Capitulo 44: Brillar como la luna

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Se sentía nerviosa, como si un río de  nervios se avecinaba y la corriente estuviese a punto de arrastrarla consigo.  Ahora que sabía que no estaba sola, que contaba con el pueblo, con quienes la veían como su salvadora, estaba segura que nada sería igual.

Su era comenzaba.

Ella no quería esa vida, quería regresar con su familia, a su época, casa y vida. Quería volver, que los brazos protectores de sus padres la rodearan, su hermano mayor la protegiese como su flor más preciada y su hermanito menor la pelease por sus locos celos.

Jamás entenderiá como incluso podía extrañar a esa foca somnolienta y a ese mono terco y tonto.

No obstante, ella estaba ahí. En el siglo XVI con seres desconocidos y peligrosos a su parecer. Era escalar o quedarse estancada en la triste soledad de un mundo que no era para ella, una esclava solitaria  a merced de cualquiera.

Y no, ella jamás estuvo dispuesta a ser menos que el resto, prefería ser más.

Digna y bella quien llegó a esa época e impuso modismos, costumbres, modas distintas y un sin número de cosas más.

Ingreso con la cabeza en alto (muestra de que jamás nadie osadía humillarla), regia y hermosa aún envuelta en un edredón marrón obscuro como la noche, sus delgadas piernas blancas como la nieve descubiertas hasta poco más de sus rodillas; aunque la fina tela de la camisa de su majestad (el gran sultan), cubría hasta poco más abajo de sus rodillas.

El harén silencio hizo; sin cuchilleo, sin ruido alguno.

Algunas muchachas elevaron sus cuerpos de los cómodos cojines, otras dejaron de hacer sus caceres y las que estaban cerca simplemente se mantuvieron estáticas; tanto mujeres como eunucos sorprendidos elevaron sus cabezas y miraron a la odalisca que consideraban poco agraciada.

Luego de no saber nada de ella, simplemente pensaron que la insolente rusa había cumplido sus amenazas y asesinado sin piedad a quien le quitaba la atención que en un momento solo de ella había sido.

Nadie pensó que Belinay Gözde volvería con vida, entera y en una sola pieza.

Entre las criadas reinaba la alegría, pues aunque ella suponía un peligro y más competencia para ellas, la verdad es que el cariño del sultán había sido dirigido hacia más de una mujer desde su llegada. Mientras  que anteriormente sólo era tomado por la rusa impertinente, quien ya era madre de un Şehzade, darle más poder sería su ruina.

Si, preferían con vida a la española.

- ¡Por Allah! - le rogó a su dios el Agha Sümbül, señalando y mirando al cielo divino. - Ten misericordia.

Nadie se atrevía a detener los pasos de la muchacha, pues solo habían tres personas entre la multitud que la apreciaban, y ninguna estaba dispuesta a interrumpir su momento de gloria y poder.

Con orgullo subió los peldaños de las favoritas y camino rápidamente a su aposento compartido. Espero a encontrarse a Derya ahí, pero no, ni ella ni la fastidiosa de Maria se encontraban allí.

Aunque al mirar detenidamente....una de las tres camas había desaparecido. ¿Es que había estado ausente dos días y ya se habían desecho de ella? ¿con tanta facilidad y frialdad? ¿su lugar era tan insignificante como para sacar su puesto incluso de una habitación?

Se sintió enojada, estafada e histérica.

Ignorando sus pensamientos, decidió ignorar el hecho de haber sido  despojada de lo que le "pertenecia", ir hacia el placar en conjunto, tomar un vestido amarillo de escote circular (que no era para nada su estilo) y colocarselo. Si hubiese estado en su casa seguramente se hubiera quitado  sus prendas, para luego tirarse a su cama, taparse hasta la cabeza, y dormir despreocupada y como había llegado al mundo. Sin mas, estaba en Asia, un lugar musulmán donde no aceptaban esa "indecencia"; además de que en cualquier momento podrían requerir su presencia y en ese palacio la paciencia no estaba ligada a la espera de un par de minutos.

- ¡Por Allah Bel! - entro histérica y agitada una pelinegra de hermosos y grandes ojos azules. - ¡Fue esa víbora! ¿Verdad? - a pasos apresurados se acerca a la adolescente y se lanza sobre ella, fundiéndose  ambas muchachas en un caluroso abrazo.

- ¿De que hablas? - Pregunto la más joven sin entender de que hablaba la mayor.

- Dicen que las de cabellos claros son poseedoras de una gran belleza, pero no dictan de inteligencia alguna; ¿debería de confirmar esa afirmación?

La de dulces avellanas rodó los ojos. ¡ Ahí estaba el típico "rubia hueca" "rubia tenias que ser" "por rubia" ! Ya se habían tardado en decirle lo hueca que era gracias a su color de cabello ¡reverenda estupidez! Un color no define tu coeficiente intelectual.

- ¡Pues el que halla afirmado reverenda estupidez le hacen falta un par de neuronas! ¡No! ¿Que digo neuronas? ¡Un cerebro entero es lo que le falta!

Derya frunció su ceño confundida y río sin poder evitarlo, pues veía a su amiga como una niña caprichosa; sentada en su cama, tapada hasta la cintura, con los brazos cruzados, le había reclamado con la trompa estirada, el mentón alzado y un tono de voz sumamente aniñado (digno de una jovencita de diez años).

- ¿De que te ríes? - Su risa se alzo aún más. - ¡¿Acaso mi sufrimiento te divierte?! - Pronunció exagerada con voz jocosa. - ¡Podría estar muriéndome Dery!

- ¿Mu...muriendote? - Pronunció entre risas - ¡Por Allah! ¡Allah te castigará si mencionas la muerte como algo tan ligero niña!  - La reprimió cesando (para la suerte de la menor) su risa.

Pues gracias al cielo que no creo en la existencia de ningún ser "grandioso, extraordinario  o superior"》 Pensó.

- Pues me quedaré en el inframundo. ¡Hades me espera! - grito efusiva.

- Ay por Allah no menciones al demonio - Balbuceo cubriendo la boca de la adolescente con su mano. - ¡Creerán que eres una espía!

Nuevamente la menor rodó los ojos. No podía hacer nada, se tenia que cuidar hasta del detalle más pequeño. ¡No habia democracia, ni libertad de expresión!

- ¿Acaso me han corrido ya de los apocentos? - expresó dirigiendo su mirada a la única cama restante.

Derya rió, y la americana frunció aun más su ceño. - ¡No! - Dijo entre risas. - a quien han echado es a esa farsante.

- ¿A Maria?  - Susurro incrédula.

- Si, se dice que el mismo sultán lo ha ordenado, y que el mismo se ha encargado de desmentir que ella halla pisado su alcoba.

Ambas se miraron sonrientes y burlescas, aun así el brillo de la sonrisa de Belinay era aun mayor. Maria, quien había sido su compañera, quien oso burlarse y lastimarla sin compasión alguna, y fue tan vil traicionera había recibido su merecido castigo.

¿Eso significaba que su majestad había perdonado al fin su desconfianza? Porque si con ese secuestro había logrado ganar puntos en el corazon de él, pues en el fondo agradecía ese miserable suceso.

Pareciese que el secuestro no solo había servido para librarse de algunas moscas, solo deseaba que todo saliese como esperaba.

- ¿Y donde esta ella? Me gustaría hacerle una visita. - mencionó con sed de venganza, en una mueca de desconocida maldad.

Con cariño:

E.

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