Capítulo 32: Día tres.

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Época actual:

13 de mayo del año 1521, ese fue el día en que mi tortura pareció terminar.  Pero luego de haber vivido tantos años, note que siquiera en los brazos del sultán estaba segura.

Suelen decir que luego de la tempestad, viene la calma. Y por su puesto que yo era una de las tantas ilusas que creían en ello.

Pobre ilusa...

La tormenta no cesó y los tiempos de tempestad fueron en aumento, dejando consigo una sensación desesperante de falsa tranquilidad.

Aquel día, viernes trece. Pareciese que la creencia popular se extingia en ese palacio, al ser tan buen día para el sultán.

Los soldados habían invadido aquella pequeña sala en donde me encontraba.

Me habían encontrado.

Un soldado llamado Bahadir  daba las órdenes a los seis soldados restantes...Bahadir, en la desesperación de un secuestro inesperado fue quien estuvo dispuesto a todo por salvarme. ¿A quién había salvado?, ¿a la favorita de un sultán o a una simple chica en apuros

Sin embargo algo cambiaría luego de ese misterioso suceso...cambiaría en mi y en el Imperio entero. Pero no solo cambiaría en mi y el Imperio, también en la historia de este.

La historia de la monarquía Osmanli cambiaría el día trece del año mil quinientos veintiuno, y cambiaría para siempre.

.

13/05/1521

Me sentía asqueada, como si a pesar de haber pasado dos días no pudiera quitarme ese mal de boca. ¡Me había besado!

¡Cavernicola despreciable!

Aunque célebre que ese hombre no hubiera vuelto a tocarme, siquiera había regresado desde esa vez. Desconocía hace cuanto tiempo estoba ahí; las noches y días no son distinguibles desde la pequeña habitación, no hay nada que pueda ser visible para mi.

No había  ventanas, puertas secretas o algo filoso. Solo una puerta, que por lo que sabía era vigilada  continuamente por dos guardias.

De seguro era una más de sus viles mentiras. No obstante...¿para que comprobarlo? De igual modo no podría desaserme de las cuerdas que me apresaban a la firme y sólida columna de madera.

En mi época tirabas un poco y ya se rompía de tan podrida que estaba...

Habían pasado días, eso lo sabía, ¿porque no me encontraban? Intenté de reprimir el pensamiento de que quizás nadie sepa de mi desaparición o posiblemente a nadie le interesaba el paradero de una esclava, de una odalisca  (como suelian llamarme).

Aun sentía mi rostro arder por la bofetada del desconocido y no, no era por dolor sino que por rabia; no obstante me había salido con la mía, y estaba segura de que aquel "Efendi", me recordaría por los siguientes días.

- Señorita. - me removió.

- Ecrin - entreabri mis ojos viendo el rostro de esta.

Ecrin se mostró molesta por la crueldad de su señor, según sus palabras "un hombre digno no podía deshonrar a una mujer de esa manera".  Repetidas veces me pidió disculpas, manifestando haber cometido el peor error de su vida y según ella, estaba dispuesta a traicionar a su Efendi si con ello compensaba su error.

Sin embargo no podía confiar en cuya rubia que fue participe de mi secuestro, jamás lo haría.

Pero esa vez...no quedaba opción.

- Tenemos que irnos. - dijo soltando mi rostro y apresurandose a dar la vuelta.

Parecía nerviosa, en exceso.

- Tranquilízate Ecrin.

- Tenemos que irnos. - repitió agitada.

- ¿Porque?

- El Efendi....Ibrahim viene hacia aquí, él le hará daño.

- No pudiste pensarlo antes de lanzarme al fuego Hatun. - exprese rabiosa.

Caminó detrás mío e intento desatar las cuerdas de mis apretujadas muñecas. Sin más, no llego siquiera a desatar un nudo cuando ambas levantamos la mirada al escuchar a un estruendo quedando estáticas en nuestro lugar.

El cavernicola mayor estaba ahí.

- ¿Que intentan hacer Señoritas? - inquirió con su perversa voz.

Sentí que Ecrin soltaba las cuerdas de mis muñecas para llevarse una mano a su boca luego de haber suspirado por el susto.

- ¿Acaso pensaban ir a algún sitio?


E.

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