Capítulo 1

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Un año antes

Caminaba como si se encontrara en medio de un sueño, aunque lo más lógico sería calificarlo como una pesadilla. Sin embargo, eso lo haría una persona común, normal. Pero ¿ella y su gente? No, ellos no eran comunes ni normales. Al menos, no para los demás poblados del reino. Eran los rebeldes, los que se habían sublevado. En susurros se hablaba incluso de artes oscuras, hechicería y cómo eso había contribuido a aumentar su poderío como guerreros.

No eran parte de Glenley, el tradicional pueblo de los guerreros, por tanto, no era aceptado que tuvieran tal poder militar. Sin embargo, aquella estricta selección de castas y orden social... ¿alguien se había tomado el tiempo de preguntar cómo se sentían? ¿Si funcionaba para ellos?

No. No importaba. Al estar en la región fronteriza, Nox era parte del Reino de Ghrian pero a la vez no lo era. Y tenían que arreglárselas lo mejor que pudieran. Aquello lo habían aceptado como su destino por generaciones, hasta que un día decidieron no hacerlo más.

Ese había sido su abuelo. Una vez un Consejero del Rey, en Regem, había vuelto a Nox a ser el Jefe del Consejo de Ancianos. Pero ¿cómo eran percibidos los ancianos de Nox? Mucho peor que la gente joven de Nox. Que cualquiera de ellos, todos los otros pueblos los recelaban y temían.

Así era como habían terminado en aquella guerra, la misma que había concluido aquel día. Ella también había luchado. En nombre de sus padres, quienes habían fallecido. Su madre hacía años y su padre... era una de las pérdidas de la guerra.

Apretó la mandíbula, se irguió aún más y retomó su caminata tranquila en mitad del campo de batalla, rodeada de hombres y mujeres que habían entregado su vida por lo que creían correcto. Ella había sobrevivido, con escasas heridas físicas, aunque eso sería discutible. O quizá, probablemente muy aceptado, pues era... una bruja, una hechicera. Era la regente encargada de Nox.

Clavó su mirada en el frente, sin mostrarse intimidada, pese a estar rodeada y amenazada por los ganadores, la unión del resto de poblados del reino. No se resistió a que la desarmaran, de hecho, arrojó sus armas y elevó la cabeza, desafiante, esperando la condena por ser una de las organizadoras de la rebelión.

–Así que tú eres Laraine de Nox.

La bruja de Nox. La hechicera oscura –se escucharon varios murmullos.

–Sí.

–Veo que no tienes miedo de tu Rey.

–Un rey no debe buscar el temor de su pueblo, sino ganarse su respeto.

–¿Eso ha sido un desafío? –el rey, para sorpresa de todos, soltó una carcajada–. Ya veo. Necesitas alguien que hable por ti.

–No es necesario. Yo puedo...

–No. Conocí a tu abuelo y me gustaría saludarlo ahora que es seguro. ¿Qué te parece si vamos al salón del Castillo de Ealaín?

–Está... –¿estaba loco? ¿Acaban de terminar una cruenta guerra y el rey quería ir a tomar té en el castillo de los supuestos traidores?

Al encontrar la mirada del rey, se dio cuenta que ella no tenía ni idea. No sabía ni la mitad de lo que había sucedido. Todo por lo que había luchado, eran mentiras. O, al menos, solo era parte de la verdad. No toda.

Su abuelo tendría que decírselo ahora. ¿Cómo había podido hacerla regente y haber tramado a su espalda?

–Sí, estoy encantado. Ahí podré acordar con tu abuelo –se giró hacia los demás–. La manera más sensata de cerrar este malentendido definitivamente es con una alianza –anunció– y no hay mejor forma de establecer una alianza que con una boda.

Cuatro MomentosWhere stories live. Discover now