Capítulo 2

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Wes caminaba lentamente por el sendero que llevaba a los jardines del Castillo Drummond. Era, sin duda alguna, uno de sus lugares favoritos de todo Savoir. Allí, podía leer en medio del silencio que reinaba, o podía cerrar los ojos e imaginar que todo era como debía ser. Sin ninguna pérdida dolorosa ni guerra alguna, sin la temida muerte que lo rondaba desde aquel fatídico día. No solo había perdido su salud, irremediablemente, sino que una niña, su adorada hermana, había fallecido.

Dejó el libro a un lado, se sentó y cerró los ojos. Tomó aire un par de veces, deseando que fuera diferente. No importaba lo mucho que apreciara seguir vivo, por contados que fueran los días, a veces era demasiado. Difícil. Frustrante. Tan endemoniadamente difícil.

–Ada –musitó, recordando a la pequeña de ojos claros. Azules, como el lago que frecuentaban cuando niños. La única de su familia que los tenía de ese color, por lo que era aún más especial. Su hermana menor.

–Vaya, vaya. ¿Planeaba escapar, milord?

–Jordane –suspiró, abriendo los ojos y clavándolos en la recién llegada–. ¿Te ha enviado Garrett? –inquirió, refiriéndose a su mejor amigo, quien resultaba ser también una especie de guardia personal, desde aquel día lleno de tragedia.

–No. He venido por mi cuenta –apoyó el arco a un lado y se sentó junto a él–. ¿Sucede algo?

–¿Eres entrometida, sabes?

–Eso no es nuevo. ¿Quiere contarme qué le molesta?

–No particularmente.

–Comprendo. Entonces tendré que ir por información al Castillo –se incorporó rápidamente–. Le pediré a Garrett que me lo diga todo.

–No –protestó, sabiendo que Garrett lo mataría si dejaba que ella fuera a interrogarlo en medio del entrenamiento de la guardia. Volvió a tomar aire–. Dame cinco minutos.

–¿A solas?

–Sí.

–¿Puedo vigilar?

–¿Puedo negarme?

–Estaré ahí –señaló detrás de un árbol–. Grite si necesita ayuda.

Wes esbozó una media sonrisa. Eso era muy típico de Jordane, intentar protegerlo. Y, ojalá no fuera una necesidad absolutamente real.

Protegerlo. Esa parecía ser la misión de todos en las tierras de los Drummond. Cuidar que el tiempo que le quedaba de vida fuera lo suficientemente bueno. Tranquilo. ¿Feliz?

Porque era una certeza que no se discutía. Un conocimiento que se esparcía en susurros, pero era bien sabido por todos. Él estaba destinado a morir joven.

–Nunca se recuperará del todo. Si vive, será por un par de años. Una década a lo sumo. Y no será una buena vida.

Recordaba cada palabra. Aquella sentencia del jefe de Consejo de Sabios que había atendido su enfermedad, ese padecimiento inexplicable cuyas consecuencias no habían podido predecir del todo. Porque, a pesar de lo dicho, él realmente había creído que no podía ser tan malo. Eran un niño, casi adolescente, apenas empezaba a vivir. ¿Cómo podría no recuperarse?

Pero había sido real. "No será una buena vida" resumía perfectamente lo que habían sido aquellos años. Y ahora... terminaría. Pronto.

Tan prematuramente como había predicho, seguramente no se había imaginado que estaría involucrado el pueblo de Nox. Aquel lugar oscuro, lejano y lleno de misterio. Era escalofriante, las personas evitaban hablar de él o nombrarlo en voz alta siquiera. Y, desde la guerra, incluso se evitaba el asociarse, aún en nombre, con la gente de Nox.

Cuatro MomentosWhere stories live. Discover now