Capítulo 31

1.1K 199 14
                                    

–¿Cuándo dejarás de seguirlos? –inquirió a sus espaldas Arley. Jordane puso en blanco los ojos y fingió no haberlo escuchado–. ¿Cuál es el propósito de hacerlo, de cualquier forma? No es como si tú pudieras protegerlos.

Jordane apretó la mandíbula y se obligó a no responder a sus provocaciones. No conseguiría una reacción.

–Especialmente a lord Drummond. Es tan frágil que una niña como tú no... –el torrente de palabras de Arley se detuvo cuando cayó al suelo con fuerza. Jordane lo había empujado con todo su cuerpo, sin miramientos, y sostenía una daga contra su cuello. Todo había sucedido muy rápido.

–¿Decías?

–De acuerdo, tú ganas –claudicó, teniendo cuidado de no moverse–. Retira la daga.

–¿Por qué?

–Por favor –Arley tragó, nervioso–. Estaba equivocado.

–¿Oh? Creo que no te escuché. ¿Qué estabas qué?

–Equivocado –insistió–. Jordane...

–No estás tan mal –murmuró ella mirándolo fijamente mientras apartaba la mano. Su rostro estaba bañado por el sol, arrancando destellos cobrizos a su cabello castaño. Interesante–. Tú...

De pronto era Jordane quien se encontraba aplastada bajo el peso de Arley, quien la miraba con una sonrisa torcida mientras sujetaba con una mano sus muñecas. Había soltado la daga y se deslizó fuera de su alcance.

–¿Ahora quien suplicará?

–Oh, yo no estaría tan seguro si fuera tú –Jordane puso en blanco los ojos, aburrida–. No tienes armas a tu alcance y si haces el intento de tomar la daga de tu bota podré escabullirme con facilidad. Además, no te conviene intentar recuperar la mía... ¿qué harás entonces, Arley?

–No lo sé. ¿Qué podría hacer? –clavó sus ojos en ella, observando su rostro–. Dioses.

–¿Qué?

–Eres bonita.

–¿Disculpa?

–Nunca había notado que... –Arley pasó la mano libre por el cabello rubio de Jordane, unos mechones se habían soltado cuando lo había derrumbado–. ¿Puedes alcanzar tu daga?

–Estoy inmovilizada, ¿recuerdas? –gruñó, intentando forcejear con él.

–Algo que agradecer a los cielos, entonces –exclamó Arley antes de inclinarse hacia ella. Ni un momento sus ojos dejaron los dorados de Jordane, esperando el más mínimo atisbo de oposición y al no encontrarlo, cerró los ojos y la besó largamente.


***


Laraine observó atentamente a Wes durante el desayuno, las visitas al pueblo, la hora de la comida, cuando se retiró a descansar en la tarde y cuando regresó por la cena. Incluso cuando entrenaban aquella noche, intentó encontrar algo diferente en él, pero no había nada. Al menos nada evidente, porque sin duda estaba ahí. Una barrera entre ellos, una distancia que se había estado cerrando, pero ahora parecía haberse acrecentado. Lo que debería alegrarla, pues contribuía a su paz mental; sin embargo, lo único que lograba sentir era la falta de aquella calidez que la envolvía cada vez que atrapaba la mirada de Wes y lo sola que eso la hacía sentir. Tan sola.

–¿Lara? ¿Te encuentras bien? –Weston bajó la espada y la miró, preocupado–. ¿Acaso te estás sintiendo mal? No luces cansada, pero tampoco pareces estar bien. ¿Algo te preocupa? ¿Puedo ayudar?

Cuatro MomentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora