Capítulo 36

1.2K 195 11
                                    

Aquella noche, Laraine no parecía especialmente satisfecha con el desarrollo de los acontecimientos del día, pues había intentado convencerlo varias veces de las ventajas de marcharse a Savoir. Se había acercado tantas veces a su habitación que a él había terminado de parecerle divertido y un poco irritante su insistencia. Pero entendía por qué lo hacía, él también, si pudiera, alejaría a Laraine de todo lo que supusiera peligro, aunque no contra su voluntad. Eso no.

–¿Por qué sonríes? ¿Te sientes mejor?

–Sí. Me ha gustado verte.

–O te ha enfadado.

–No necesariamente, aunque quizás es lo que buscabas, ¿Lara?

–No... sí –cruzó los brazos, enfurruñada–. Pensé que sí te mostraba lo insistente que puedo ser, tú...

–Somos tercos, Lara. Tú y yo. No planees minar mi resistencia de esa forma. ¿Recuerdas mi enfermedad? He tenido que obligarme a ser paciente a través de los años, a dar pequeños pasos cuando mi espíritu quería correr y volar. Tengo mucha paciencia adquirida, ya ves.

–Es por tu bien, Wes.

–Dímelo, Lara.

–¿Decírtelo?

–¿Quién o quiénes hicieron que perdieras la confianza? ¿Quién te dejó atrás? –musitó.

–La pregunta sería quién no lo hizo –respondió con un dejo de tristeza–. Tendré que contarte mi parte de la historia, supongo.

–Por favor –pidió Wes. Lara asintió, tomó aire y empezó a relatar su historia.

–No hay mucho que contar.

–Esa es la peor premisa que puedes utilizar si quieres hacer un relato corto y sin preguntas, Lara. Solo estimulas la curiosidad de tu interlocutor.

–Sí, de acuerdo –puso en blanco los ojos. Wes rió por lo bajo. Cuando ella carraspeó, marcando su nuevo intento de inicio, él se puso serio rápidamente–. No es sencillo hablarlo, nunca lo he hecho... no completamente, de cualquier forma. Has conocido a Atherton, mi abuelo materno, por cierto, pero que nunca sentí como alguien de mi familia. Nuestra relación fue difícil, especialmente porque no hizo ningún intento de ocultar su desilusión ante el hecho de que no hubiera sido un hombre. Él solo tuvo una hija, mi madre, y una nieta, yo. Corría el rumor que alguien lo había maldecido en su juventud, arrebatándole su mayor deseo, una descendencia masculina fuerte y llena de guerreros. No lo sé, quizá solo eran creencias infundadas... lo cierto es que mi madre murió en el parto y solo quedamos mi padre y yo. Creo que mi abuelo lo había elegido para esposo de mi madre porque era joven, saludable y de carácter apacible... o eso pensó. Lo cierto es que mi padre descendía de una familia tradicional, sí, pero habían aportado varios hombres a Glenley por tanto sabía luchar bastante bien y nunca subestimó lo que podía llegar a lograr con una hija. No me trató diferente y cuando notó que mi interés derivaba con mayor fuerza hacia la estrategia y preparación militar, lo permitió. Quiso hacer de mí alguien que pudiera liderar a Nox. La regente. A Atherton eso no le gustó. No pudo manipular a mi padre y mi madre no estaba alrededor para que la usara contra él. Lo intentó conmigo, pero no lo logró, no me tenía bajo su poder porque sabía que mi padre era invulnerable. O eso creía. Hasta que mi padre decidió volver a casarse y... nació Candra.

Laraine detuvo su narración, pero su inquietud la impulsó a pasear por la habitación. Weston la observaba en silencio, esperando que se animara a continuar. Cuando lo hizo, no lo miraba.

