Capítulo 37: Amor propio.

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- ¡Abi! - Pronunció aún sin quitar su verdosa mirada de mi.

Sin necesidad de hacer un movimiento o llamar una vez más, un eunuco se coloco en el medio de ambos. Sin importar que, ninguno quito su desafiante mirada del otro, ambos buscábamos ganar esa silenciosa batalla que el orgullo nos imponía llevar a cabo.

- Lleva a la señorita al harén. - Habla al fin, reacio. - Que la revise la doctora. - Ordenó sin mirarle.

Comprendí sus palabras. Él ya había cumplido su deber y ahora buscaba desaserse de mi.  No obstante, ¿como podría estar de acuerdo con lo que  él (un hombre que ordenaba e imponía sin detenerse a preguntar) dijese?

No necesito un  médico.  Solo un buen baño de agua caliente, un masaje, una buena siesta y comida como para un mes entero.

Necesito un spa.

¿Para que quieres un spa?  ¡Solo necesitas pedir que te masajen tu cuerpesito tan dolorido  y maltratado!

Siniestra.

- No es necesario, estoy bien. - exprese en contra de todas las dolencias que mi cuerpo y mente experimenta.

Me duele la cabeza, el estomago me ruge, el cabello me pica por no haberlo lavado, huelo a sudor, mi ropa esta mugrienta y hecha trisas, mis piernas están a punto de desfallecer.

No entiendo porque aun en estas condiciones no soy capaz de experimentar un desmayo. ¿Es que acaso nunca me voy a desmayar? ¡¿Porque mundo cruel?!

- Es mi deber velar por vos. - volvió a repetir, pero esta vez con tono de soberbia, el cual hizo que hirviera en  cólera.

Esa frase roborica rebota en mi  cabeza. ¿Es eso lo único que sabe decir?

No puedo evitar pensar en como me trata, como una apestada de la cual no quiere estar siquiera a dos pasos.

Y desee tener aquel virus...toserle, estornudarle y escupirle en la cara; contagiarle y arrancarle esos ojos que  incitaban a pecar.

No necesito un médico.

¡Necesito un exorcista que me quite el demonio que llevo dentro!

¡Maldita masoquista! Siempre le he hallado el atractivo a ser tratada de una manera brusca.

- Como desee señor...- dejando en el aire mis palabras, dí paso a que él completase mi frase. Sin embargo ceder ante mis deseos no le hizo gracia.

- Acompañe a Abi Ağha Hatu...

- Gözde. - lo corregí.

- Acompañe al Agha. - corto su frase sin mas, pero a diferencia de lo que él pensaba, yo no me movería. Aún seguía quieta a espera de sus siguientes palabras.

Lo vi tragar saliva y hacer una mueca de enfado y cansancio. - Por favor Gözde.

¡Oh el gran soldado pidiendo disculpas! ¡Que gran milagro!  Ese ser arrogante, presumido e incapaz de pronunciar palabras de agradecimiento, ¡acababa de hacerlo!

Sin embargo, no estaba conforme.

Ladee mi cabeza, cruze mis brazos a la altura del pecho, doble una rodilla y marque ruidosamente el pulso con mi pie; aún sin quitar mis avellanas de él.

Me debería de sentir agradecida con él, lo sé. Pero había algo...algo que hacía que me sintiese enfadada. Sin duda su actitud contribuía.

Llegaron a mi rescate...o eso pense.

La verdad es que esos soldados solo habían rescatada a la favorita de un sultán, por orden de este. Habían hecho su trabajo para obtener algo a cambio. Me siento enfadada, no se trata de mi, sino que de Solimán. Esto me confirma que yo no soy nadie, nadie más que una cortesana.

Verlo arrogante observando el piso por no tener derecho a mirarme...con esa actitud de que le valgo gorro pero no puede demenospresiarme.

Soy propiedad de alguien.

Por primera vez lo comprendí...entendí lo que consistía ser una esclava, pertenecer a alguien, no tener derecho ni libertad.

En este palacio de víboras sólo soy un objeto, uno sexual y reproductor. Pero pronto cambiará; si soy un objeto al menos seré uno costoso y poderoso, uno fuerte e indomable, uno al que nadie se atreverá a doblegar y pisotear.

- Su nombre. - indague con aburrimiento.

Los labios del pelinegro se curvaron en una fina línea y luego de un suspiro de rendición, cedió - Bahadir- Dijo con la voz mas neutra posible. Sonreí, se lo mucho que le molesta ceder.

- Bahadir...- saboreo en mi paladar. - diría que es un honor, pero- hize una mueca -...estaría mintiendo. - me burlo.

Con una sonrisa ladeada, la espalda recta y la cabeza en alto, volteo y camino dignamente por el pasillo aún manchado de sangre. Los cuerpos de los dos guardias ya no estaban, Ibrahim y Ecrin tampoco.

- Heee... - se interpuso Abi impidiéndome el paso. - eh...Gözde, lo siento...pe-pe-pero el...camino. - Su voz se apago, se paso la mano por el cabello. ¡Que exagerado! Pero si soy un haz de luz...- El camino es por el otro lado. - se recomponso.

Trague saliva.

Tragame tierra, tragame tierra...¡tragame maldita tierra! ¡La puta madre que me re contra mil parió!

Discretamente moví mi cabeza y miré de reojo. No tarde mucho en notar que a mi espalda los pasillos son continuos, y a mi frente terminan en una pared llena de trepadoras, floras y hojas de distintas variedades.

No obstante achine mis ojos al encontrar el motivo por el cual Ibrahim de Pargali me había llevado a ese desolado pasillo.

Una pequeña puerta de madera se ocultaba detrás de una maraña de plantas silvestres.

Sin querer observar mucho quite mi vista de allí antes de ser descubierta.

Con el orgullo mancillado volteo y camino hasta el soldado. Lo miré una última vez, se muestra burlesco, me sonríe con satisfacción, con burla, con soberbia.

¡Nunca le volveré a hablar en mi vida!

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¡Hola!

¡Entre hoy o mañana estaré subiendo nuevo capitulo!

Lección de vida: Saquen provecho de las situaciones malas.

¡Pobre Bahadir!, me lo trataron mal :(

E.

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