Capítulo 2: el inicio de una nueva vida

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Fecha: 18/07/20

Había pasado una semana exactamente. El señor con el que había hablado era muy amable, parecía ser buena persona y me había ofrecido vivir con el hasta que quisiese. Aun así no me atrevía a decir nada.

Había visto muchas películas como para saber que cambiar la historia no es nada bueno.

Solo debo de encontrar la forma de regresar...regresar a mi época. Si aunque sonase raro ya lo tenía medio admitido.

Aquí todo era extraño, diferente. Quiero decir ahora dejaba de ser una adolescente de 14 años.

Había pensado en ir con una "bruja",aquí se las llamaban así, aunque no creo que existan o realmente sean brujas.

Mi idea se esfumó cuando vi como una mujer joven, era quemada sin piedad en la hoguera. Tan sólo por haberla visto hablar con una bruja. Aunque nunca le había temido a la muerte, si temía tener una muerte dolorosa y lenta.

Así como las esperanzas disminuían, también mis ganas de decir quién era, ahora sabía que sí decía quién era, dirían que soy una bruja, que estoy loca y maldita.

Acá todo lo atribuyen a Dios y es algo desesperante, más para una adolescente atea que siempre le había gustado decir la verdad en la cara. Realmente es cansador escuchar hablar de Jesucristo, sin echarme a reír y mandarlos a cagar. Y hablando de eso, ni les cuento los baños y la mugre que parecía llevar encima, bañarse 1 vez por semana es un asco. Mi piel parecía llena de grasa y en mi cabeza parecia haber una paja grasosa en vez de pelo.

Si vemos el lado positivo, siempre quise ver como era la época antes. La naturaleza; lo descontaminado de las calles, del mar, si las personas vieran lo hermoso e hipnotizante que se ve, nisiquiera pensarían en tirar sus desperdicios al piso; las vestimentas; todo era algo impresionante y de lo que aprender.

Además siempre me había gustado el acento de los españoles e intentar hablar gallego no me salía tan mal. Después de todo era lindo y divertido hablar así y en mi país no podía decir "oye cojete un lápiz".

Pero, cada día que pasaba más agonía y desesperanza había en mi corazón. Extrañaba a mis padres e incluso a los cabezotas inservibles de mis hermanos.

¿Saben lo difícil que es no poder expresarte libremente? ¿Saben lo difícil que es esto para una persona que no sabe mentir? Por ahora solo había dicho que me llamaba Loreley y si me preguntaban, diría que mi apellido es Rodriguez (después de todo no sería tan mentira). Aún no hablaba de mi familia, no se me había ocurrido nada y mejor evitaría hablar sobre ello. Las mentiras no perduran por siempre, más aún cuando no conozco estas tierras, ni su historia, hablar de más o algún dato falso e irracional podría ser mi muerte. Si os lo dije, aquí son muy extremistas y todo es en el nombre de Dios.

Me encontraba haciendo quehaceres de la casa, cuando vi que el señor José, había dejado algunos de los panes que había hecho para vender en el mercado. Seguro para mañana estarían en mal estado, además de que se quedaría sin vender gran parte de su trabajo. Tome una tela y puse los panes dentro de ella, cerrandola con un nudo y colgandola de mi brazo como si fuese un saco. Pues así se cargaban las cosas aquí.

[...]

-¡Señor José!

-Lorey, ¿que haces aquí?

- Eh visto que has dejado gran parte de vuestros panes en la casa y os los traje.-saque el saco de mi brazo y se lo entregue.

-Gracias muchacha. Ya decía yo que tenía pocos. - su sonrisa, su cabello que a su edad ya dejaban ver pocos pelos negros. En el podía recordar a mi padre y mi añoranza disminuía gracias a el.

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