–Tenía casi diez años cuando nació Candra. No voy a fingir que tenía una relación buena con la esposa de mi padre, pero realmente, tampoco era mala. Nos ignorábamos, eso era todo. Con Candra fue distinto. No puedo explicarlo, aun no lo entiendo del todo. Solo la vi y... supe que debía protegerla. Era tan pequeña... así que prometí a mi padre hacer todo lo que pudiera por estar a su lado siempre. Cuando cumplí trece años, participaba en entrenamientos de campo y me herí más de un par de veces. Por ese entonces, mi abuela aún vivía, aunque alejada de Nox. La visitaba cuando podía y me enseñaba sobre hierbas, flores y... pócimas –añadió, para diversión de Wes–. Sí, se decía que era una bruja, pero a mí no me importaban esos rumores. No lo era... o quizá sí –se encogió de hombros– de todas maneras, fue una de las pocas personas que se preocupó desinteresadamente por mí. No porque pudiera ser una pieza en un elaborado conjunto de maquinaciones para fortalecer una tierra y acceder al trono o porque pudiera ser una regente por derecho propio, temida y respetada. Creo que mi padre hacía las cosas correctas por las razones equivocadas, la mayoría del tiempo. Quería que aprendiera todo lo que pudiera, pero no por mí, sino por contrariar a Atherton y el Consejo de Ancianos que estaban renuentes a considerar a una joven, casi una niña, como su futura regente. Quería que fuera fuerte, así que me mandaba a duros entrenamientos, con largos períodos de ausencia y no recibía una carta ni un abrazo a mi regreso. Quería que fuera independiente, así que no permitió que formara lazos con ninguna persona fuera de la familia. Candra era mi único contacto con un mundo de calidez y luz que parecía siempre apenas fuera de mi alcance. Pensé que no habría más. Y a nadie parecía importarle. Hasta que conocí a Shamus Calhoun, quien en ese entonces aún no era capitán de la guardia de Nox, naturalmente. La primera vez que lo vi quedé muda de asombro. Era una joven de dieciséis años, sumamente impresionable y que no había sido abiertamente mirada por otra persona así, mucho menos por un hombre. A la mayoría de la guardia los conocía porque eran jóvenes de Nox, me trataban con distancia y respeto, como uno más... pero no Shamus. Él no perdió oportunidad cuando notó que yo sentía cierto... interés hacia él. Tenía dieciocho años cuando empezamos algo parecido a una relación, no abiertamente por supuesto. A mis veinte años él planteó casarnos y yo... dioses, era tan idiota. Hablé con mi padre, se opuso rotundamente. Creo que él veía la ambición desmedida que yo había fallado en detectar en Calhoun. Pensé en huir con él, aunque esa idea no le hacía gracia... y empezaron los estragos de la guerra. Después entendí por qué, él no quería huir con Laraine Valens, él quería quedarse con la regente de Nox. En realidad, dominarla hasta que él quedara al mando. Y, cuando vio que mi padre no claudicaría, se alió con Atherton. Traicionó mi lealtad sin dudarlo un momento. Cuatro años que no significaron más que un juego para él... me cambió por la capitanía de la guardia de Nox. Un buen intercambio, ¿no te parece? –añadió con acritud–. Una vez más, solo fui un objeto al que usar y desechar cuando no fuera más de utilidad. Esa fue la última vez, prometí. No permitiría que nadie volviera a jugar conmigo, que se acercara lo suficiente para poder intentarlo siquiera. El poder, en más, sería mío. Y si bien Calhoun era el capitán de la guardia, yo era quien comandaba todo Nox, incluyendo su pequeño regimiento. Decidí tomar el control de mi vida. No más Atherton, mi padre, Calhoun... solo Candra y la gente de Nox. Y lo estaba haciendo bien, aun cuando la guerra destruyó gran parte de Nox y devastó familias, seguía firme y fuerte. Sola, completamente tras la muerte de mi padre. Hasta que llegaste tú... y lo cambiaste. Todo. De nuevo. Como nunca pensé posible. Ahora lo comprendes, por qué estoy aterrada, por qué debes alejarte, por qué...

Pero él no espero más palabras. En sus últimas frases se había incorporado lentamente y cuando Laraine giró, la estrechó en sus brazos y capturó sus labios en una anhelada y largamente esperada caricia.

El roce fue breve sí, pero el abrazo en que Weston envolvió a Laraine duró un buen rato, hasta que ella estuvo convencida que nunca se había sentido antes así ni volvería a hacerlo. Protegida, segura... amada.

–Nunca más estarás sola, Lara. Pase lo que pase, yo estaré a tu lado. Siempre podrás sentirme a tu lado –susurró Wes–. ¿Te quedas conmigo esta noche?

–Sí –Laraine se apartó de sus brazos, únicamente para tomarlo de la mano y llevarlo hasta su lecho. Se recostó a su lado, se acurrucó contra él y se quedó profundamente dormida.


***


En la mañana Weston se sentía bastante bien, así que salió a dar su paseo habitual por los alrededores del castillo. Se acercó a tomar su desayuno, miró brevemente a Laraine, pero no hizo intento de retenerla cuando se marchó a atender asuntos del poblado. Últimamente, Lara parecía más cercana a la gente de Nox y el recelo de ellos había cedido un poco. Aún la miraban como si hubiera salido de algún lugar sobre el que no querían indagar demasiado, lo que era absurdo para Wes. Realmente, ¿cómo podían no notar que Laraine era solo una mujer? De hecho, eso era lo que lo aterraba muchas veces, que, aunque pareciera invencible, no lo era. Fuerte, sí; valiente, sin duda; ¿invencible? No.

Si estaba en sus manos, él cuidaría de ella hasta el último momento. Daría todo por protegerla... si dependiera de él. Ojalá fuera así. Necesitaba un plan.

Se incorporó y fue en búsqueda de Jordane. No sabía si lo ayudaría, pero cabía intentarlo. Era la mejor estratega que conocía, incluso Garrett lo admitía a regañadientes y era escurridiza, lo que la hacía ideal para mantenerse al tanto de cualquier peligro en el que pudieran encontrarse.

–Mi lord –murmuró Jordane arqueando una ceja ante su presencia–. ¿Qué hace aquí?

–Paseando.

–¿Cerca del lago? Usted jamás lo hace, lord Weston.

–Lo sabes todo.

–Bastantes más cosas de las que supone –se encogió de hombros–. ¿Qué es lo que necesita?

–¿Crees que te he buscado porque necesito un favor?

–No, no lo creo. Lo sé. Sea breve.

–¿Esperas a alguien?

–Sí. ¿Importa?

–No –Wes suspiró–. Lo que me ocurrió... fue un accidente. ¿Cierto?

–No –lo dijo sin pestañear, con tal seguridad que Wes entrecerró los ojos–. No lo vi, pero como si lo hubiera hecho.

–¿A qué te refieres?

–Están tratando de quitarlo de en medio, mi lord.

–Es tan extraño que te dirijas así a mí cuando estamos solos –Wes sacudió la cabeza, intentando no pensar en lo que había dicho Jordane–. Tú... ¿me ayudarás?

–¿Lo haré?

–No lo sé. ¿Estás de mi lado?

–¿Y usted, mi lord, de qué lado está?

–Del de mi familia, Jordane.

–Su esposa.

–Sí.

–Haré lo que pueda –soltó, sin darle importancia.

–Eso quiere decir que...

–No me presione, mi lord. Veré lo que puedo hacer y lo mantendré al tanto.

–Es más de lo que esperaba.

–Lo sé, pero tiene suerte. Tengo otras cosas en mente.

–Me parece bien. Solo... ten cuidado –cuando ella arqueó una ceja, burlona, sonrió–: lo digo por Garrett, no quiero perder a mi amigo tan joven y sabemos lo que le sucederá si te metes en problemas.

–Ustedes –puso en blanco los ojos, incrédula–. Márchese, mi lord.

–Echado de mis propias tierras –exclamó teatralmente, lo que le valió una leve sonrisa de Jordane. Era más de lo que había conseguido en semanas, así que se sentía bastante conforme al alejarse y dejarla con sus planes.

Cuatro MomentosWhere stories live. Discover now