Capítulo 24

1.2K 204 17
                                    

Laraine maldijo por lo bajo su idiotez y se obligó a quedarse quieta en su lugar. No obstante, su cuerpo no parecía escuchar las órdenes de su cerebro pues una vez más se encontró atravesando el puente levadizo con dirección al pueblo. Se detuvo, regresó sobre sus pasos y se preguntó cuántas veces ya habían sido.

Atravesó el puente hasta llegar al patio de armas y cerró los ojos. Tomó aire dos veces y miró hacia el camino que unía al castillo de Ealaín con el pueblo de Nox. ¿Qué estaba haciendo? Además de ser idiota, por supuesto.

No tenía por qué...

Sus pensamientos parecieron detenerse bruscamente al tiempo que ella se arrojaba al suelo. No fue lo suficientemente rápida, pues la flecha la rozó. Sin embargo, sus reflejos eran bastante buenos como para esquivarla prácticamente del todo. Se incorporó a medias, sosteniendo la herida en el brazo con la mano contraria.

¿Quién, por todos los cielos, se encontraba disparando flechas en plena tarde, cuando cualquier persona podía transitar por el lugar?

Y no, no era el primer atentado que sufría, aunque sí tan abiertamente, a plena luz del día. Por los dioses, ¿qué persona podía estar tan desesperada o loca para intentarlo así?

Su pregunta silenciosa pareció obtener respuesta cuando una joven dio varios pasos hacia adelante, dejando atrás el pilar que la ocultaba. Apoyaba con aire casual un arco sobre su hombro mientras una cinta ajustaba su carcaj a la espalda. Ah. Sí, había alguien lo suficientemente loca o desesperada.

Ella. Quien quiera que fuera.

Un momento. ¿Podía ser...?

–¿Jordane? –dijo, aunque sonó como pregunta. No estaba segura... no quería creerlo.

–Señora –musitó cuando estuvo cerca y le hizo una breve reverencia–. ¿Se encuentra bien?

–Ha sido un accidente –proclamó Laraine, incorporándose con un poco más de dificultad de la que pensó en un inicio.

–No.

Ante esa sílaba, pronunciada con fuerza y firmeza, trastabilló. Tomó aire un par de veces y encontró los ojos dorados de la joven.

–Ha sido un accidente –repitió, con dureza.

–No, no lo ha sido –fue esta vez la respuesta de Jordane.

–Creo que no lo has entendido –Laraine prescindió de la formalidad. Después de todo, ella era apenas más que una niña–. Ha sido un accidente porque yo así lo proclamo. No, no lo creo, y has dejado clara tu intención, pero es necesario que todos lo asuman así.

–No estoy de acuerdo...

–No interesa –cortó con sequedad–. Lo que te parezca es irrelevante ante las consecuencias que puede acarrear que una persona de Savoir ataque abiertamente a otra de Nox, sea quien sea o la razón que la impulse.

–Pero...

–La próxima vez, deberías pensarlo...

–¡Señora! ¿Se encuentra bien? –Shamus las interrumpió. Probablemente había estado espiándolas desde lo alto, pensó Laraine.

–Sí. Ha sido...

–Laraine, ¿hay una reunión...? –la voz de Weston se perdió al encontrar los ojos de Laraine, que había girado al escucharlo. En ese momento estaban atravesando el patio de armas Weston, acompañado de su guardia, Garrett, y curiosamente también venían Candra y Arley–. ¡Laraine! ¿Estás...? –la exclamación de Weston se perdió cuando los ojos de Laraine relampaguearon con advertencia–. ¿Sucede algo?

Cuatro MomentosOù les histoires vivent. Découvrez maintenant