Noah y Fran no se conocen. No tienen los mismos pasatiempos ni los mismos amigos y, mucho menos, las mismas aspiraciones. Pero hay algo que sí tienen en común: ambos asisten a la Universidad Phoenix.
Y en un viaje no planeado a Las Vegas, tendrán al...
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NOAH
Son las diez de la noche y no he podido terminar con mis lecturas para las clases de mañana. Estoy cansado, los ojos se me cierran y los siento secos. Tal vez no sea una mala idea atrasarme un poco o, con suerte, podría despertarme mañana temprano y tratar de ponerme al día.
Me quito las gafas y froto mis ojos porque no he dejado de ver círculos brillantes por la última hora. Necesito dormir, dormir en serio y eso incluye no despertar cada pocos minutos recordando la estupidez que cometí. Pero me conozco y sé que mi cerebro reproducirá como una película los sucesos de los últimos cuatros días. Lo poco que recuerdo de la boda, el catastrófico domingo, la incómoda conversación con mi madre del día de ayer y como cereza del postre, mi intento fallido de hablar con Fran esta tarde.
Tomo otra porción de la caja de pizza y la mastico disfrutando el silencio de mi apartamento. Convencí a Tony de que no necesitaba que hiciera de mi niñera hoy y estar solo me sienta bien. Sin embargo, no pasa mucho tiempo cuando suena el timbre y maldigo en voz baja porque me puedo imaginar a mi mejor amigo llegando con un pack de cervezas y anécdotas de nuestra infancia juntos.
Pero no es a Tony a quién encuentro al abrir la puerta y no puedo terminar de asombrarme por la presencia de Fran en mi apartamento ni de lo bien que luce con el vestido caro que está usando porque clava sus ojos de piedra en mí y habla.
—Tendremos reglas.
—¿Eh?
—Si vamos a hacer esto, tendremos reglas.
—¿Hacer qué exactamente? —pregunto con confusión.
—Fingir que somos un matrimonio y que nos amamos.
Ingresa al departamento, a pesar de que no la he invitado, y se cruza de brazos mientras me observa. ¿Por qué siempre me mira como si fuera su peor enemigo? No recuerdo haber hecho nada malo a propósito.
—¿De qué hablas, Fran?
—Esta tarde dijiste que no podías divorciarte —me recuerda—. Si no puedes divorciarte, entonces tenemos que fingir.
