43.

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Las cristalinas gotas del frío rocío se pegaban a la creciente barba de Adam, se aferraban con fuerza y evitaban a toda costa caer, no importaba que tan pesados fueran sus pasos, ellas se mantenían ahí, quietas, sin perderse, sin ir a ningún lado que no fuera el mentón de ese sujeto.

La negra bufanda de Adam tenía pequeños brillos adheridos por cualquier lado que se le mirase, eran cortesía de mis rositas y brillosos guantes; él no sabía que existían en esa bufanda, y esperaba que no se diera cuenta por una buena cantidad de horas o días.

— ¿Quieres un café antes de ir a la oficina? — adoraba su voz, tenía ese tono gris que tanto lo caracterizaba, y el día de hoy se mezclaba con uno más de coqueteo — ¿o una tizana?

— Una tizana.

— ¿Quieres un baggel con eso? — negué en silencio mientras Adam miraba fijamente el semáforo que tenía frente de sí.

Habíamos despertado extrañamente temprano y Adam había insistido en caminar a la oficina para que pudiéramos desayunar y tenernos un rato, el clima era frío y un tanto húmedo, el sol intentaba con todas sus fuerzas el brindarnos un poco de calor. El largo saco que portaba y sus negras botas sin agujetas se confundían fácilmente con el húmedo pavimento de la ciudad, su traje informal iba por debajo, junto con más brillos de mi atuendo que se habían pegado al poner su saco sobre la cama. Su mano izquierda me sujetaba con una amorosa presión contra su costado y dentro de su bolsillo, pasaba su dedo pulgar sobre mis nudillos de vez en cuando. 

—Me asusta mucho que estés tan callada, porque sé que cuando lo sueltes, nadie podrá pararte por horas.

—Siento la nariz fría y me incomodan las gotas de rocío en las pestañas— giró los ojos ante mi respuesta—, me duelen las piernas y no precisamente por caminar.

El rubor que recorrió la cara de Adam no se comparaba ni con el rojo de los vestidos que portaba Victoria en la oficina; una media sonrisa se formó en su boca y se fue más rápido de lo que llegó.

—Me duelen por el frío, relaja ese rubor Jonas — reí mientras se llevaba su mano libre a las cejas y las despeinaba, balbuceó por lo bajo un par de insultos — lo siento, no sabía cómo romper el hielo de lo que pasó ayer, y he sentido esa tensión rara desde que nos despertamos y vi tu incomodidad cuando me cambie frente a ti.

—No era incomodidad Emily. — Giró a verme y se acercó más que suficiente a mi cara — Era tensión sexual, y era demasiado temprano como para hacer cardio, ¿no crees?

Lo odiaba.

Golpeé su brazo e intenté contener una risa mientras reanudábamos el paso, Adam era bueno para devolver la misma carta que le jugabas, odiaba que no me dejara poder tener una victoria de mi propio juego.

—Ad, sobre anoche...

—No lo hagas incómodo, Ems.

—No lo haré, sólo quiero saber, — Ad se detuvo justo antes de girar la esquina de la cafetería — pasó lo que pasó porque era lo que queríamos, ¿verdad? No fue por la Casa.

Su mirada cambió a una de extrema preocupación, dejo de sujetar mi mano y llevó sus cálidos dedos a mis mejillas. 

— Fue por nosotros Emily, de eso no hay duda. Lo hicimos porque nos queremos y estábamos ahí. La Casa no entró en esa fórmula. —asentí con vergüenza. —Oh Ems, lamento que lo pensaras de esa forma —me estrechó con fuerza entre sus brazos — te quiero mucho, Castaña, lamento que mi incomodidad de la mañana te hiciera sentir así, después de todo, también fue la primera vez que estuve con alguien y no sabía cuál era el camino que se seguía al día siguiente.

ADAM - en edición.Where stories live. Discover now