33.

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Me pregunto si de hecho soy suficiente, si al menos valgo la pena para alguien; estoy perdido y eso me mata. Me deje caer sobre la roca que daba al acantilado y saqué el paquete de cigarrillos que guardaba en el bolsillo trasero junto al encendedor. Había besado a Emily una vez más, pero no lo quise seguir, sabía que lloraría de rabia por mis decisiones, le alejé de mí y salí a paso rápido de mi cerrada oficina, lo último que escuche fue el suspiro de Emily tras la puerta cerrándose a mis espaldas y el motor del auto encenderse. Había manejado por al menos una hora sin ningún rumbo, y aun así me encontré a mí mismo camino al origen de mi ser, aún podía ver los contenedores de carga abandonados hacia mucho tiempo ya, el sonido de la música aun entraba vibrante en mis oídos, sentía el alcohol mezclándose con lo que sea que hubiera consumido aquella noche, y los pensamientos tan revoltosos e impetuosos que surgieron en mí.

Las imágenes aún estaban en mi mente, no era algo que pudiese borrar o tirar a la basura como a una bola de papel, tampoco podía enterrarlo en lo más recóndito de mi memoria porque ya antes lo había intentado, y todo lo que lograba era que volviera a surgir como la maleza de jardín. Todavía escuchaba a Damián diciéndome mil y un mentiras para mis padres e ir a la maldita fiesta, para alguien de 17 años, mentir no era tan difícil, y menos si se trataba de mí, me conocía perfectamente, no iba a decir que no a meterme en problemas, vaya estupidez. Morett enloquecería al verme llegar oliendo a alcohol, o incluso con un poco de labial en la camisa, pero qué más daba para mí en aquel entonces, sólo era diversión, un poco de estupidez por mi odio irracional a la mujer que llamaba madre.

Sentía las manos de las personas a mi alrededor, era imposible caminar por los espacios tan angostos de las cajas de carga conectadas entre sí, era un laberinto que alguien había hecho con tiempo de sobra y un poco de dinero en billetera para pagarle a alguien a quién las moviera, no recordaba ni qué, ni cuánto había tomado, o que me había metido, pero sabía que limpio no estaba, la cabeza me daba tantas vueltas que me sorprendía a mí mismo el no desplomarme.

Mí alrededor aún giraba pasadas la media noche, no recordaba la hora a la que había llegado, ni cuándo había perdido a Damián de mi vista. Vaya que si no estaba muy tocado.

Recuerdo el cuerpo de la chica que estaba frente a mí bailando, sus caderas apenas se despegaban de mí, y yo no intentaba el quitarla tampoco, qué más daba en aquel entonces ¿no?, recuerdo dejarla desabotonar los primeros botones de mi camisa, la deje, incluso, pasar sus manos por mi pecho sin ninguna vergüenza, sus labios tocaron mi cuello pero jamás mi boca, tampoco parecía importarle el volver a hablarme después de esto porque, siendo realistas, sólo nos habíamos cruzado dos o tres veces en los pasillos de la preparatoria, y su fama no era de establecer una relación con nada que no fuera el acohol. Apagué el cigarrillo pensando que de igual forma apagaría el tormentoso recuerdo que me invadía.

Retomé las llaves del auto y emprendí mi camino de vuelta al auto negro que brillaba con la luz de la luna, no quería regresar a casa, pero tenía que, había algo que me obligaba a sentarme frente al volante y retomar el caminó

— ¿Adam? —Drew salió de las sombras —, ¿todo bien?

— ¿Me seguiste?

—Ojalá no lo hubiera hecho, pero sí — se recargó en mi auto —, ¿qué fue lo qué pasó con Emily? Tú saliste más rápido que nada, y Emily se quedó ahí como por cinco minutos antes de que yo tomara las llaves del otro auto y te alcanzara.

— ¿Te ha dicho algo?— negó sin más — entonces, ¿por qué me seguiste?

—No te he seguido como tu trabajador, te he seguido como tu amigo, o conocido; y escuché algo de lo que hablaste con Marissa.

—Vaya, ¿cuándo te enseñé a escuchar a escondidas?

—No había por qué enseñarme; pero el tema es Emily, ¿cuál es el problema?

Suspiré y me recargué en el frente del auto, a Drew le importaba Emily desde el primer día que habló con ella, se le notaba a leguas.

—No voy a cambiar mi decisión Drew, ojalá pudiera, pero ya la tomé.

— ¿La solución que encuentra es ser un maldito cabrón? —me giré por segundos hacia él y asentí—, vaya que el tema sí es complicado entonces.

—Ojalá no lo fuera, Drew. Sólo necesitaba amor, quería sentirme malditamente feliz, como antes y en su momento pensé que el dinero me lo regresaría, o incluso tener a alguien más en casa, compañía, la que fuera, pero no; deseaba tanto ser feliz que me ahogue en la desesperación, y me rendí— tomé un suspiro y sequé la lagrima que intentaba bajar hasta mi barbilla—, pero Emily, oh carajo, Emily es todo lo que quería: su aroma a lavanda, su castaño cabello, esos lunares, su piel, todo, es lo más cercano a un hogar. Y vaya que no sé cómo cuidarla.

La presión de la mano de Drew se hizo presente en mi hombro, tenía la vista fija en mí, parecía sentir una pizca de tristeza- o pena- por mí; negó con la cabeza y una sonrisa triste.

—Ella tenía que entrar en tu vida, lo sé, la necesitabas, pero tu incapacidad de amar te destruye tanto, Adam, que al final de las palabras no sabes que hiciste. Emily te quiere, no te tiene pena ajena, su corazón es demasiado grande para eso; vio lo bueno en ti, y posiblemente no la merezcas, pero vaya que si a ella le importa siquiera eso. Así que salva tu aliento, y haz las cosas bien. Toma la decisión en la que te lastime más a ti que a ella, o toma la decisión que te hará feliz, pero al final será una mentira que apilar en su memoria.

— ¿La quieres, no es así? Lo entendería si dijeras que sí.

—Ojalá fuera mentira.

Asentí rendido de las palabras.

—Ella merece mejor que yo, no soy quién para hacerla feliz.

(...)

Tome las llaves de la ignición y me quede sentado, necesitaba pensar, carajo, necesitaba muchas cosas. Drew había entrado por la puerta principal, había dejado en claro su punto de vista incluso después de confesar su cariño por Emily.

El frío caló en mi pecho cuando cerré la puerta del conductor, me recargue como quien no quiere volver a donde no quiere; la necesitaba tanto. Baje la vista y cerré los ojos intentando alejar la tristeza de mis ojos.

—Pensé que no volverías...—apenas en un susurro me llegaron sus palabras, sus manos tomaron las mías, y le devolví la mirada—, pensé...

Su delgado cuerpo se levantó apenas unos centímetros del suelo para darme un cálido abrazo, sus manos se aferraron a mí al mismo tiempo que sus brazos me acercaban y presionaban a ella, suspiré el delicioso aroma de sus finos hilos castaños y dejé que su calor me invadiera el pecho. Se separó apenas unos segundos para decir mi nombre y acariciar mis mejillas.

Presioné su mano contra mi mejilla izquiera y me rompí, dejé que mis piezas se desplomasen junto a sus pies. — Lo siento tanto, castaña.

Sus finos dedos limpiaron mis mejillas y me acercó de nuevo a ella para sostenerme.

Ojalá me pudiera quedar así para siempre, pensé.

Volvió a tomar mis mejillas y, casi viendo hasta el fondo de mi alma, unió sus labios con los míos, se sentía tan diferente a las veces anteriores, incluso lo sentía amargo y triste.

—Jonas...

ADAM - en edición.Where stories live. Discover now