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PDV de Emily

La copa de vino de Adam yacía vacía sobre el delicado mantel que cubría la mesa, sus mejillas tenían un pequeño brillo rojizo, pero no podía decir si era por el alcohol o por lo lleno de este restaurante, aun con el extenso espacio que ofrecía el lugar entre mesa y mesa, Adam se notaba incómodo con la presencia de los demás.

Mi plato estaba a medio terminar, las palabras de Adam seguían saliendo de su boca con facilidad, una pequeña sonrisa de dibujaba en su rostro al hablar de temas que no tenían que ver nada con la empresa, y con las cuatro juntas a las que tuvo que ir el día de hoy; me había hablado de Lana, de su infancia, de sus amigos, de sus mascotas, parecía una fuente sin fondo.

—Debo haberte cansado ya, ¿no?

—Para nada—volví a tomar mi tenedor y lo lleve a mi boca— ¿puedo pedir esto para llevar?

—No estoy seguro que tengan la opción para llevar, pero podrías preguntarle al mesero, discúlpame un par de minutos, debo ir al baño. —limpió la comisura de su boca con la servilleta y se levantó con delicadeza; su saco yacía en el pequeño perchero que nos habían traído al sentarnos, su teléfono no dejaba de parpadear.

Estiré mi mano hacia su teléfono y le di la vuelta, sabía que estaba cansado de recibir mil y un correos de su trabajo, quizá ignorarlos por una noche, no le causarían daño; tenía la esperanza de que Adam se sintiera mejor el día de hoy, que descansara más de cuatro horas, y que con suerte, no pusiera resistencia al dormir.

— ¿Gusta que rellene la copa de su acompañante, señorita? —preguntó amablemente el mesero que nos había atendido desde que llegamos a la mesa— ¿o gusta alguna copa para usted?

—No te preocupes, estamos bien, ¿crees que pueda pedirte esto para llevar?

—Claro, ¿gusta que lo retire ahora? —Asentí— perfecto, avíseme si necesitan algo más.

Adam volvió a la mesa justo al momento en que el mesero se alejaba con mi plato, tomó asiento de nuevo y ajusto su vista hacia mí.

— ¿Te ha gustado la cena? —Asentí—, espero tengas espacio para el postre.

—No, creo que de verdad me he llenado, no había comido tanto desde con Marissa.

Sonrió antes de levantar la mano y pedir la cuenta, mi plato había regresado a nosotros en un pequeño contenedor de color oscuro, y una pequeña bolsa acartonada del mismo color, Adam pasó su tarjeta y espero unos segundos para firmar el pequeño papel que la maquinita había impreso para él.

Un fino y rápido trazo llenó el papel y lo devolvió al mesero, una pequeña copia le fue entregada y lo siguiente que vi fue la mano de Adam alcanzado su abrigo y su cartera volviendo a su bolsillo, me levanté con cuidado y dejé la pequeña servilleta de nuevo en la mesa, salimos del restaurante prendidos de las manos y Adam se fue despidiendo de las personas que se encontraban al frente, pero para mi mala suerte, hablaban inglés y fránces.

— ¿Les has dicho un conjuro o qué ha sido eso?

—Sólo les he agradecido por hacernos un espacio en las reservaciones de la noche, no tenían ningún lugar desde hace dos semanas; además, quizá no lo notaste pero acabas de cenar en uno de los mejores restaurantes de New York.

— ¿Por eso no me has dejado ver el menú? —Asintió— Adam, ¿Cuánto gastaste?

—Lo suficiente para una cena contigo y me dejaran estar sin saco en el dining room, ahora camina—jaló de mí hacia su costado y me estrechó con su brazo, emanaba un ligero olor a vino y sus ojos no dejaban de ver hacia el frente. — ¿Quieres caminar hasta el hotel o deberíamos llamar para que vengan por nosotros? Usualmente tomaría un taxi, pero no tengo efectivo.

ADAM - en edición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora