Capítulo 34

1.1K 189 7
                                    

Wes despertó y miró a su lado, sorprendido de encontrar a Laraine dormida en una silla que había colocado cerca a la cabecera del lecho en algún momento de la noche. No se atrevía a respirar con mucha fuerza o moverse demasiado porque podría despertarla. Observó por un momento su rostro cansado y con signos de preocupación a pesar del sueño en que se había sumido. Pobre Lara, preocupada por su inútil esposo.

Había sido un accidente, uno del que había escapado con suerte y quizá también gracias a Lara. Sus pócimas, como denominaba bromista a las infusiones que ella preparaba al finalizar el entrenamiento por las noches y se las daba, surtían efectos increíbles. De hecho, no recordaba haberse sentido tan bien desde antes del accidente. Había sido demasiado tiempo, pero todo parecía resurgir con fuerza ahora que tenía un poco más de resistencia. Finalmente parecía que su cansado cuerpo intentaba ponerse a tono con su espíritu. Había tanta vida aún en él.

Era consciente que, de haberle sucedido antes, hacía unas semanas, quizá no estaría viviendo esos momentos. Habría muerto al instante, o peor aún, habría sobrevivido apenas y eso era impensable porque estaba cansado de sobrevivir. Empezaba a vivir y quería aferrarse con todo de sí a esa emoción.

Tantas emociones, realmente, a las que aún no había dado mucho pensamiento.

Sabía que lo que sentía por Laraine era admiración, agradecimiento y, con el paso de las semanas, había empezado a sentir cariño por ella. Sí, hasta ese momento, eso había sido todo. O eso creía. Pero al pensarlo, de manera deliberada, notaba que había algo más. No creía que se tratara de un aprecio cualquiera, sino de... amor. Estaba enamorado de su esposa.

La amaba. Se había enamorado de ella, profunda e irremediablemente. Enamorado.

Wes alargó la mano y tocó levemente el brazo de Laraine, en un gesto automático y que reafirmó sus pensamientos. ¿Quién sabía hacía cuanto tiempo se sentía de esa manera? ¿Cómo había sucedido?

Lara se removió en sueños y abrió los ojos de golpe, encontrándose con los suyos que aún la miraban fijamente y con intensidad, mientras su mano la había aferrado sin proponérselo.

–Wes, estás despierto. ¿Cómo estás? ¿Necesitas algo?

–No, no necesito nada –Wes no la soltó. Sonrió levemente–. Estás aquí.

–Por supuesto. ¿Dónde podría estar? Además, me lo pediste.

–Cierto, pero te marchaste.

–Y regresé. Necesitaba atender asuntos de Nox.

–¿Por mi accidente?

–Quizá –replicó con cautela.

–No crees que haya sido un accidente.

–No lo sé.

–¿De verdad? –Wes ladeó la cabeza–. ¿Por qué no me miras directamente?

–Wes, no sé si... –Laraine clavó los ojos en él y suspiró–. ¿De verdad te sientes mejor?

–Sí, un poco golpeado, aunque no mal –intentó encogerse de hombros, pero se rindió ante la incomodidad–. Quizás un poco dolorido.

–Hmmm, deberías descansar más. Te dejaré para que duermas.

–No, Lara, no quiero dormir –Wes no quería soltarla– aunque quizá tú sí. Ha sido un día largo.

–Un poco –dijo, aunque se acomodó en la silla–. ¿Quieres hablar?

–Sí, ven a mi lado –señaló hacia el lecho. Laraine puso en blanco los ojos, sin embargo, hizo lo que pedía–. Te dejaré dormir si es lo que quieres, pero creo que necesitamos hablar.

Cuatro MomentosWhere stories live. Discover now