Capítulo 21

1.1K 198 8
                                    

–¿Qué estás haciendo aquí? –Laraine bajó la espada de golpe–. ¿No deberías estar descansando?

–No es necesario, estoy bien. Y gracias por bajar la espada, así me siento más seguro.

–No intentes bromear –entrecerró los ojos y preguntó en voz baja–: ¿de verdad te sientes bien?

–Sí –admitió, con sorpresa–. Me he recuperado más rápido. ¿Puede ser tu poción mágica?

–¿Poción mágica? ¿Qué crees que soy?

–¿Una bruja? –inquirió, esperando su reacción. Ella se limitó a suspirar–. Se suponía que sería gracioso. Estaba bromeando.

–Lo sé. No habrías tomado la infusión si pensaras que...

–La habría tomado de todos modos si viniera de ti. Ya te lo dije. Confío en ti.

–No sé por qué.

–¿Entrenaste anoche?

–No.

–¿Para qué no te escuchara?

–¿Por qué preguntas lo que ya sabes?

–No imagino el sacrificio que debió significar para ti. Eres muy constante.

–¿Esta conversación va a alguna parte?

–A que me permitas quedarme, espero.

–Si te quedas en el rincón. En silencio.

–Pero...

–Ni se te ocurra sugerir entrenar, porque no pienso...

–¿Ni un poco?

–Weston...

–¿Acabas de decir mi nombre?

–¿En tono irritado? Sí. ¿Por qué eres tan terco?

–No tiene nada de malo entrenar. Un poco.

–No.

–Pero...

–No confío en ti.

–¿Qué?

–No confío en que me dirás cuando ha sido suficiente.

–Lo haré.

–Lo dudo.

–¿Podemos intentarlo?

–No –Laraine elevó la espada–. Dame un tiempo.

–¿Cuánto?

–¿No vas a rendirte, cierto?

–No.

–Ve por tu espada. Ejercicios básicos y leves. Por diez minutos. ¿De acuerdo?

–¿Diez minutos?

–O nada.

–Regreso en un segundo.

Laraine no pudo evitarlo. Le dio la espalda y sonrió ampliamente, por alguna absurda razón feliz de tener a Weston a su lado aquella noche, de nuevo.


***


La señora de Nox era una persona estricta, juiciosa y firme. No cedió ante las súplicas de Weston y se aseguró, en todo momento, de que él estuviera bien. Al terminar el entrenamiento, ni siquiera se sentía agitado. O, bueno, no demasiado.

Soltó un nuevo suspiro. Laraine se acercó y ladeó el rostro.

–¿Qué? ¿Sigues quejándote?

Cuatro MomentosWhere stories live. Discover now