con insistencia. Luego de unos breves segundos le abre.

Jennifer: ¡Hi Mr. Sanders!

Edward: ¿Qué se le ofrece señorita Smith?

Jennifer: ¡Mire!, según recuerdo, Ana nos encargó a los gemelos y en las casi dos horas de que sus dads no están, usted no se ha dignado a ayudarme.

Edward: ¿No se supone que tienen una nana?, además me parece que también está la servidumbre.

Jennifer: Rogelio y Ana no son de esos padres que delegan su responsabilidad a terceros, nanas o el servicio, ¡bueno!, hoy sí porque tienen mucho de no pasar tiempo como esposos.

Edward: ¿Y no le duele?

Jennifer: (¿?), ¿Qué es lo que me debe doler?

Edward: Que hayan ido a disfrutarse como esposos.

Jennifer: ¡Por supuesto que no!, ambos son my friends.

Edward: (sarcástico), ¿Amigos?, no sabía que a la señora Montero le gustara compartir a su marido con sus amistades.

Jennifer iba a contestarle pero lo piensa mejor y da la vuelta para regresar con los gemelos. La humillación que sentía era tan grande que sin más se pone a llorar recriminándose al mismo tiempo por no ser capaz de contener sus lágrimas. Como una forma de calmarse, toma en sus brazos al pequeño Rogelio, (Federico seguía dormido), y se sienta en un sillón. El bebé no emitía ningún llanto, sólo se le quedaba viendo. Esto la hizo quitar sus lágrimas y fingir una sonrisa.

Jennifer: Te me quedas viendo igual de intrigado que tu padre, con razón Ana te llamó Rogelio, (solloza), Ojalá tuviera la suerte de tu madre, de ese modo el hombre que amo podría amarme igual.

LQNP: HISTORIA DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora