Capítulo 15

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–¿Necesita ayuda? –Garrett bajó la espada al decirlo y giró hacia el lugar en que, estaba seguro, se encontraba alguien mirándolo entrenar. ¿Cuál era el problema de esas personas? Ni siquiera en medio de la noche podía estar en un rincón del patio sin que alguien lo observara detenidamente. ¿Qué? ¿Acaso iba a tomar alguna cosa y huir con lo que sea que tuvieran de valor?

Cuando quien lo espiaba, parcialmente oculto su cuerpo por la columna, no dijo nada, él empezó a recortar su distancia con grandes zancadas. Volvió a decir:

–¿Necesita ayuda?

–Lo siento. Yo solo... –la joven que lo miraba se veía absolutamente aterrada, lo que no era nada nuevo–. Lo siento –repitió.

–¿Por qué?

–No quería... estaba pasando y... –sus palabras eran atropelladas y con los ojos buscaba cómo escapar. Como si él estuviera pensando en retenerla.

–Está bien. Márchese –se giró y, cuando rebuscó entre sus recuerdos, la encontró. Era ella. La había buscado–. Espere –pidió. La muchacha se quedó quieta, pero no giró. Se había estado alejando–. Quiero... siento mucho si fui brusco con usted.

–No, no importa –ella lucía nerviosa cuando volvió a mirarlo. Apretó la mandíbula e intentó sonreír. O suponía que esa mueca era una especie de sonrisa–. Yo no debí quedarme...

–Está bien. La he estado buscando.

–¿A mí? ¿Por qué?

–Supe lo que hizo. Gracias.

–¿A qué se refiere?

–Ayudó a Jordane. Mi hermana –aclaró.

–Oh. El jardín.

–Sí. Fue usted quien le dio lo que necesitaba, ¿cierto?

–Sí. Soy...

–Candra de Nox, hermana de la regente.

–Sí. Laraine.

–Sí.

Se quedaron en silenció, incómodos. Él carraspeó y agregó:

–Gracias. De nuevo. Nos salvó a todos.

–No diría eso –rió por lo bajo, sonrojada.

–Créame, lo hizo –Garrett intentó una sonrisa. Por la expresión de Candra, evidentemente no le salió bien. Dejó de sonreír–. Gracias –remarcó, por tercera vez.

–No debe agradecerlo. En lo posible, debemos ayudarnos. Somos... familia. ¿Cierto?

Él arqueó una ceja y, a continuación, la miró extrañado. Jamás se le habría pasado una idea semejante por la cabeza. ¿Familia?

–Supongo –murmuró, sin saber qué más decir–. ¿Podrá volver a su habitación?

–¿Disculpe?

–Sola –aclaró–. Está entrada la noche y... ¿no sería peligroso?

–No –ella sonrió, esta vez una pequeña sonrisa de verdad–. Conozco muy bien el castillo y puedo moverme libremente por él. No tiene que preocuparse.

–Yo...

–Vuelva a su entrenamiento –pidió y, cuando hizo ademán de alejarse, se quedó quieta y dijo–. ¿Puedo preguntar algo?

–Por supuesto.

–¿Cuál es su nombre?

–Garrett.

–¿De Savoir?

–Podría decirse.

–¿Podría decirse?

Cuatro MomentosWhere stories live. Discover now