Capítulo 39

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–Deberíamos regresar al Castillo –señaló Laraine al advertir que el sol empezaba a ponerse. Habían comido hacía poco, pues el día había pasado tan rápido que ni siquiera habían notado que hacía horas que habían probado su último alimento, durante el desayuno–. Es tarde y he desatendido mis deberes durante todo el día. Espero que nada... Wes, ¿me estás escuchando?

–Lara, he estado pensando algo.

–¿Qué?

–Puedo ayudarte. Con el manejo del Castillo.

–¿Podrías?

–Trata de no sonar tan incrédula.

–Es solo que... ¿lo has hecho?

–Puedo aprender lo que no sepa y creo que en general sé lo suficiente. Recuerda que no tenía oportunidad de estar al aire libre antes, no realmente. Nunca me alejé demasiado del castillo en Savoir ni sus alrededores. Creo que puedo ser de ayuda –insistió.

–Wes... –Laraine suspiró–. Sé que podrías, pero preferiría que no.

–¿Por qué no?

–¿Quieres que sea sincera?

–Sí. ¿No confías en mí?

–En realidad, no confío en mí –declaró y se sonrojó–. Me distraes, Wes. No creo que podría terminar nada si tú estás ahí.

–Lara, eso casi ha sonado como una confesión.

–Oh dioses, no empieces –puso en blanco los ojos, pero rió. Wes la observó fijamente–. ¿Qué?

–Tienes razón. No creo que pudiera ser de utilidad si estamos en el mismo lugar. Mi mente divagaría, como ahora –elevó la mano y trazó con un dedo el contorno de sus labios.

–¡Wes!

–Déjame ayudarte –insistió, con gesto serio y la acercó hacia sí–. Ya no estás sola, Lara. No debes cargar con todas las responsabilidades.

–Estoy acostumbrada –musitó, aunque recostó la cabeza en su pecho. Suspiró–. Sí, quiero que lo hagas. Pero, te diré cuándo esté lista.

–Lo esperaré y gracias, Lara. No te fallaré –Wes murmuró contra su cabello y depositó un beso en su coronilla–. Te amo.

–Volvamos al castillo –soltó, separándose de él. Sin embargo, tomó su mano y la apretó con fuerza. Quizá no podía ponerlo en palabras, pero podía hacérselo saber con pequeños gestos. Al fijar la vista en el rostro de Wes, supo que él había captado su mensaje. Sonrieron con complicidad.

–Un día estarás lista para decirlo, Lara. Todo. En voz alta y clara –habló Wes una vez habían alcanzado el umbral del despacho del castillo–. Y saborearé cada momento de ese día. Ahora ve, te espera una montaña de documentos –señaló hacia el interior– y si necesitas ayuda, estaré en mi habitación.


***


Aquella noche, Wes no encontraba la fuerza para concentrarse en entrenamiento alguno. No cuando lo que quería era tener a Laraine en sus brazos, aferrada a él y rodeándolo por completo. Sin embargo, sabía que Lara tenía una rutina estricta y no aceptaría saltársela. Suspiró resignado y se encaminó hacia el solar, portando su espada.

–Te esperaba, Wes.

–Lara... –empezó a decir y perdió el hilo de sus pensamientos. Laraine había dejado su cabello suelto, estaba descalza en la alfombra, cerca de la chimenea, y solo vestía un camisón que dejaba entrever sus curvas. Estaba maravillosa–. Lara –repitió, asombrado.

Cuatro MomentosWhere stories live. Discover now