Capítulo 7

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–¿Su nombre es Percival? –soltó una gran carcajada ante la mueca que Wes esbozó. Tomó aire e intentó ponerse serio. Lo logró un par de segundos antes de añadir entre risas–. ¿Percy?

–Juro que, si vuelves a llamarme así, haré que te echen a un calabozo, Garrett.

–¿Sabe que una amenaza de ese tipo con una sonrisa en los labios no funciona?

–Lo sé. Y tampoco funciona cuando la otra persona sabe que jamás podría cumplirla.

–Sí. De lo contrario, ¿quién lo protegería Weston Percival Drummond?

–Solo Wes, por favor –solicitó, poniendo en blanco los ojos–. O Weston, si así lo quieres.

–No le gusta que lo llame señor o milord, ¿recuerda?

–Porque no eres mi guardia, ni mi siervo, eres un amigo, Garrett.

–¿Está seguro?

–Seguirás siendo parte de mi familia, aun cuando no hayas llegado a casarte con mi hermana.

–Ojalá lo hubiera hecho.

–Sí, eso hubiera estado bien –Wes esbozó una media sonrisa, llena de añoranza–. Extraño Savoir. Allí me sentía –seguro– bien.

–Lo comprendo –Garrett frunció el ceño–. ¿Qué hará con la ceremonia al atardecer?

–¿Asistir?

–No estoy bromeando.

–Yo tampoco. Es lo que haré.

–Pero...

–¿Tengo opción? Sabes por qué lo hizo. El anciano –aclaró Wes–. Sirvió para dos propósitos: desautorizar a la regente de Nox frente a todos los presentes; y, para medir mi fuerza. ¿No fue evidente?

–Sí, pero...

–No protestes. No tenemos opción. Ayúdame a encontrar a alguien que pueda asistirnos...

–¡Aquí está la ayuda! No es necesario que la pida, milord. Su baño está listo en la habitación contigua–Jordane entró sonriendo. Demasiado–. ¿Puedo ayudar?

–¡No! –objetaron Garrett y Wes al unísono. Sin embargo, Wes se acercó y le palmeó la mano–. Gracias, Jordane. Lo has hecho muy bien –sonrió. La joven balbuceó y se sonrojó, mirándolo con adoración.

Mientras se sumergía en el agua caliente, agradeciendo que hubieran llegado antes de que el viento arreciara con más fuerza, como se escuchaba en ese instante, Wes recordó el plan que habían trazado antes de llegar al castillo de Ealaín, en Nox.

Aquella mañana al notar que la espesura del bosque quedaba atrás y un campo abierto arrasado se abría ante ellos, supieron que estaban cerca del castillo de Nox. Había sido una decisión unánime aquella de enviar a un explorador por adelantado, pero no había sido su idea que fuera Jordane. Sin embargo, la pequeña se ofreció de voluntaria y no hubo poder que la pudiera persuadir de no hacerlo. Además, sus argumentos habían sido convincentes. Nadie que la mirara pensaría que era un peligro, es más, era una experta en pasar desapercibida y lucir inofensiva.

Cualquiera que la subestimara estaría muy equivocado. Tanto Wes como Garrett habían estado profundamente inquietos hasta que la vieron llegar, a primera hora de la tarde. Lucía bastante pensativa pero tranquila. La guardia existente era reducida, lo que cabía esperar. La gente recelaba de los forasteros, pues eran escasos y casi nunca se quedaban. Nadie pasaba por Nox si podía evitarlo o si no se presentaba como absolutamente necesario.

Por supuesto, todos sabían que Wes llegaría de un momento a otro, pero era irrelevante para un pueblo que aún estaba reconstruyéndose después de la guerra. Y, Jordane había divisado a la bruja de Nox, aunque no había entrado en detalle sobre ella. Tampoco Wes había preguntado, no era importante.

Al culminar su visita, Jordane había entregado el aviso de su arribo y había regresado junto a ellos. Se encaminaron hacia el pueblo de Nox, pero Jordane decidió quedarse atrás, asegurando que tenía que ocuparse de otros asuntos antes de entrar al castillo. Como lograba entrar y salir de un lugar sin ser detenida seguía siendo un misterio para Wes.

–¿Wes? ¿Se encuentra bien? –se escuchó la voz de Garrett desde el otro lado de la puerta.

–Sí, Garrett, sigo vivo –confirmó, regresando al presente–. ¿Sucede algo?

–Está demasiado silencioso.

–¿Eso te preocupa? ¿Creíste que había huido?

–Ojalá lo hiciera. Estaría más seguro.

–¿Y si huyo y hacen que tomes mi lugar?

–Usted se aseguró de que eso no fuera posible.

–Pensé que preferirías que dijera eso a que sacara a relucir tu rango para que te instalaran en una habitación de huéspedes.

–No era necesario...

–Claro que lo era. ¿O crees que no sé qué estás preocupado por mi seguridad y serías capaz de dormir fuera de mi puerta, montando guardia?

–Yo... –Garrett suspiró–. De acuerdo, sí. Pero ¿el prometido de su hermana?

–¿No lo eras?

–Sí, era. No lo soy más.

–Ellos no tienen por qué saberlo.

–De acuerdo. Al menos Jordane también tendrá su propia habitación, cerca.

–Sí. Me aseguraré de ello una vez termine la ceremonia.

–¿No está preocupado?

–Oh, sí, lo estoy. ¿Por qué? ¿Me darás una nueva charla sobre mis deberes maritales?

–No lo hice y no pienso hacerlo. Demonios, deje de reírse y termine de una vez.

–Sí, señor –soltó Wes con una carcajada. Dejó que el agua escurriera por su cuerpo una vez más y salió.

Al atardecer, mientras se encontraba en el altar, esperando la llegada de Laraine, Weston Percival Drummond tomó aire varias veces y se obligó a tranquilizarse. No podía perder el control, no aún. O el conocimiento, lo que sería aún más vergonzoso. Pero estaba agotado, no había podido comer bien y...

Ella llegó. Y supo que estaba en problemas. Grandes problemas.

Cuatro MomentosHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin