Epílogo

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La visita a la Corte no era algo que lo entusiasmara particularmente, pero la incomodidad patente de Laraine hacía que todo fuera más inquietante. Suponía que era apenas lógico, Lara prefería no dejar a nadie más el manejo de Nox, aun si ese alguien fuera su adorada hermana. Candra había quedado a cargo de Nox, con la compañía y protección de su esposo, Garret, quienes se habían unido a despedirlos y desearles un buen viaje. No sería su primera visita a la Corte como esposos, pero sí la primera desde que fueran padres, por lo tanto, también era el primer viaje largo del pequeño Myles.

–Lara –Wes alargó la mano y tomó la de su esposa–. ¿Estás bien?

–Sí. Solo... preferiría no tener que acudir.

–Lo sé, pero es necesario.

–Lo es –Laraine suspiró–. Wes, ¿te encuentras bien?

–Perfectamente –Weston sonrió–. ¿Cómo podría no estarlo si estás a mi lado?

–En la Corte... ten cuidado.

–Lo tendré, aunque cuento con tu protección –medió bromeó–. Lara, estaremos bien. ¿De acuerdo? –aseguró, con un apretón de su mano–. No te inquietes.

–Es solo que...

–¿Sí? –inquirió Wes, cuando ella no siguió. Laraine negó–. ¿Lara?

–Nada –sacudió la cabeza–. Descansemos un poco antes de llegar. ¿De acuerdo? –dijo y sin esperar respuesta, cerró los ojos. Weston la miró largamente, tratando de descifrar qué era lo que no estaba diciendo. Sin embargo, la conocía y sabía que, si Lara no se decidía a contarle lo que la inquietaba, no habría forma de que él lo supiera. Suspiró y también cerró los ojos.

Al llegar, los acomodaron en unas habitaciones bastante amplias, aunque afortunadamente alejadas de los lugares más populares del Castillo. Laraine rápidamente se preparó para acudir a una audiencia con el rey, en que estarían presentes otros nobles de la Corte y también lady Soleil Saint-Clair, la hermana del regente de Artem. Wes no había saludado hace tiempo a su cuñada y a su hermano, quien era el esposo de Soleil, pero sabía que existiría una oportunidad para hacerlo después.


Por el momento, dado que Myles había despertado, empezó a pasear con él y decidió que visitar uno de los jardines que se vislumbraba desde la ventana de la habitación sería una buena idea. Así, se volvió una rutina hacerlo durante el tiempo que estuvieron de visita en Regem, cada mañana, mientras Laraine se ocupaba de asuntos oficiales de Nox, Wes tomaba al pequeño en brazos y lo llevaba de paseo.



***



–Weston –Laraine se detuvo en el linde del jardín, con su espada en la mano. Había regresado de entrenar, estaba cansada, despeinada y sudorosa, de ninguna manera presentable ni con una apariencia aceptable, lo que fue evidente en las expresiones de las mujeres que se encontraban ahí. Pero, eso pasó a segundo plano cuando se encontró con los ojos de su esposo. Wes la miraba... como siempre, deslumbrado, como si ella en verdad fuera una mujer hermosa y deseable. Casi como un milagro.


–Laraine –Weston había estado dando un paso hacia atrás, inconscientemente, cuando la mujer había alargado la mano para tomar su brazo, así que no había notado que su esposa había llegado hasta que escuchó su voz. Respiró aliviado al verla y se acercó–. ¿Has estado entrenando?


–Sí –contestó, mirando hacia todos lados, claramente incómoda–. Iré a tomar un baño.


Cuatro MomentosWhere stories live. Discover now