NOCHE.

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La noche me parecía eterna, no sabía cuándo había surgido es sensación, pero ahora estaba presente todo el tiempo, no me sentía mal por no querer dormir, al contrario, sentía cierta satisfacción el poder vivir un poco más por las noches.

Observaba el ventanal y, más allá, veía la luna con sus pocas estrellas rodeándola, la casa estaba callada, Marissa y los demás habían ido a su hogar por sus días de descanso, Emily y yo eramos los únicos seres vivos dentro de las inmensas paredes, odiaba tenerla en casa, odiaba la presencia de alguien nuevo.

Era una chica bellísima, de eso no tenía duda, pero no me llamaba la atención ser amigo suyo, no había tema de conversación que pudiera entablar con ella, no por ella, sino por mí.

Un par de noches atrás la había escuchado gritar en sus sueños, podía pensar al respecto del por qué y de cierta forma, me sentía mal por ella y por lo que había sucedido en la Casa. La noche en curso no fue la excepción a sus pesadillas, quizá rondando las dos o tres de la mañana pude escuchar sus lloriqueos a través de los pasillos desnudos que conectaban una habitación con otra.

Esta noche nadie despertaría a Emily a menos que fuese yo, a pesar de la indiferencia que quería conservar hacia ella, añoraba un poco más la tranquilidad de esta noche, quité las sábanas de mi cuerpo, salí de la cama y tomé la camisa que había dejado en el suelo.

―Un poco de silencio jamás ha lastimado a nadie, Emily― pronuncié para mi mismo saliendo al pasillo.

Me dirigí a la puerta de Emily y entré sin más, conocía las habitaciones de esta casa como la palma de mi mano, yo había escogido la habitación donde dormía en este momento, me acerqué a su cama, su diminuto cuerpo estaba aterrorizado entre las sabanas, la luz de la luna rebotaba por toda ella; golpeé la base de su cama en un intento de hacerla despertar.

―Garden...

Emily gritó de nuevo, sus mejillas eran brillosas a causa de las lágrimas y la luz de su ventana; gritó con más fuerza, estaba doliendo en sus sueños, no quería saber que le habían hecho para tener que sentirse así cuando debería estar descansando.

Me hinque en la orilla de su cama, le tome por los hombros, reprimí las ganas de vomitar, y me aferré al hecho de que no estaba tocando su piel, sino que la tela de su camisa, agité su delgado cuerpo en otro intento de despertarla y que supiera donde estaba.

―Emily... Em...

Apenas y pudo mantener los ojos abiertos por el corto periodo en que reaccionó, se aferró con fuerza a mi torso, podía sentir el calor de su cuerpo contra mi pecho, estaba asustada, lo sabía, lo podía sentir. Se aferraba a mi como si fuera el último pedazo de madera flotando en un océano, sus delgadas manos apretaban con fuerza la parte posterior de mis costillas.

―Emi... ― apretó sus brazos una vez más, sus sollozos cada vez eran más altos; baje mis manos a la altura de su cabeza e hice lo que alguna vez alguna de mis nanas hizo conmigo años atrás, acaricié su cabello con delicadeza, quizá intentando pasarle cierto conforte.

Su agarré comenzó a desaparecer después de un par de minutos, le ayudé a recostarse de nuevo, sostuve la base de su cabeza y le acomodé sobre la almohada, su respiración se normalizó a los pocos minutos.

Salí de su habitación tan rápido como pude, un pesado hormigueo se arrastraba por toda mi piel, el asco consumía cada diminuta parte de mí; entré a mis cuatro paredes y me encaminé al baño, tuve que respirar un par de veces para no vomitar, me deshice de la camisa que había usado, vi los semicírculos de las uñas de Emily marcados alrededor mío.

Esta chica iba a ser el fin de mi existencia.

ADAM - en edición.Where stories live. Discover now