Capítulo 38

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Laraine abrió los ojos lentamente y se sorprendió al notar que luz se filtraba por los resquicios de la ventana. ¿Cómo era posible? ¿Se había quedado dormida hasta avanzado el amanecer? No, eso no le había pasado nunca. ¿Estaría enferma? –elevó la mano hasta su frente y la tocó. No parecía tener fiebre. Aunque se sentía excepcionalmente abrigada.

De pronto todo se aclaró. La noche pasada. Wes... él seguía a su lado. Tragó con fuerza. Era ella la que seguía ahí, en su habitación. ¿Debería irse? ¡Sí! Pero... ¿y si lo despertaba? ¡No! O quizá debería hacerlo. ¿Y si él no se encontraba bien? ¿Y si...?

–Lara, ¿qué inquietudes ocupan tu mente aun cuando has abierto los ojos hace solo unos segundos? –inquirió Wes. Ella buscó su rostro y lo encontró sonriendo–. Sí, supe el momento exacto en que despertaste porque he estado mirándote dormir –explicó a la pregunta reflejada en su mirada–. Es difícil tener ese privilegio.

–Debería irme. Debería estar en mi habitación. No, en realidad debería estar en la mesa del desayuno. ¿O en el pueblo? ¿En el...?

–Lara –cortó Wes con una nota de diversión–. Estás exactamente donde deberías estar. En los brazos de tu esposo –la acercó hacia él–. ¿Quieres desayunar? Probablemente aún debe estar caliente lo que nos han servido.

–¡¿Alguien ha entrado a tu habitación y no lo he sentido?! –Laraine soltó, alarmada e incrédula–. ¡Podrían habernos atacado, apenas han sido días desde que...!

–Lara –volvió a interrumpir–. Yo lo he notado. Garrett está cerca y nadie ha mirado hacia aquí. Estás segura. A salvo. Ahora, ¿me puedes entregar un día de tu ocupada vida como regente de Nox? ¿Un día en el que solo seas mi esposa y yo sea tu esposo?

–Wes, hay tanto...

–Sí, pero el trabajo nunca terminará, Lara. Solo te pido un día. Permíteme que te abrace, te sostenga y te ayude a respirar profundamente por un día. Sin preocupaciones ni sobresaltos. Un día para ti.

–No –Lara sonrió levemente cuando Wes frunció el ceño–. Un día para nosotros.

–Un día para nosotros –repitió Wes.

–De acuerdo. Entonces, ¿empezamos con el desayuno? –ofreció, incorporándose. Aunque antes de alejarse del todo, volvió a recostar su cabeza en el pecho de Wes, escuchó los latidos de su corazón. Cuatro latidos y sonrió. Se alejó de la cama y él la siguió.


***


Wes no tenía nada planeado para el día. Se limitó a observar a Laraine, pensando en lo que más disfrutaba e intentando dárselo todo. Eso sí, evitó que se quedara dentro del Castillo, donde las múltiples obligaciones del día encontrarían su camino para asfixiarla nuevamente. Quería, de a poco, lograr que ella confiara en él lo suficiente como para permitir que la ayudara. Con suerte, en un futuro, sería posible.

El futuro que antes no se había permitido contemplar porque había parecido fútil pensarlo. Antes. Ahora, desde Lara, eso había cambiado. Sonrió y dejó que su mirada se clavara en la espalda de su esposa, quien se encontraba arrojando guijarros al lago, haciéndolos rebotar en el agua y cada vez que lograba que la pequeña piedra diera tres saltos, parecía cerrar los labios con fuerza, intentando reprimir una sonrisa o quizá un gritito de alegría.

Su Laraine era adorable. Tan cálida. ¿Cómo es que nadie más lo notaba? Era preciosa.

–Podría intentar verse menos... –Garrett hizo un gesto con la mano– así –terminó, sin encontrar las palabras para explicarse. Pero sabía que Wes lo había entendido.

Cuatro MomentosWhere stories live. Discover now