Noah y Fran no se conocen. No tienen los mismos pasatiempos ni los mismos amigos y, mucho menos, las mismas aspiraciones. Pero hay algo que sí tienen en común: ambos asisten a la Universidad Phoenix.
Y en un viaje no planeado a Las Vegas, tendrán al...
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NOAH
Fran está en shock. Su cuerpo experimenta espasmos involuntarios, sus ojos lucen vidriosos y no ha soltado una palabra en todo el camino. Está perdida en sus pensamientos, ausente de la realidad y muy probablemente repasando los eventos de esta noche. Cada pocos minutos se lleva la mano hacia la herida en su rostro y muerde su labio como si quisiera aguantar las lágrimas.
Incluso cuando llegamos al edificio no parece notar el cambio, por poco necesito sacarla en brazos y llevarla hasta nuestro departamento. Me sienta mal verla así, tan ida y distinta a ella. Quiero golpear al maldito que le hizo daño, estampar mi puño contra su cara tantas veces que incluso me aterro de mis pensamientos. Ella no se merece lo que le ha pasado y me enferma no poder hacer nada para sanar el dolor que está experimentado.
La conduzco en silencio hasta el apartamento y la guío hacia su habitación. No suelta una palabra, camina casi en automático y estoy a nada de llevarla de vuelta al hospital. Si llamo a Milan, ¿ella sabrá qué hacer? Está en el curso introductorio de medicina, seguro tiene algún consejo.
Con cuidado, le indico que se siente sobre su cama y me arrodillo frente a ella. Acuno su rostro con mis manos y acaricio sus heladas mejillas. Parpadea con rapidez al salir de su trance y observa con confusión su dormitorio.
—¿Fran?
—Hemos llegado.
—¿Te sientes bien? ¿Quieres que te vea un doctor?
—No.
¿No se siente bien o no quiere ver a un doctor?
—¿Por qué no te das un baño caliente? Seguro te ayuda a sentirte mejor y a relajarte.
—Esa es una buena idea.
—Compraré algo de comida. ¿Has cenado esta noche?
—No lo recuerdo —murmura casi con vergüenza.
—Tú y Milan salieron juntas hoy y ella te llevó al trabajo.
