Capítulo 42

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Había transcurrido exactamente una semana cuando se tuvo noticias de una nueva comitiva, aún más numerosa, que se había adentrado en las tierras de Nox. Esta vez, portaban un doble estandarte, de las tierras de Glenley y de Savoir.

–Esa es la señal que esperábamos –apuntó Wes con un suspiro–. Vas a conocer a Eilidh y... ¿cómo debería ponerlo?

–¿Qué quieres decir? –Lara lo miró con preocupación, mientras desayunaban. Estaban solos, pues Ashton había decidido salir al encuentro de su prometida–. ¿Me odiará?

–No, es solo que es... efusiva –dijo, dudoso.

–¿Y eso es malo?

–Bueno... espera y lo verás por ti misma –soltó y esbozó una sonrisa alentadora–. ¿Te importa que tengamos más invitados?

–Bien, parece que es parte de haberme casado contigo así que, ¿qué puedo hacer ahora quejándome? Debo resignarme a quedarme contigo –bromeó.

–Mi pobre esposa –remarcó, siguiéndole el juego. Intercambiaron otra sonrisa–. ¿Te he dicho que estoy muy agradecido de que me hubieras dado otra oportunidad?

–Bueno, podrías demostrármelo de nuevo esta noche, Wes.

–¿Cómo cada noche lo hago?

–Entrenando con renovado vigor –dijo, palmeando su mano–. Vamos, creo que escucho llegar a nuestros invitados –se incorporó.

–Seguiremos con esta interesante conversación esta noche, Lara.

–Contigo será mucho más que hablar, estoy segura, Wes.

–Ah, pero qué bien conoces a tu esposo –soltó alegremente, antes de tomarla de la mano y seguir su camino hasta el patio de armas del Castillo.


***


La pequeña Eilidh, como la había llamado Weston, era una joven llena de energía, ruidosa y desenfadada, un poco caprichosa, pero por sobre todo lo demás, risueña. Reía constantemente, hablaba mucho y, aun así, de alguna manera, no llegaba a ser irritante. Al contrario, parecía que su alegría contagiaba a quienes estaban a su alrededor, así que Laraine se encontró muchas veces a punto de reír a carcajadas e intentando con fuerza contener sus sonrisas.

Vaya, lo último que hubiera imaginado era a una joven así comprometida con un guerrero de Glenley, un capitán; y, más aún, siendo la nieta de uno de los guerreros más afamados del Reino. Era increíble.

Tras un día de recorrer Nox, la cena había transcurrido sin sobresaltos. Los integrantes del Consejo de Ancianos se reunieron brevemente a saludar a la recién llegada, probablemente tras haber escuchado de quién se trataba, y luego se excusaron para no compartir la cena. Aquello había sido mucho mejor, les había permitido tener momentos más íntimos para compartir anécdotas sobre los hermanos Drummond y cómo habían crecido en Savoir.

Lara estuvo encantada de escuchar más sobre su esposo, aprender de la paciencia y fortaleza que había requerido para seguir viviendo. Ella había pensado que Wes solo sobrevivía, pero desde que él llegó a Nox, había cambiado él y su alrededor. Así como ella. En realidad, Wes parecía infundir vida en todos, aun cuando a él parecía escapársele. Antes.

Ahora estaba saludable. Sí, aun le quedaba camino por recorrer, pero lucía muy bien. Cada día, mejor. Y ella estaba tan orgullosa de él. Aún más, estaba muy, muy enamorada de él. Su marido.

Dioses. Sí que estaba enamorada de su marido. Irremediablemente.

–Lara, ¿prefieres que hablemos esta noche? –inquirió Wes, bajando la espada–. Pareces distraída.

Cuatro MomentosWhere stories live. Discover now