Capítulo 34: El arte de sentir.

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(Si ven correcciones que hacer haganlas)

- ¡Ramera! - aúllo el hombre a mi espalda mientras sostenía su entrepierna abultada con sangre.

- ¡¿Quien esta ahí?! ¡Vamos recorran y cierren todo el lugar! - ordenó una voz gruesa a la distancia.

Y...senti esperanza, como si estuviese al fondo de un pozo y aquella voz seguida de firmes pisadas me buscarán en lo hondo y en lo profundo de la obscuridad.

- ¡Auxilio! ¡AYUDEN... - grite.

No obstante, fui obligada a callar cuando Ibrahim golpeó con fuerza mi mejilla, chille de dolor. Jamás...nunca nadie me había puesto una mano encima, no de esa manera tan brusca; entonces verifique (una vez más), que la maldad era palpable en esa época, (ninguno expreso indignación o algún signo de reproche para con su efendi).

Me sentí indignada...sumamente indignada al caer al suelo sobre mis manos dolorosas por el rose del rocoso piso. Este no se asemejaba al magnífico marmol del palacio, lo que me hacía pensar que tal vez estaba alejada del harén en un lugar desolado, y por ello aun no me encontraban...o al menos eso quería creer.

Me sentí humillada al notar la falda levemente levantada y la mirada del castaño sobre mis desnudas piernas.

Me sentí cohibida pero aun así...aun así me abstuve de bajar mi falda, no lo hice, reprimi la acción al notar que era una distracción para Ibrahim.

Me sentí temerosa al subir mi mirada y encontrarme con la de él (no me observaba a mi), miraba con descaro y lujuria cada centímetro de piel descubierta.

Y...me sentí victoriosa al dirigir mi atención al viejo corpulento que minutos atrás me aprisionaba. Lloriqueaba detrás del pedazo de tela blanco que ahora estaba también manchado de sangre. Se rebolcaba en forma fetal con ambas manos al rededor de la navaja (aun clavada) en su entrepierna.

Y esa imagen...la de un hombre grandullón y "machito" revolcándose del dolor...llorando desesperadamente, intentando detener sus quejidos para no ser descubierto...fue suficiente para que sonriese con sorna.

¡Vingo!

Me sorprendí...me sorprendí a mi misma al no encontrar ni una pizca de arrepentimiento, de dolor ante aquella figura repleta de litros de sangre carmesí...obscura...muy obscura por lo acumulada que estaba.

Sin embargo, no tarde en comprender que era como ellos; mi alma estaba corrompida y aquella ambición que describi como maligna (la primera vez que vi el reluciente palacio de Topkapi), me invadió de la peor manera, creando una fortaleza a mi alrededor cuyo merito era la maldad que la ambición les provocaba.

Maria...quien pensé seria mi compañía en esta escalofriante travesía.

Ayşe Hafsa...a quien creí un impedimento en la historia de Solimán y Hürrem.

Hatice...quien creí una víctima del amor y el destino.

Hürrem..a quien creí inocente de todas las artimañas a su alrededor.

Mahidevran...quien me incito a pecar.

Solimán...un poeta supuestamente enamorado de su alegre musa de ojos peligrosos.

Ibrahim...el fiel sirviente que creían victima de la azañas de la víbora rusa.

Loreley la latina y Belinay la española no encajaban. Yo me había inminiscuido en la vida de esas personas crueles, ambiciosas, sedientas de poder. Solo era un impedimento para que la falsedad de cuyos personajes siguiera su curso sin intromisiones.

Ambiciones distintas, pero ambiciones ciegas a fin de cuentas. Ellas habían llegado a mi por los actos que estos profesaban.

Ibrahim no debería de verme con ojos lujuriosos, oscurecidos por el deseo y la ambición de poseer lo que no estaba destinado a ser de él.

No debería siquiera tocar uno de mis cabellos.

No debería cruzar palabra con la favorita de un sultán.

Había cruzado sus límites, hecho lo impensado.

Pero no fue hasta que repare en que las voces a mi al rededor fueron cesando, haciéndose cada vez más lejanas y silenciosas, que note mi situación. Para entonces mis oídos fueron incapaces de percibir otro sonido que no fuese el característico sonido de un reloj ('tic tac, tic tac' ), creado por mi mente. Por lo cual entendí que el tiempo transcurría, que seguía prisionera, que mi tiempo era limitado y que solo me me había dedicado a divagar entre mis pensamientos.

- ¡AYUDAAAAA! ¡EST...

No llegue a terminar mi oración cuando sentí el peso de Ibrahim, aprisionandome sobre el incomodo suelo con una de sus manos sobre mí boca y la otra apoyándose en el suelo. Forceje y grite sobre su mano, era mi última oportunidad de escapar y la había desaprovechado.

Lamente ser tan distraída.

- ¡Cállate perra! - escupió en un susurro.

Me paralize, horrorizada quede como un cubo de hielo al notar la mano rasposa del hombre. Recorría mis piernas desnudas con atrevimiento, no pestañe, no moví siquiera un musculo por el temor de empeorar la situación.

- ¿Tienes miedo chiquilla? - lo oí pronunciar mientras sonreía de lado.

《Si, tengo miedo ¿y que? ¿Acaso te calienta? Pues déjame decirte que es en vano, ¡eres una escoria! Y si de chiquillas hablas por supuesto que lo soy ¡viejo pedófilo!》quise decirle, pero mi boca me jugó una mala pasada al no poder ni abrirla; aunque de igual modo no le hubiera dicho eso, no me atrevía era demaciado cobarde como para abstenerme a las consecuencias.

Percibí como un nuevo trozo de tela era rasgado de mi vestido y cerré con fuerza mis ojos, temiendo su próximo movimiento.

Ibrahim no era viejo, su edad se asemejaba a la del sultán, tal vez era un par o tres años mayor o al menos era lo que me parecía.

Me estremecí y abrí mis ojos con horror al sentir la rasposa tela del que era mi vestido favorito sobre mí boca, cubriéndola y evitando que se filtre ruido alguno. Lo miré con sorpresa, no había notado cuando este quito su mano de mi boca.

¡Tonta, tonta y retonta!...otra oportunidad desperdiciada ¿que voy a hacer contigo?

Rodé los ojos inconscientemente, ¡no era hora de sus estúpidos arranques de niña madura!

Me tomo de manera brusca el brazo e hizo que me levantase jadeando por la fuerza ejercida sobre este. Pronto estuve delante de él, presionada sobre su pecho y rosando su asquerosa entrepierna.

- Sueltala o te mataré. - esa voz...tan segura y demandante, no obstante sabía que se estaba muriendo de miedo.

Sonreí al percibir aquella voz e intente separarme y voltearme en un vago intento, sin mas el me mantenía cautiva, pero...¿que importaba?

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¡Feliz sábado!

Amo ver maldad en Belinay.

¿Que creen que sucederá?

Pd: Me gusto este capitulo, creo q junto a los primeros es uno de los mejores que escribí.

Con cariño:
E.

Topkapi Kde žijí příběhy. Začni objevovat