Capítulo 26: traición.

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Sus labios me habían dejado estupefacto, jamas habia sentido ese hormiguereo en mi cuerpo al ser tocado por una mujer. Pero ella...ella parece tan distinta, ajena al mundo, al exterior.

Hürrem seguía ejerciendo presión sobre mis labios, moviendolos y queriendo dar paso a su lengua. Sus labios sabían a su ave favorita, no era mi sabor favorito, siquiera me gustaba ese tipo de carne.

Los suaves labios de aquella extraña belleza me abrazaban, me encantaban, me dejaba sediento, me fascinaba como se ponía de puntas de pie solo para llegar a mi boca, amaba tomar su estrecha cintura mientras que mis labios hacían lo suyo sobre los de ella.

¿En que momento dejé de disfrutar los labios de la rusa que robo mis suspiros un par de años atrás?

Hürrem era alta, no debía de pararse de puntas. Y su boca...su boca no tenía comparación con la de ella. Los labios de Belinay sabían diferente, su boca tenía un sabor excepcional y adictivo.

Empuje suavemente a Hürrem al sentir una orcada, vomitaria  si seguía besandola, el olor  y sabor a aquella espantosa ave, me asqueaba.

¡Me había engañado! Se burlo de mi y de una de mis consortes. No hubiera tomado importancia si se tratase de otra, pero ella...ella había llegado a mi incluso antes de verla por primera vez, era como un destello de luz que lo iluminaba todo.

¡Oh aquel magnífico encuentro! No pude ver su mirada, solo su cuerpo y el baile maravilloso que sus labios carnosos hacían al responder tímidamente. Su voz era diferente, nadie hablaba como ella; esta era tierna y salvaje, y al oírla por primera vez sin siquiera ver su rostro supe quien era ella...

Sus suspiros, ¡por Allah! Querría amortizarlos por el resto de mi vida. Me sentía en la necesidad de poseer a esa bella e impertinente mujer hasta el último día en que respire.

Tal vez cuando aquel pequeño lago de Estambul deje de reflejar la luna, pueda olvidar a esa osada mujer.

No obstante no era quien estaba frente a mi, era quien había causado lágrimas en ella. ¡Oh que enfadado estaba! Hürrem oso traicionar a quien la ayudo en ese momento. Desearía en este momento poder tener la justicia divina por la que Allah me convirtió en el gobernante de este Imperio, pero no puedo, no puedo ser severo con la dueña de mis pensamientos.

- Vete. - me volte, no quería ver su rostro.

- Majestad, lo siento. - apenas pude escuchar su voz, melosa. - ¡Lo amo! Digo la verdad, ¡ella me empujó! - grito, insolente como siempre.

¿Como se atrevía? Mi más fiel sirviente vio con sus ojos la misma escena y de inmediato corrió hacia mi avisandome.

No, ella no podía ser tan descarada. Mi amada de ceja curvada, aquella que había llegado a alegrar mis días más tristes.

Tal vez Ibrahim de Pargali había visto mal...

No, Belinay era tan inocente. Cada movimiento de ella irradiaba pureza, tan genuina, honesta...sus ojos verdes griseasos con una mezcla de marrón claro... Sin duda había pasado mis noches y mañanas en vela descifrando aquellos extraños y únicos ojos.

- No mientas. Recuerda tu lugar, ¡no te atrevas a mentirle al sultán del mundo!

Estaba enfadado, ¡mentirme en la cara! La mirada triste de mi luna llegó a mi, estaba avergonzada de nombrar siquiera el tema. No dijo su nombre, lo agradecí. Todo de ella era bondad y sus actos también lo eran.

Son tan diferentes.

Por un lado esta Hürrem, tan peligrosa pero ardiente... y por el otro ella,  incluso al dormir veía su rostro, era inocente, amable, sincera y a la vez sensual. Se que la pelirroja no teme a engañarme justo como hace ahora, no es algo nuevo; no obstante la castaña jamás había pasado de una pequeña mentira, como había sido la de su yegua Emma.

¿Que iba a hacer? Amo a Hürrem, pero en este caso ese pequeño detalle es irrelevante, mi enfado es más fuerte. Puedo tolerar cada mentira de su parte, sin embargo esta vez cruzó cada barrera que se le tenia permitido. ¿Como gobernaria un Imperio, si no me atrevía a poner orden en mi propio harén?

- Majestad, -se pone a mis pies y toma mi túnica desesperada. - todos la aman, incluso su madre la tiene más en consideración que a m...

- No metas a mi madre en esto. - taje - recuerda tu lugar Kadin.

- Solim...

- Recuerda a quien tienes en frente. - la interrumpi nuevamente. - No puedes mencionar mi nombre Hürrem.

No la dejaría, ya no. No deseaba que sus sucios labios formularán mi nombre en aquella profunda y mentirosa voz.

La vi tragar saliva. Estaba dolida y por primera vez, no me importo. No me importaron sus lágrimas de cocodrilo ni su voz jocosa.

- Vete de mi vista.

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¡Hola de nuevo!

¿Que les pareció el capitulo?

¿Que opinan acerca de nuestro no muy querido sultansito?

¡JA! El piensa que nuestra Belinay es una blanca palomita...

Con cariño:

E.

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