Capítulo 40

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Laraine había terminado de desayunar, lamentando que no hubiera tardado más en bajar o hubiera pasado antes por el despacho, pues de haberlo hecho así, habría podido desayunar con Wes después de que este volviera de su paseo de la mañana y sin despertar suspicacias. De cualquier forma, ya estaba hecho y era hora de empezar el día de labor.

–¿Señora?

–¿Arley? –Lara arqueó una ceja, pues el joven venía sin aliento y parecía asustado–. ¿Estás bien?

–Han venido... no hay muchos, pero son guerreros... y vienen con su esposo.

–¿Qué? –Lara soltó alarmada y echó a andar hacia el patio del Castillo–. ¿Guerreros? ¿Estás seguro de que se trata de...?

–Sí. Son guerreros del Castillo MacAuliffe. Portan el estandarte de Glenley.

El ejército del rey. Y tenían a Weston.

Lara corrió para atravesar el patio hasta que estuvo a punto de alcanzar las puertas y así chocar de frente con los visitantes no deseados que habían llegado a Nox. ¿Con qué propósito? ¿Qué querían? ¿Y por qué Wes venía con ellos? ¿Lo habrían apresado? ¿Pensarían en...?

Sus oscuras elucubraciones se detuvieron en seco cuando se encontró con que Wes llegaba liderando a aquellos hombres, pero sonreía. No había ni una sola onza de desconfianza o temor en él ni en su actitud hacia ellos. Solo... calidez.

¿Cómo podía ser posible que su esposo tuviera esa actitud hacia ellos? ¿Y por qué los había traído hasta el Castillo sin consultárselo? ¿Los habría también invitado a quedarse, como si él fuera el señor de Nox? Sinceramente esperaba que no.

–¡Laraine! –exclamó Wes, sin notar su tensión y alargó su mano hacia ella. Lara no la tomó–. ¿Te encuentras bien? –preguntó por lo bajo, ella hizo un movimiento de asentimiento con la cabeza–. Ven, quiero que conozcas a alguien.

–¿Qué? –Laraine se dejó guiar unos pasos, demasiado sorprendida para protestar. Luego se detuvo–. ¿Has perdido el juicio, Weston?

–¿Lara?

–¡Son guerreros! ¿Crees que quiero conocerlos? –soltó con desprecio.

Wes se quedó en su lugar, digiriendo la información y unos segundos después entendimiento iluminó su rostro.

–La guerra –musitó.

–Perdimos. Fuimos declarados traidores. Los peores estragos vinieron de ellos, el ejército del rey con origen en las tierras de Glenley. ¿Crees que quiero dar la bienvenida a mi hogar a...?

–Lara, sé que es difícil –Wes se giró y tomó sus manos entre las suyas– pero somos un solo reino, ¿recuerdas? Ellos también lucharon y sufrieron, como Nox. La guerra solo genera pérdidas, para todos.

–Wes...

–Es mi hermano –dijo Wes y sonrió tristemente–. Si quieres, si te es imposible saludarlo, iré hacia él y le pediré que establezcan campamento en las afueras del Castillo, con sus hombres.

–No confío en ellos.

–De acuerdo –Wes asintió, le dio un apretón en las manos y las soltó–. Solo ha venido a asegurarse que estaba... bien.

Lara apretó las manos en puños a su costado, esperando que la ola de dolor y tristeza la bañara ante la visión de aquel estandarte que había significado la condenación de Nox. Pero no llegó, o no con la fuerza que normalmente lo hacía.

Por primera vez observó a los hombres que se encontraban a caballo. Los rostros de ellos, la inquietud que se percibía en el ambiente y sus posturas adustas. Y se dio cuenta que solo eran eso, seres humanos, inquietos, inseguros, temiendo el peligro.

Cuatro MomentosHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin