Capítulo 10

1.2K 204 7
                                    

–Es tarde –Garrett miró a su alrededor, inquieto. Hacía horas que había amanecido–. No es posible... –encontró los ojos de su hermana y gruñó–: lo sé, también estoy preocupado.

–Por favor... –rogó y él supo lo que quería decir. Esta vez, asintió, para alivio de Jordane–. ¿Irás?

–Sí. Iré por Wes –confirmó y se encaminó hasta la habitación. Tocó dos veces y aquel sentimiento de inquietud no lo dejó. No importaba qué encontrara, decidió entrar. Cuando lo hizo, se arrepintió al instante–. Wes...

Nunca debió dejarlo hacer esto. Demonios, si no fuera tan absolutamente testarudo, él no tendría que mirarlo... morir.

–Wes, maldición –Garrett empezó a pasear por la habitación, intentando aclarar su mente. ¿Qué hacer? ¿Cómo lograr encontrar ayuda en ese lugar, sin poner en peligro a su amigo? O, lo que era más correcto, evitando un peligro mayor. Necesitaba ayuda.

Jordane. Tendrían que bastar los dos.

Dirigió su mirada hacia la ventana y encontró el cielo azul que se perfilaba en el horizonte. Elevó una silenciosa plegaria y fue en busca de su hermana.

Para su sorpresa, la encontró en el mismo lugar en que la había dejado. Eso no había pasado antes, lo que demostraba lo inquieta que se encontraba.

–Jordane.

–¡Garrett! ¿Lo has visto? ¿Cómo está...? –su voz se perdió cuando encontró sus ojos. Y lo entendió. Tan claramente. Tragó con fuerza–. ¿Qué puedo hacer?

–Debemos ayudarlo.

–¿Cómo? ¿Debemos prepararle una infusión? ¿Un baño? ¿Un ungüento? ¿Comida?

–Yo... –Garrett inspiró hondo–. No lo sé. Nunca...

–¿Qué? –presionó Jordane, abriendo mucho los ojos–. ¿Nunca, qué?

–Nunca lo había visto así –añadió en voz baja.

–Cielos.

–Jordane, hagámoslo todo. Todo lo que podamos.

–Sí –su hermana se incorporó rápidamente y no perdió tiempo en salir–. Lo haremos.

Garrett se dejó caer en el suelo por un momento, pensando en lo que sucedería si no lo lograban. ¿Y si lo que podían hacer no era suficiente? ¿Por qué no había logrado convencer a alguno de los médicos para acompañarlos?

–Demonios –gruñó por lo bajo, apoyando la cabeza en el muro a su espalda. Cerró los ojos, tomó valor y se incorporó. Era momento de hacer algo. No tenía ni la menor idea de qué podía hacer, pero necesitaba intentarlo.

Jordane enumeró nuevamente los objetos que tenía en las manos, especialmente aquellas plantas que eran necesarias para la infusión. Sabía que faltaba una, de pequeñas flores moradas si recordaba correctamente, pero se escapaba su nombre. Quizá si pudiera verla... sí, sin duda la reconocería.

Pero no la había encontrado en la cocina del castillo. Después de mucho esfuerzo, había logrado que le mostraran un jardín cercano, pero no encontró nada útil. Al parecer, en ese lugar, nadie enfermaba jamás. ¿Cómo lo hacían? ¿Cómo sobrevivían con tan...?

–¡Diablos!

–¡Lo siento!

Fueron dos exclamaciones simultáneas, pronunciadas por las dos jóvenes que habían chocado una contra otra. La segunda elevó sus ojos, sorprendida ante aquel dicho. La primera se limitó a arquear una ceja, desafiante.

–Yo... –musitó la recién llegada, incómoda– no creo reconocerla.

–Soy parte de la comitiva que arribó de Savoir.

Cuatro MomentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora