PRESENCIA

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ADAM'S PDV

La piel de Emily brillaba con la arena que tenía impregnada en la piel, estaba usando un short y una camisa holgada mientras jugueteaba en las olas más tranquilas, no la estaba escuchando, sólo veía sus labios moverse junto con sus blancos dientes sonriéndome con dulzura, tenía su mano enganchada a la mía e intentaba mantenerse estable mientras veía el horizonte; su sonrisa crecía más si divisaba un pececillo brincando a lo lejos. Cuando por fin se puso de espaldas a mí logré abrazarle y mantenerle quieta.

— ¿Por qué no me dijiste que querías venir a la playa? — se tomó el tiempo para reír antes de contestar que era por mí.

—Quería sacarte de la casa y hacer algo contigo que te distrajera, Alfred me dijo como llegar.

Besé su nuca. —Gracias castaña.

Se alejó de mí cuando le solté y siguió observando la orilla de la playa, me retiré a donde había dejado nuestras toallas y me senté a observarle; se veía tan bonita cuando no intentaba serlo, y le sentaba. Me desprendí de la camisa que ya se pegaba a mí torso y tomé los lentes oscuros que había empacado para mí, ¿cuándo había planeado todo esto?

Emily emanaba un olor muy débil a lavanda que siempre lograba relajarme con la más mínima presencia de éste, ahora mismo el sólo verle me traía tranquilidad; sabía porque lo estaba haciendo, era su forma de querer ayudar en algo que no sabía cómo, y le agradecía el gesto, hacia años ya que alguien no intentaba sacarme del hoyo oscuro en el que yo sólo me iba internando.

Cuando volvió, de sus manos cayeron dos conchitas de mar muy rosas, argumentó que quería llevárselas a casa para ponerlas en mi escritorio y que recordase el día de hoy cuando ella no estuviera. Miré mi reloj, las 3:40, ya habíamos comido y tomado algo hace más de media hora así que sólo quedaba disfrutar el sol sobre la piel y la brisa salada sobre el paladar.

Emily cogió su teléfono y, sin aviso, el click de una foto me advirtió que ahora me tenía plasmado en digital, rio mientras me mostraba la foto, hasta yo hubiera reído, me veía tan perdido viéndola.

— ¿Quieres que maneje de vuelta? —negó con determinación—, ¿segura?

—Más segura que tus contratos.

Su sonrisa se desvaneció y en reemplazo llegó un abrazo repentino, yo tenía los brazos apoyados a mis espaldas y tuve que moverme con rapidez para que no cayéramos de espaldas ambos, apoyé mis manos en su espalda y tiré de ella para que pudiera abrazarle bien, un escalofrío me recorrió la espalda y tuve que contar hasta cinco en mi mente.

—Gracias por esto, Ems.

—No sé qué más puedo ofrecerte...

—Tu presencia me basta.

ADAM - en edición.Where stories live. Discover now