30.

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Adam dio un par de pasos hacia atrás cuando el nivel de alcohol en su sangre comenzó a afectarle, tenía los ojos vidriosos pero no dejaba de sonreír, a pesar de estar a punto de caer al suelo, seguía ahí, plantado con una sonrisa en los labios, una sonrisa triste. Intenté acercarme una vez más, pero volvió a extender su brazo, pidiéndome distancia.

El olor a whisky inundaba mis fosas nasales, daba un poco de asco el que su camisa estuviera manchada, y tuviera el cabello lleno de ceniza de cigarro, pero no podía culparlo por tan deplorable vista, cualquiera se olvidaría de como luce si está bajo los efectos del alcohol y acaba de ser rechazado de la peor forma del mundo, sin ningún vistazo a mis palabras, pero no quise sonar así, no de esa forma, Adam sabía que lo estimaba, que sí, en cierta forma estaba enamorada de él, pero simplemente no era tan fácil decirle lo que yo sentía. Jamás había sido fácil para mí.

Tampoco para él.

Lo sabía.

―Déjame ayudarte―dije por tercera vez desde que había entrado a la habitación en busca de él―, la foto es en veinte minutos.

―Es divertido que hayas venido a buscarme― arrastró las palabras y se tambaleó de nuevo―, me acabas de rechazar― bufó divertido―, yo, Adam Blair, acabo de ser rechazado por una chica como tú. ¿En qué estaba pensando?

―Dame esa botella...

―Ah, ah, no te me acerques― levantó el brazo con el que sostenía la botella y se alejó un paso más yendo hacia el baño―, quiero estar solo.

Dejé que mi cuerpo cayera en la cama y me quite los altos tacones que usaba, si quería quitarle esa botella, tendría que valerme de mi fuerza y astucia, Adam era fuerte, no podía negarlo, pero mientras estuviera ebrio, nada pasaba claramente por su mente.
Me abalancé como una pequeña bala hacia él, pareció reaccionar, pero muy tarde, su cuerpo era torpe y su mente estaba lenta. Sujeté su brazo y bajé la maldita botella de una vez por todas.

― ¿Por qué lo dijiste? ― sujetó con una fuerza casi dolorosa la parte baja de mi espalda―, ¿por qué me rechazaste? ¿Soy mala persona? ¿Soy... cruel?

Los ojos lagrimosos de Adam era lo peor que podía ver en toda la noche, en toda la semana, incluso en toda la vida, y tenerlos de forma tan cerca y repentina me hizo sentir peor. Tenía que decirle, aunque me costara, lo que sentía por él. Acaricié sus mejillas y negué, él no era mala persona; acercó su cuerpo al mío y escondió su rostro en el hueco de mi cuello, sus lágrimas resbalaron por mi pecho.

¿Qué sucedía?

―Adam, no eres cruel, eres sarcástico y demasiado educado, pero no cruel.

― ¿Sabes lo malo del cumpleaños de mi padre? ― negué sin emitir sonido alguno, era la segunda vez que cambiaba el tema sin ningún sentido―, que es el mismo día en que Lana sufrió el accidente, y a pesar de todo, no le importa a Morett― levantó la vista y tomó mis mejillas―, ella fue y es la mejor personita del mundo, la única a la que podía llamar familia, ¿sabes?, y luego apareció tu padre, pidiendo ayuda por ti, para sacarte de esa maldita Casa... Y aquí estás, haciéndote pasar por mi pareja, tocándome, y me importas tanto, y te quiero tanto...

Sus palabras apenas y conectaban. Empujé su robusto cuerpo de poco en poco hasta que de una forma lenta terminó debajo de la regadera.

―Voy a abrir el agua fría, ¿sí? Necesito que te aclares, Ad.

― ¿Ad? ― sonrió como un niño―, mi nombre de por si es corto.

Lo dejé plantado bajo la regadera y abrí de poco en poco la llave, tenía que bajar su nivel de alcohol de una u otra forma.

ADAM - en edición.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt