Capítulo 30

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Laraine decidió que por un día podía olvidar todas sus preocupaciones, temores y ocupaciones diarias. Por un día sería únicamente Lara y aprovecharía cada minuto de aquella singular experiencia. Paseó por el bosque, comió fuera del castillo cerca de un claro, recogió flores, rió en varias ocasiones y se dejó abrazar por Wes unas cuantas más. Hizo todo eso con Wes como única compañía, aunque sabía que en algún lugar cercano dos personas de confianza los vigilaban. Posiblemente se tratara de Garrett y de Arley, pero cada cual por su cuenta.

Cuando cayó la noche y se encontraba descansando frente al fuego de la chimenea, envuelta y adormilada en los brazos de Wes, ella suspiró, feliz.

–¿Has tenido un buen día? –susurró en su oído. Ella asintió–. Me alegro.

–¿Lo has hecho a propósito?

–¿Qué?

–Este día. Esta petición.

–¿Cómo podría haberlo sabido?

–¡Lo sabes! –Lara se giró y encontró sus ojos claros, aquellos ojos que empezaba a adorar–. Lo supiste todo el tiempo.

–¿Sí? –Weston cerró el espacio entre ellos–. Feliz cumpleaños, Lara –susurró contra sus labios antes de atraparlos y besarla por un largo rato.


***


Wes abrió los ojos e intentó respirar lentamente. Giró y encontró a Lara profundamente dormida, se alegraba de no haberla despertado con su inquietud. Desde que había dormido con Lara en sus brazos, era la primera vez que despertaba después de una pesadilla tan vívida. El dolor y la tristeza, fuertemente enlazados en su alma en los pocos momentos de consciencia que había tenido tras el fatídico accidente. Cerró los ojos un segundo, los abrió y observó a Laraine fija y abiertamente, como se cuidaba de no hacer en los momentos que compartían frente a todos en los diferentes rincones del Castillo.

Y si lo hacía no era porque le preocupara que se adivinaran sus pensamientos, sino porque no deseaba volverla un blanco vulnerable. Aunque pareciera que así había sido, él no había olvidado ni un momento el ataque sufrido y temía que sus enemigos, tan cercanos, se volvieran más temerarios.

Alargó la mano y apartó un mechón que había caído en su frente. Lara no era una mujer especialmente bella ni frágil, era fuerte y de facciones marcadas, que se acentuaban cuando fijaba su mirada oscura en algún objetivo. No vacilaba ante nada ni nadie, lo que hacía que sintiera mayor temor por ella. Era cierto, nunca había querido proteger a nadie tanto como a Laraine de Nox, más aún cuando nadie había necesitado su protección, siendo él quien debía ser protegido en todo momento.

¿Qué podía hacer por ella? ¿Podría darle, alguna vez, seguridad? ¿Cariño?

¿Podría amarla? ¿Ella permitiría que lo hiciera?

–Weston, ¿cuánto tiempo más vas a quedarte mirándome mientras finjo dormir? –inquirió Laraine, sobresaltándolo. Él la miró fijamente mientras ella esbozaba una lenta sonrisa e iba abriendo de a poco sus ojos. Ante la tenue luz de la luna y la chimenea que aún ardía, pudo notar los destellos verdes de su mirada. Ojos tan oscuros que normalmente no notaba que no eran negros como aparentaban.

–Lara, me engañaste completamente. ¿En qué momento despertaste?

–Estabas inquieto y pensé despertarte, pero lo hiciste por tu cuenta y te adelantaste, así que decidí esperar a que me despertaras –frunció el ceño– no lo hiciste.

–Por supuesto que no. Quiero que descanses.

–¿Era una pesadilla?

–Sí.

Cuatro MomentosWhere stories live. Discover now