Capítulo 16

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Durante los días siguientes, Wes convirtió en una rutina el dar un paseo temprano en la mañana; desayunar junto a Laraine y las personas que se reunían en la mesa, aunque aún lo ignoraran; salir al pueblo de Nox; comer nuevamente en el salón; descansar durante la tarde; y, en las noches, esperaba la llegada de Laraine al solar. Después de un tiempo prudente, entraba y se quedaba quieto, esperando que ella notara su presencia.

A veces lo hacía. Otras veces, no. Se limitaba a practicar y luego a retirarse, sin dirigirle la palabra ni una sola vez, o tan siquiera darle la oportunidad de que él lo hiciera.

En esos días, de a poco, sentía que había un progreso. Mínimo, pero avanzaba. Excepto, por supuesto, con su esposa. Laraine era una persona desconfiada por naturaleza, según había apreciado, pues no importaba qué intentos él hiciera, ella lo miraba con recelo, como si en cualquier momento fuera a saltar de ella e ir directamente al poder de Nox. Sea cual fuera, porque hasta el momento él no tenía la menor idea de qué caracterizaba a Nox.

Era conocido, en el reino de Ghrian, que cada una de las tierras que lo conformaban cumplían un rol destacado. Savoir era la tierra de la sabiduría y el conocimiento; Glenley, la tierra de los guerreros y las armas; Artem, la tierra de las artes; Regem, la tierra del poder y el gobierno; y, Nox...

Magia. Artes oscuras.

No tenía sentido aquellas palabras susurradas, con recelo por el resto de los habitantes de Ghrian. Nox, hasta donde él había podido observar, era como cualquier otro lugar. Y sí, ciertamente su visión era limitada de cuanto lo rodeaba, pues su enfermedad le había impedido viajar, como le hubiera gustado, o unirse a la guerra cuando así hubiera sido requerido. Sin embargo, ¿no significaría eso que él tendría que ser más susceptible de ser sorprendido? ¿Por qué entonces, cada vez que compartía un poco con la gente de Nox, se sentía como si estuviera hablando con cualquiera de las personas de Savoir?

–¿Qué le sucede, Lord Drummond?

–Jordane –Wes elevó su mirada y se encontró con la joven, quien sonreía–. ¿Algo te divierte?

–Mirarlo.

–¿Te parezco divertido?

–¿En qué pensaba?

–En la gente de Nox.

–¿Qué? –Jordane frunció el ceño, confusa–. ¿Por qué?

–No son tan diferentes de nosotros, ¿sabes? –Wes se encogió de hombros–. Deberías darles una oportunidad.

–¿De qué? ¿Me apuñalen por la espalda? No, muchas gracias.

–¿Por qué dices eso?

–Usted lo sabe bien.

–Ah. Aún piensas en el ataque en el bosque, antes de llegar.

–Era territorio de Nox.

–Pero no sabemos si lo hicieron ellos.

–Ella, quiere decir.

–¿A qué te refieres, pequeña?

–No me llame así –Jordane refunfuñó– y sabe bien a quién me refiero.

–Espero que no a mi esposa.

–¡No es su esposa!

–¡Jordane! –el regaño salió con fuerza. Tanto Wes como Jordane giraron para ver al recién llegado–. ¿Cómo te atreves? ¡Discúlpate ahora! –Garrett lucía indignado.

–No lo haré –Jordane lo miró, con odio–. No quiero.

–Jordane... –advirtió Garrett. Ella destilaba resentimiento–. Debes...

Cuatro MomentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora