Capítulo 38: Por primera vez.

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13/05/1521

Los corredores son interminables, tenía razón cuando dije que este palacio se trataba de un laberinto, mejor conocido como "Nido de víboras". Según Abi estuve 3 días cautiva, aunque sin duda para mí fueron más, se me hicieron eternos y aún más este día.

Todavía es de tarde, diría yo que no pasa de las seis o siete. El clima está temblado, pero aún así siento frío. Debe ser culpa de la poca tela sana de mi vestido.

Me duele el estómago, la cabeza, las piernas y el tobillo. Siento que no puedo más, estoy a punto de rendirme y lanzarme al suelo a llorar como una nena. No había reparado en cuanto me duele; tal vez cuando me herí, a causa de la adrenalina no lo note.

- Abi... - pronuncie por endecima vez desde que empezamos a caminar.

- Si señorita. - respondió con amabilidad, volteando a verme.

- Estoy cansada.

- Queda poco Gözde. - me dio una sonrisa.

Hoy conocí la envidia.

Mínimo unas cinco veces había interrumpido su paz. Me inminiscui en el tranquilizador silencio solamente profanado por el ruido de nuestros pasos y respiraciones.

Y luego de haberme quejado unas veinte veces no entiendo como aún sigue sonriente y pacifico; mis padres solían asquearse.

Tal vez por su amabilidad podía convivir con ese prepotente, aunque no estoy segura que sea uno de sus sirvientes, pero después de todo Abi estaba con él asique puede que si lo sea.

Con ese insensible debe de ser mas fácil soportar mis caprichos.

Si claro...

Ruedo los ojos.

- Y dime señor Abi... - Levanta su mirada. - ¿faltara mucho?

- Solo unos pasillos más Gözde. - Me sonríe tal cordial como siempre.

¡Me sonríe! ¿Que ser de luz puede hacer  algo como eso cuando le están rompiendo los huevos?

Pues tal vez...¿por que ya no tiene?

¡Insensible!.

- Abi

- Debe de estar cansada ¿Desea que la cargue? - dice con amabilidad.

¿Al fin se canso de mis niñerías?

- ¿Harías eso por mi? - pregunto esperanzada.

Mi pregunta sale con una voz aniñada y llena de ilusión. ¡Cuanto odio el tono de mi voz!

- Por supuesto. - Habla sin siquiera pensar.

Para que halla decidido cargar con el peso pesado debe de haber  llegado al limite de paciencia.

Nos detenemos y en un rápido movimiento pone uno de sus brazos por debajo de mis rodillas y el otro en mi cintura.

Me siento culpable, ¡pobresito!, lo he molestado hasta el cansancio. Sin embargo no pienso bajarme y caminar hasta el harén.

Abi parece no sentir el peso, me carga con facilidad. En unos cinco minutos los pasillos se me hacen conocidos y es cuando veo a una criada de cabellos café mirarme con asombro. No se cuál es su nombre, pero de vista si que la conozco.

- ¡Oh! - Grita con asombro dejando caer un cesto con ropa y llevándose sus manos a la boca.

- ¡Apresurese y llame a la doctora Hatun!

Las palabras retumban en mi oído al tener su pecho pegado a mi oreja y se me hacen extrañas. Él ahora parece un ser desconocido, su tono dulce y tranquilo se esfumó,fue remplazado por uno autoritario que hizo que la Hatun se olvidase del cesto y corriese como alma que se lleva el diablo.

- Usted parecía ser un hombre pacifico. - murmuro.

- En este Haren es necesaria la autoridad. - su voz dulce volvió.

- Pero...¿porque a mi me permitió que lo molestase? - Teniendo ese carácter soporto mi imprudencia por mucho tiempo.

Pues debo de admitir que yo solo soy una chiquilla caprichosa de quince años.

- Mi señor me ha puesto a su cargo, debo de ser amable con usted Señorita.

Franco el seño, ¿solo por eso me trataba bien? - Si me desprecias hazlo notar.

-Es imposible hacerlo, es usted tan tierna. - arruga su brazo y me toca la punta de la nariz con su dedo índice.

Achino los ojos. ¿Tierna yo? ¿que le parezco? ¿un cachorro?

- Vamos...finje dormir. - ordena, su cabello castaño se remueve por los pasos concisos y rápidos que lleva a cabo. - Se que lo quiere hacer. - frunzo el ceño - ¡No me mire así! Se lo mucho que quiere llamar la atención.

- ¡No es llamar la atención! Solo...solo...- me detengo al ver sus facciones llenas de burlas.

Me sonríe de una forma tierna, sus ojos celestes están puestos en mi, bondadosos, misericordiosos, fuertes y débiles a la vez. Es el tipo de persona que te muestra todo atraves de una mirada, el que no se esconde detrás de una falsa fachada, el que no es capas de ocultar su alma.

El me observa como cuyo hermano mayor haría, regalándome, mostrándome que conoce hasta mis más obscuros caprichos...mi mente vaga a Chile, al siglo XXI  donde mi vida era monótona y aburrida, pero pacífica y fácil. Una lágrima roda por mi mejilla izquierda en el momento en que el mayor de mis hermanos, el más fuerte y bondadoso, el único que era capas de mirar a través de mí, Benjamin invade mis pensamientos.

No obstante en el momento en que escucho voces a lo lejos, me veo obligada a detener mis pensamientos y dejar caer mi brazo derecho, mi cabeza  y  espalda hacia atrás, en el intento de parecer inmóvil, desfallecida.

Se hacen más y más cercanas. Se que se están acercando pero no soy capas de abrir mis párpados.

Abi afianza su agarre sobre mí al ya no tener mi ayuda.

- ¡Oh, por Allah! - Exclama una voz, la cual la puedo identificar como la de sümbül ağha. - ¡Vamos llévala a enfermería!

El eunuco se mueve sin esfuerzo a paso apresurado como si yo fuese tan solo una pluma, y en determinado momento los murmullos y gritos de asombro son audibles.

De pronto los murmuro cenan y un silencio sepultar quedaría si no fuese por los pasos firmes y  seguidos de alguien, alguien que debe de ser importante como para detener a un haren entero.

Insegura decido terminar con mi teatro, muevo mi brazo tocando mi cabeza con la mano de está, arrugó los parpados un par de veces y finalmente los abro. Lo primero que veo es el rostro estupefacto de Abi, no se esperaba que abriese los ojos tan rápido.

No soy tan dramática, ¡será exagerado!

- ¿Q...que paso? - pregunto con voz de drogada en un suave susurro audible. - ¿podrías bajarme? - indagó luego de no haber recibo respuesta alguna.

Silencioso, misterioso, sofocado y sorprendido, deja mis pies sobre el suelo y me ayuda a estabilizarme sosteniendo mi cintura.

- ¿Cariño? - Al oír cuya voz melancólica, subo mi vista hacia quien tengo en frente. Ojos obscuros como la noche, una elegancia que solo ella es poseedora. - ¡Oh!

Sin más, no tarda ni un segundo más en embarrar sus manos al rededor de mi sucia ropa, abrazándome delicadamente por la cintura.

- Mi sultana. - lloriqueo. Por primera vez me permito llorar en los brazos de alguien, siento que mi mundo se viene abajo. Rodeo su cuello con mis manos y posó mi cabeza sobre su cuello.

Me permito llorar frente a un harén entero, y aunque me avergüenza no puedo parar de hacerlo, porque luego de derramar la primera lágrima sientas más le siguen.

El calor maternal que el destino me había arrebatado, ahora me lo devolvía atreves de la diosa de la belleza y elegancia.

- ¿Que te han hecho cielo?

E.

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