Capítulo 39: Privilegio.

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- Acompáñame. - Me ordeno tomándo mi mano fría, la suya me dio la calidez que necesitaba.

En paralelo a las puertas del harén se encuentra una escalera, ella me guió por ella. Al subir hay un pequeño balcón que da al patio de las muchachas. Posteriormente abre la puerta que se encuentra en medio de este, e ingresa conmigo de la mano a una habitación. Hay muebles exquiscitos por donde quier y al doblar, la gran cama de la sultana se hace presente. ¿Que hago aquí? ¿Acaso justo en estos momentos necesita algo de mi? La que necesita soy yo, necesito comer.

- ¿Por qué me trae aquí? - me animo a preguntar después de un debate interno.

- Charlotte

Ignorandome por completo, como si yo fuese un pedazo de mierda insignificante; Hafsa llama a una de sus criadas, la cual no tarda en postrarse a nuestras espaldas.

- Mi sultana.

- Busca a Sümbül y dile que traiga a la doctora. - Da dos pasos mas arrastrándome con ella cuando de pronto se detiene. - ¡Ah! Y prepara el baño para la Gözde.

Y con ello completa su camino hasta quedar frente a su cama. - Recuestate niña. - ordena.

- ¿Y...yo? - Llevo mi dedo indice a mi pecho.

- ¿Hay alguien mas aquí?

Alargo mi cuello para poder observar mejor toda la habitación, sin embargo, cuando finalizo mi tarea doy por contado que la sultana me ha tomado el pelo.  A lo que niego y aun dudosa me recuesto sobre su suave cama de plumas, antes de que se arrepienta.

- Ibrahim - Digo al fin.

- ¿Que?

- Es el nombre de quien me atacó sultana. - mi lengua quema por decirle quien es, pero aún no puedo. Yo no debería saberlo y decírselo no está en los planes. - Lo escuché de ese hombre...¿Como era su nombre? Si no recuerdo mal era Bahadir. - Hago mención  a sabiendas de que no me equivoco. - Si, creo que así se llamaba. El tal Ibrahim parecía ser alguien importante o al menos así se hizo llamar él. Fue todo tan horrible mi sultana. - Digo con la voz quebrada al final.

Todo en mi tiembla, esta mujer tiene algo que me hace sentir sensible. En tres días no me había permitido ser débil, pero frente a ella...todo es distinto.

- Tranquila Belinay. - su rostro es serio, más de lo normal. Creo imaginar a donde la llevo sus conclusiones. - Debo de irme, descansa y toma un baño. - se inclina y deja un beso sobre mí frente antes de desaparecer de mi vista.

¿Es esta la calma antes de la tormenta? O ¿en verdad esta mujer me aprecia? Si es así, espero que su cariño este sobre mí hasta el último de los dias, pues no se que sería de mi sin su apoyo y comprensión.

[...]

- Siéntese sobre ese banco. - Ante su tono amable solo pude asentir. - Descubra su cuerpo porfavor.

Con un poco de vergüenza pero impaciente por recibir esa cristalina y tibia agua, deje caer la sábana blanca, quedando expuesta ante las tres sirvientas. Sentí mis mejillas enrojecer por primera vez en mi corta vida.

Hubiera caído  rendida sobre esa suave cama si no fuese por la mujer cuarentona que irrumpió mi paz revisando mi cuerpo entero. A raíz de eso las sirvientas de la valide me prepararon un hammam improvisado en el aposento.

No recibí comida pero si un baño.

Las cubetas llenas de agua fueron traídas en primer lugar por dos eunucos cuyos nombres desconozco. Luego ingreso al aposento Charlotte junto con dos criadas más, junto a ellas venía un sin fin de objetos más los cuales están regando por el baño improvisado.

Charlotte agarra una esponja de baño y la deja remojando en un cubo de agua y jabón. Mientras tanto a mis espaldas una rubia engreída vierte un jarrón de agua exquisita sobre mí adolorida piel; y una castaña masajea mi cuero cabelludo y se encarga de lavarlo por completo.

Charlotte (una mujer de cabellos morochos), le extiende la esponja previamente remojada a la narcisista, y esta con rabia la arranca de su mano. Rabia que mirando sus gestos puedo ver, pero que no demuestra al enjabonar cuidadosamente mi cuerpo con ella. Lo que menos quiere es un castigo.

- ¿Cómo le ha ido en mi ausencia hatun? - sus ojos marrones expresan sorpresa y enojo. - vos tenias muchas aspiraciones. - la miro a los ojos con burla.

Ella sin más ignora mi pregunta, desvía su mirada y continua lavando minisuosamente mi cuerpo.

Después de todo quien está tomando un baño en los aposentos de la mujer más poderosa del Imperio, soy yo.

Lavaron mi piel desnuda con sumo cuidado, y se preocuparon de aplicar cada ungüento que les fue ordenado. Me sentí satisfecha y feliz con los suaves masajes que ellas realizaron sobre mi adolorido y magullado cuerpo.

Sin previo aviso unas rasposa manos se cuelan por mis adoloridos hombros y los masajean con sumo cuidado. Cuando desvío mi mirada veo la retirada de Charlotte, Helena y la otra hatun.

- ¿Solimán? - dejo caer mi cabeza hacia atrás, sonriendo al visualizar su sonrisa y nariz curvada. Creo que el único defecto que posee en su escultura es su nariz.

- Mi luna. - sus palabras me hacen sonreír, pero él detiene sus movimientos y su sonrisa. - Perdóname.

Me pongo en pie y rodeo el banco, saliendo de hammam improvisado. Me paró frente a él y lo puedo observar, imponente como siempre, hermoso, magnífico, pero demacrado. Y esa última visión me impulsa a correr hacia él y a abrazarlo con fuerza e intentar consolarlo de lo que sea que lo aflija.

- ¿Porque mi sultán? - posó mi boca sobre su caliente cuello. - ¿Se encuentra bien? - pregunto al no recibir más que un resoplido de respuesta.

No obstante el quita sus brazos de mi cintura y se aleja de mi, dejándome estupefacta. ¿Esta enfadado? ¿Abra descubierto mi plan? Imposible, yo fui muy cuidadosa.

Lo sigo con la mirada, veo que va hacia el diván y coje una tela de allí, y la trae consigo.  Me rodea y solamente en el momento que esta toca mi cuerpo, reparo en que estoy desnuda.

Tragame tierra.

- Cúbrete. - Su orden suena más a un débil ruego.

Mis mejillas vírgenes vuelven a colorarse.

En un rápido movimiento tiro de la tela obviando que esta es una suave bata, por mis brazos por las mangas y la cruzó al frente, atandola con el suave cinturón de seda.

La bata no es mía, no creo que lo sea. Tal vez la sultana se enfade por vermela puesta, pero a fin de cuentas fue su hijo quien me la tendió y él puede comprarle una tienda entera. Además, ella me presto su aposento para tomar un baño, una simple bata no creo que tenga mucha importancia.

En un hábil movimiento un callado Solimán me toma entre sus brazos, su silencio y seriedad me asusta. Jamás lo había visto en esa faceta.

Con su puño golpea la puerta, y dos criadas se encargan de abrirla por completo, pasando este conmigo en brazo por ellas.

Y ahí, sobre la terraza, envuelta en una bata de seda, en los brazos del sultán, frente al harén y a decenas de personas, me siento la mujer más poderosa y afortunada que habita este siglo.

"Mujer"

Si, mujer. ¿Algún problema?

Ninguno escuincla.

- Tengo hambre. - expreso en un acto impulsivo, el hombro baja su cabeza para mirarme y asiente.

- ¡Sümbül! - Grita sin la mínima cordialidad.

- Su-su majestad. - un tembloroso Agha se postra frente a nosotros.

- Lleva comida a mis aposentos. - esquiva al eunuco y continua su camino.



Con cariño:

E.

Topkapi Where stories live. Discover now