Capítulo 55: Bebé...

516 39 10
                                    

 

    Me remuevo incomoda una vez; a lo lejos como voces solitarias, lejanas, escucho un mar de infinitas palabras sin sentido y legibilidad alguna.

     Tengo calor ¿o frío? No lo se, pero mi cuerpo tiembla, mis ojos hacen presión impidiendo los abra, no puedo moverme.

     ¿Que me sucede? ¿Que es esta incapacidad de mi cerebro para recibir ordenes?

- ¿Mi luna? Has despertado... - Susurra incrédula ese timbre de voz que no soy capaz de olvidar.

     ¡Ohhh mi sultansito!

- Deja que respire. - Le ordena su madre, cuando esté me apretuja entre sus brazos calientes, fornidos y amplios. - Llamare a la doctora.

- ¿So...so...

- Shhhh mi preciosa...guarda tus fuerzas.

      Sin embargo me niego, me niego a que sus brazos ya no me rodeen, a que me halla dado mi espacio, y por sobre todo, me niego a que mi cerebro no responda a las órdenes que le estoy dando.

    Si digo que quiero mover un puto brazo ¡mi cerebro le transmitirá la orden al flacuchento! Si digo que quiero hablar ¡mi cerebro hará que lo haga!

- No,...no te...atre...vas a callarme. - Le respondo logrando (por fin) abrir un mínimo mis ojos, viendo una figura borrosa al instante, que luego (al pasar los segundos) se vuelve más y más nítida.

Resopla. - Siempre tan obediente. - Dice  como si fuese una persona a la cual el cinismo le queda de maravilla.

[....]

    El sultán a salido de la habitación mientras la sinvergüenza me revisa de pies a cabeza (no creo que esto sea necesario).

- ¡Esto es denigrante! - Apunto mi dedo indice hacia la desconocida. - Es totalmente humillante e innecesario. - Susurro por décima vez en diez minutos.

- Ya te lo he dicho, la doctora debe de ver por completo tu estado. - Habla mi querida suegrita, quien no se ha movido y a visto mi revisión por completo (que bochorno).

   La mujer, vestida con un horroroso vestido a franjas verdes y anaranjadas, da dos pasos lejos de mi y le asiente a la Valide Sultan.

- Ya puede vestirse Gözde. - Me dice dedicándome una verdosa mirada neutra, como si ya no me hubiese visto hasta el alma y los pecados.

      Observo mi blanca bata abierta que se ajusta solo con un cinturón de tela a la altura de la cintura.

- ¿Como es...- La puerta es abierta de imprevisto, quien muestra su desconcierto ante mi clara desnudez. - ...ta?

- Ambos están con bien mi sultán.

¿Ambos?

- ¿Solimán? ¿Mi sultán? ¿Tu también fuiste herido? - quito las sabanas de arriba mio e intento ponerme en pie, - ¡Ah! - es ahí cuando él corre hacia mi y sus manos vacilantes toman la desnudez que ya había olvidado. Me sujeta con fuerza, ayudándome a quedar en pie.

"¿Tu también fuiste herido" ¡Ja!  Hipócrita ¡Tu sola te herirte bicho mal agüero!

¡Cállate demonio!

- No te levantes mi luna.

- ¿Y que quiere? ¡¿Acaso quiere que me quede acostada?! Estoy aburrida. ¡Además no me ha contestado!

-  Tranquila. - Su voz calma, extremadamente baja y suavizante ¡Me exaspera!

- ¿Tranquila? - Murmuro. - ¡Estoy tranquila!

- Sientate- Cuando sus brazos intentan forzarme a cometer esa accion, lo abrazo por el cuello.

- No quiero.

- Que caprichosa que eres. - Su voz burlona, acompañada de la divinidad de su sonrisa....

- No lo soy.

- Aja...¿y que es ese delicioso puchero que se forma en tus labios? ¿La forma en que tus ojos se entrecierran  y me miran fijamente?

- ¿Fuiste herido? - Pregunto a cambio.

Él me sonríe y niega, paso seguido se sienta conmigo enganchada, colocandome de costado sobre una de sus piernas, mientras mis piernas quedan en medio de las suyas.

- Tu madre esta aquí. - Le susurro al oído.

Él ríe. - Pero que distraída eres mi dulce avellana. - El desgraciado continúa riendo. - Madre ha salido de aquí hace unos minutos. - Toca la punta de mi nariz, con la yema de su dedo. - No fui herido.

Volteo y noto por mi misma como la habitación está vacía de cualquier presencia que no sea la nuestra.

- ¿Entonces? - Pregunto, volviendo al tema inicial de conversación.

    Su gran mano áspera se dirige a mi vientre desnudo. Por primera vez, ve mi desnudez en un acto que no sea sexual, y extrañamente no me causa vergüenza alguna. Me soba con delicadeza subiendo la palma hasta cerrarla por completo en mi ceno izquierdo.

¿Ya quiere sexo? Por lo menos que deje que respire ¡Maldito loco!

- Belinay...- Suelta mi teta, la cual queda fría, erizada, a la espera de un nuevo toque. Acerca nuevamente su mano, contornea la aureola y pellizca suavemente mi pezón. Instintivamente llevó mi mano hacia mi ceno libre y lo apretujo.

- Solimán....- Susurro.

- Shhhh....Estas tetas pronto le darán alimento a un ser humano...y no seré yo. Siempre tuve lo que yo quise, cuando y como quería. - Aprieta un poco más, jadeo y hecho levemente mi cabeza hacia atrás. - Tendré que aprender a compartir.

¿Pero que locura dice? ¿Es que este hombre me compartirá con otros acaso? En esta época de locos, todo se puede esperar. Incluso que decidan sobre tu cuerpo y ser sin que tu, tengas la necesidad de expresar una sola palabra.

- ¿Es que acaso me dará como ofrenda?

Su rostro se transforma, sus facciones se endurecen, el entrecejo se arruga dándole así, un aspecto más feo a su ya fea nariz, el único defecto que este dios caído del olimpo posee.

- Tu eres mía Belinay. - su otra mano se posa sobre mi cabeza, tomando mi cabello con fuerza. - Solo mía. -  Empuja mi cabeza sobre la suya y me ofrece un fogoso beso.

Su lengua invade mi boca de imprevisto, no me da tiempo a pensar. Nuestras lenguas dan una fiera batalla que no me gasto en participar, lo dejo liderar, dejo que haga lo que le plazca con el terreno que ha ganado a voluntad.

Tira de mi cabello hacia atrás (separando nuestras bocas) y une nuestras frentes.

- Tendremos un hijo. - Sus ojos se cierran, mientras su mano baja a mi frío vientre.


_____////_____////____////______

¿Niña o niño?

Ya esta planificado, pero tal vez adivinen...

E.

Topkapi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora